La Gonzo estuvo en la magnífica y sobrecogedora antología de Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), uno de los fotógrafos de guerra más reconocidos de este país, que presenta en Madrid el centro social autogestionado La Tabacalera hasta el 10 de junio.

Lo primero que siente uno al entrar en el enorme recinto de bienvenida, ambientado con luces rojizas y sonidos de bombardeos y metrallas, es frío, es que hace mucho más frío que en la calle. Así que podría uno pensar que ese frío, esa luz, los pasillos desnudos y las viejas paredes desconchadas del interior… pero no. No es eso. Es que no es comprensible, que el ser humano llegue a tanto horror, a tanto desprecio hacia sí mismo.

Un joven herido víctima de la explosión de un proyectil de mortero. Sarajevo (Bosnia-Herzegovina), junio de 1992.

Un joven herido víctima de la explosión de un proyectil de mortero. Sarajevo (Bosnia-Herzegovina), junio de 1992.

La antología se divide en cinco secciones: América Latina (1984-1992), Balcanes (1991-1999), África (1994-2004), Vidas minadas (1995-2007), y Desaparecidos (1998-2010). Conflictos bélicos de El Salvador, Guatemala, Honduras; el desastre de los Balcanes; los conflictos de El Congo, Sierra Leona, Liberia; niños-soldado; toda una sección dedicada a víctimas de las minas antipersona; y otra última sección dedicada a los desaparecidos de los conflictos bélicos de todo el mundo (guerra civil española incluida). La exposición recoge además seis proyecciones de sus imágenes, montadas en secuencia y acompañadas de música electrónica, en las que se muestran rápidamente algunas fotografías más que las expuestas en las salas.

Traslado de un enfermo de cólera / Un hombre lanza el cuerpo de un niño víctima del cólera al fondo de una fosa común. Goma (República Democrática del Congo), julio de 1994.

Traslado de un enfermo de cólera / Un hombre lanza el cuerpo de un niño víctima del cólera al fondo de una fosa común. Goma (República Democrática del Congo), julio de 1994.

 

La fotografía de Gervasio Sánchez, en blanco y negro o en color, se centra fundamentalmente en las consecuencias de la guerra sobre las personas que viven esas consecuencias, habitualmente ajenas a los orígenes de la guerra o a las decisiones que la fundamentaron. Sus imágenen nos muestran con una crudeza desoladora la convivencia de los civiles con los cadáveres, con las ciudades destruidas, con el terror. Nos muestran la urgencia y el pavor en los rostros de los refugiados; la esclavización de refugiados; la vida de milicianos sin ninguna otra alternativa en la vida; la vida de víctimas de brutales amputaciones; y la muerte de civiles; y fosas comunes; y vidas destrozadas con la desaparición de sus familiares más cercanos. Es recurrente la fotografía de niños jugando en un escenario horrible, con esa ignorancia y esa irresistible fuerza de vivir que les permite permanecer ajenos al horror.

No es belleza de lo que estamos hablando, en esta fotografía. Es testimonio, es el más puro reflejo de una realidad para muchos, de una realidad que desconocemos porque se obvia en los relatos de prensa de todos estos conflictos; se obvia porque se da por supuesto, porque no da explicaciones; porque es demasiado desgarradora para no parecer una posición política.

Víctimas de los combates entre grupos rivales. Monrovia (Liberia), mayo de 1996.

Víctimas de los combates entre grupos rivales. Monrovia (Liberia), mayo de 1996.

 

Cuando salía de la exposición, no me quedaba espacio para percibir la belleza del anochecer que caía al fondo, por encima de la fuente de la glorieta de Embajadores, sobre el sur de Madrid; ni la de los cerezos en flor de la calle que da a la plaza de Lavapiés, ni la de la alegre vida nocturna del barrio más multicultural de la capital. Durante largos minutos, sólo me quedaba espacio para una profunda aflicción; sólo era incapaz de comprender cómo es posible.

Ramón Montoya

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La Gonzo estuvo en la magnífica y sobrecogedora antología de Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), uno de los fotógrafos de guerra más reconocidos de este país, que presenta en Madrid el centro social autogestionado La Tabacalera hasta el 10 de junio. Lo primero que siente uno al entrar en el enorme...