Dos son los grandes protagonistas de esta trepidante novela publicada recientemente por Ediciones Traspies, ‘El rastro del lobo’. De una parte, el lobo, Aribert Ferdinand Heim, conocido como el Carnicero de Mauthausen o el Doctor Muerte. De otra, quien sigue su rastro, Joachim Schoöck, un policía de Stuttgart cuyo misterioso pasado se hunde en la tragedia alemana de la guerra, y que dedicará su vida a seguir el rastro de ese lobo solitario. El primero es un personaje real, Heim fue uno de los mayores criminales de guerra nazis: escapó de la justicia al finalizar la Segunda Guerra Mundial y durante las décadas siguientes protagonizó una interminable lucha para escapar de la acción de la justicia. Un criminal que dejó falsas pistas por medio mundo, murió varias veces, y tuvo una infinidad de identidades ayudado por los miembros de Odessa. Gracias al personaje de Schoöck y al talento narrativo de Muñoz descubriremos a un Heim, como oficial médico en los campos de exterminio, a un hombre de una crueldad extrema, obsesionado por establecer los límites del dolor físico que reinó con total impunidad sobre la vida de las decenas de miles de personas encerradas en los campos de concentración.

He comprobado que aparece en más de una ocasión una marca de diseño muy conocida actualmente, Hugo Boss, relacionada con los uniformes de los militares nazis. No sé si tiene una opinión al respecto, si habrá muchos lectores que sepan este dato, como poco, curioso.

Es una venganza poética. Un mes antes de que se publicara la novela escribí un artículo contra esa marca de ropa y perfume tan glamurosa invitando al boicot. El patriarca de esa firma comercial, Hugo Boss, de las que se sienten tan orgullosos sus herederos puesto que no han cambiado su nombre, era un nazi convencido que diseñó los uniformes de las SS y la Gestapo. Conviene que se sepa. Cada vez que veo un anuncio de Hugo Boss en la televisión me enciendo. Los industriales colaboraban con entusiasmo con el régimen nazi sin tener dilemas morales. ¿Alguien duda que los fabricantes del gas Zyklón ignoraban para qué se utilizaba su producto? Estamos hablando de los grandes industriales alemanes, dinastías poderosísimas llamadas Tyssen, Schindler (el de la lista) o Hugo Boss. Creer que el nazismo fue obra de una secta enloquecida es una falacia. El nazismo ganó unas elecciones democráticas sin esconder su ideología de odio racial y beligerancia extrema. Ahí tenemos lo que ha sucedido con Donald Trump en Estados Unidos. Los pueblos son responsables de lo que hacen sus dirigentes.

La novela también nos va desvelando rastro de Heim pero también el final de algunos otros criminales de guerra nazis. Hubo alguno que fallecieron por causas naturales en Sudamérica… o en España, protegidos y amparados por el régimen franquista. ¿La impunidad también es una cuestión de estar en el momento oportuno en el lugar adecuado, de connivencias políticas?

La España franquista fue un refugio de nazis. Los nazis obtuvieron de Franco un puente de plata. Llegaron con fortuna, así es que incluso fueron bien aceptados socialmente en los lugares en los que se establecieron que no les preguntaron por su pasado. Los nazis se establecieron en Latinoamérica y ofrecieron sus servicios a las atroces dictaduras apoyadas por los sucesivos gobiernos de Estados Unidos. Tenían unos conocimientos extraordinarios en cuanto a los límites del dolor, especialmente el protagonista de mi novela, el siniestro Dr. Heim. Durante muchos años esos criminales de guerra prófugos de la justicia se sintieron amparados en territorios que les recordaban, por su paisaje, a la Alemania que se habían visto obligados a abandonar y fundaron colonias como la Colonia Dignidad de Chile.

España y la presencia española en el campo de concentración, donde estuvo Heim. Nuestros compatriotas rebautizaron con cierto humor (negro) al Carnicero de Mauthausen como El banderillero.

 El humor es importante para sobrevivir en cualquier circunstancia. Los presos republicanos que fueron a parar al campo de trabajo de Mauthausen venían de una guerra que habían perdido y muchos de ellos eran combatientes en la resistencia francesa. España nunca los reclamó como ciudadanos suyos. Tampoco creo que hubieran estado muy bien en las cárceles franquistas en donde muchos de ellos habrían sido fusilados. Los prisioneros españoles asombraron a los nazis que los custodiaban en Mauthausen por su disciplina y solidaridad. Efectivamente es un rasgo de humor apodar como Banderillero a ese asesino en serie que era Heim que remataba su faena, siguiendo el término taurino, con inyecciones de benzeno, gasolina o lo que fuera que inyectaba directamente en el corazón de sus cobayas humanas. Fue muy importante la labor fotográfica de Francesc Boix que realizó, sin que los fotografiados se dieran cuenta, numerosas instantáneas de los verdugos, un material valiosísimo que documenta esos asesinatos en masa.

No solo fueron los nazis los que realizaron experimentos médicos con prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial, también los médicos japoneses, tras la contienda. Un detalle quizá solo referido puntualmente en la novela imagino que por la brutal comparativa.

El foco está puesto, en efecto, sobre los nazis, seguramente porque perdieron la guerra y fueron muy sistemáticos, industriales, en su forma de administrar la muerte. Japón cometió atrocidades espantosas en China de las que nadie se acuerda salvo los chinos. Hay una excelente película titulada “Ciudad de vida y muerte” de Lu Chuan que ilustra esos episodios. Las atrocidades que cometieron los ustachas del régimen fascista de Ante Palevic, a quien se sigue reivindicando en la actual Croacia, revolvieron el estómago del mismísimo Himmler: degollaban a mano a miles de prisioneros. Todas las guerras son atroces, pero el grado de atrocidad que se alcanzó en Europa en la Segunda Guerra Mundial supera todos los estándares conocidos.

Sobre el autor de ‘El rastro del lobo’: José Luis Muñoz (Salamanca, 1951) veterano en el género de la novela negra española, es además autor de numerosos relatos, artículos, críticas literarias y cinematográficas. Vive entre Barcelona y el Valle de Arán. Entre sus más de cuarenta novelas destacar: Lluvia de níquel, El mal absoluto, La Frontera Sur, La pérdida del paraíso, Llueve sobre La Habana, Marea de sangre, Ciudad en llamas, Cazadores en la nieve o Te arrastrarás sobre tu vientre.  Ha obtenido los premios Tigre Juan, el Azorín, La Sonrisa Vertical, el Camilo José Cela, el Ignacio Aldecoa o el Café Gijón o el Premio de Novela Corta Diputación de Córdoba. Ha colaborado en numerosas revistas y diarios, y actualmente lo hace en los medios digitales El Cotidiano, El Destilador Cultural, Tarántula y Calibre 38.

‘El rastro del lobo’, de José Luis Muñoz. Ediciones Traspies (978-84-94604-48-5)

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Dos son los grandes protagonistas de esta trepidante novela publicada recientemente por Ediciones Traspies, ‘El rastro del lobo’. De una parte, el lobo, Aribert Ferdinand Heim, conocido como el Carnicero de Mauthausen o el Doctor Muerte. De otra, quien sigue su rastro, Joachim Schoöck, un policía de Stuttgart cuyo...