Agosto acababa de llegar coqueteando con alitas trémulas entre vientos frescos y valles del norte. En ese escenario, con el afán de ponerse una chaqueta sobre los hombros, conocí a Nicanor García Ordiz; escritor asturiano aunque también leonés, periodista, locutor de radio, bloguero si la ocasión lo merece. Idílica sensación al saber que la conferencia de Nicanor trataría de lo que es escribir para un escritor, creedme.

Segunda fila de asientos, bloc de notas en mano, oídos atentos, preguntas en plena gestación mientras escuchaba qué tenía que decir ese hombre que una vez vi con formal sombrero, y   entonces se mostraba tan próximo a los oyentes como sus palabras.

¿Para qué se escribe? En su caso tomar la pluma fue un acto de fe. Viniendo de familia matriarcal, modesta, humilde, bien pronto le dijeron aquello de “si no da de comer no es útil”. Hizo una clasificación y distinguió, entre mis aplausos mentales, a aquellos que escribían pero no eran escritores (llamémosles abogados, por ejemplo), a los que vivían de ello en constante y plena persecución desatinada; también hubo un espacio destinado a los caraduras de bar, entes que conocen tres nombres, tres títulos y disertan al respecto noche tras noche. Después hizo mención a los que escriben sin más, porque lo necesitan, porque lo quieren, sin considerar que al hacerlo se esté trabajando o persiguiendo alguna meta…

La escritura es peligrosa, dijo, escribiendo te encuentras contigo mismo. Sales feo, no te gustas, las marcas de la vida se notan… Me pareció una visión pesimista, tanto que imaginaba a los asistentes pensando “pues vaya”, sobre todo si eran recién llegados al mundo de las letras, teniendo por bandera que los sueños son lo más importante, pero mantengo la corazonada de que esas palabras calaron y los que continúen en el oficio volverán a ellas algún día. Algunas marcas de la vida duelen pero son currículum, y pese al callo, importantes.

La visión optimista, nos contó, residía en la libertad, la purificación, el viaje reconfortante y sano ejercicio terapéutico de la escritura que extermina demonios o los potencia, dependiendo de la mano que esgrime la espada, pero sinceramente creo que eso es sabido por quienes garabatean papeles en blanco. Me atrevo a decir que el afán por sacudir malestares es de los primeros impulsos que siente uno frente al papel, antes de plantearse escribir otras cosas.

Tras una lectura de textos y el correspondiente micrófono abierto finalizó el encuentro con Nicanor, primer autor español que publicó sus obras de modo gratuito en Internet, voz de informativos del Bierzo (León) y contador de historias que, en ocasiones, se alejan de lo literario.

Me quedo con retales de aquella conferencia, también con risas y cañas con limón en la terraza, pero sobre todo con la figura imponente del autor, desnudo ante una sala, diciéndole a quienes tuvimos el acierto de estar allí presentes, qué implicación tiene en el espíritu de uno algo tan importante como la vida misma.

Mil gracias Nicanor.

Miriam AlonsoLiteratura
Agosto acababa de llegar coqueteando con alitas trémulas entre vientos frescos y valles del norte. En ese escenario, con el afán de ponerse una chaqueta sobre los hombros, conocí a Nicanor García Ordiz; escritor asturiano aunque también leonés, periodista, locutor de radio, bloguero si la ocasión lo merece. Idílica...