Pasan los días, los meses, los años y con el año nuevo todo son buenos propósitos y felicitaciones. A menudo a quienes vivimos en el llamado primer mundo se nos escapa que el tiempo pasa igual aunque no se perciba de la misma forma en este lado que allí donde hay muy poco que celebrar. Quizá por eso, para recordarnos esta realidad a veces muy poco alegre o incluso olvidada por los medios de comunicación quiero dar la palabra a este escritor y su novela ‘Iqbal Masih, lágrimas, sorpresas y coraje’ (Oxford University Press, 2008).
¿Por qué elegiste para escribir precisamente tu primera novela a Iqbal Masih, un niño real pakistaní?
Fue un personaje que conocí tangencialmente cuando trabajaba en elmundo.es. Ya entonces me resultó fascinante y me entristeció que su historia hubiera caído en el olvido. Así que resultó muy natural rescatar su vida para mi primera novela.
En ‘Iqbal Masih, lágrimas, sorpresas y coraje’ asistimos a un relato cronológico de la vida de Iqbal. ¿Cómo se te ocurrió este tipo de trama, con varias voces sucesivas, para darnos a conocer la vida del gran protagonista de la novela?
Confieso que primero fue la necesidad. Al existir previamente varios libros sobre él, debía hacer algo diferente. Elegí esta fórmula porque me permitía no solo hablar sobre él, también explicar cómo funciona el sistema de trabajo forzado en Pakistán y, por último, presentar a Iqbal como un ejemplo de que hay que aprovechar las oportunidades que da la vida.
Creo que el tema de fondo es el drama de la explotación y esclavitud infantil, quizá por ello no todos los relatos son positivos o halagüeños, sí en su mayoría; es curiosa la apreciación, por poner dos ejemplos, de la opinión de la mujer rica, la esnob americana; o la del alumno y compañero de una escuela estadounidense a la que acude Iqbal. ¿Las miradas relativizan la realidad?
La esclavitud infantil existía en tiempos de Iqbal, existe ahora y prácticamente nos acompaña desde que el homo erectus se apoyó sobre dos patas, porque la toleramos. Más que relativizar la realidad, nuestras visiones la construyen. El cartógrafo no se puede separar del mapa.
Con ese tema de fondo, una de las lacras sociales que afectan, aún hoy, sobre todo al llamado tercer mundo, aunque no en exclusiva, me pregunto si el libro está orientado a un público juvenil, más o menos sensible con esta realidad, o más bien a uno adulto con recursos y posibilidad de tomar cartas en el asunto.
Muy buena pregunta. Tanto el formato como el lenguaje son indudablemente de literatura juvenil, aunque hay muchos adultos que la han disfrutado. Cierto, esos jóvenes no pueden tomar cartas en el asunto… ahora. Pero les dará una visión más amplia de lo que ocurre en el mundo que heredarán y están llamados a construir.
Por último, me gustaría saber acerca del proceso de documentación que has llevado a cabo para escribir ‘Iqbal Masih, lágrimas, sorpresas y coraje’, en especial desde esa óptica de los medios de comunicación y los escritores con una función, si no divulgadora, al menos sí social con su trabajo, con su esfuerzo.
El proceso de documentación fue largo pero nada difícil. Hay toneladas de información sobre Iqbal Masih en la Red, solo hay que saber buscarla. En ese sentido el informe de lo sucedido por el Movimiento Cultural Cristiano, los reportes de periódicos de Pakistán de la época, el sindicato BLLF, la web endslavery.com… Mi objetivo era ser lo más fiel posible a lo ocurrido y al mismo tiempo construir una historia amena para los lectores. Por eso escogí el género de biografía novelada, que me ofrecía esa libertad.
Miguel Griot (Salamanca, 1976) es licenciado en Derecho y Master de periodismo del diario El Mundo. En 2004 ganó el premio de la asociación Goya de Santander por ‘El Rey de Abría no se llamaba Guelfi’. Ha publicado con Timun Mas la colección ‘Cuentos de Cura Sanita’ (2005), que fue lectura recomendada por los libreros de Girona en la feria de San Jordi. ‘Iqbal Masih, Lágrimas, Sorpresas y Coraje’ (Oxford University Press, 2008) es su título más conocido, y se trata de una biografía novelada del célebre activista contra la esclavitud infantil. Su obra ‘Yus no quiso ser romusha’ quedó finalista en el premio Edebé de 2013. La serie ‘No pasarán Z’ es su primera incursión en la ficción para adultos.