La vida cuando era nuestra, entrevista a Marian Izaguirre

Marian Izaguirre nacida en Bilbao aunque reside en Madrid acaba de publicar La vida cuando era nuestra. Licenciada en Ciencias de la Información, ha desarrollado tareas en el campo del periodismo y la publicidad.  Con su primera novela, La vida elíptica, obtuvo el Premio Sésamo, desde entonces ha publicado cinco novelas más y una colección de cuentos. Su obra también ha merecido otros galardones como el premio Andalucía o el Ateneo Ciudad de Valladolid.

Giné Vera: El título aparece en una frase de uno de los personajes en plena posguerra, en 1951, cuando dice: «Echo de menos la vida cuando era nuestra».

Marian Izaguirre: Esta frase la dijo una amiga mía refiriéndose a la situación actual y ha ido desde el presente hacia el pasado, la frase cayó dentro de la novela con permiso de mi amiga.

G.V.: Frente a la mentira, miedo y represión, ¿quedaba, en ocasiones, escuchar música y leer libros? ¿Entonces y ahora?

M.I.: Sí, ahora también, y en esa época el daño estaba causado, ahora el daño está causado pero, digamos, nuestra guerra todavía no ha acabado, todavía estamos en las trincheras. Nos vamos a dar a cuenta cuando volvamos a casa; después de esta guerra diremos: ¡Caramba!, ¿dónde está la vida que teníamos, dónde está lo que pensamos que iba a ser eterno y ya no lo es?

G.V.: Una novela, un libro, que habla de otros libros, otras novelas, y aunque aparezcan pronto Julio Verne, Dickens, Wharton o Dickinson, se ha hecho esperar algún autor español como Sánchez Ferlosio, Baroja o Laforet.

M.I.: Quizá sea porque en el primer capítulo aparece una protagonista que es inglesa. El tema de los libros que aparecen en este libro es que no son los de la autora, sino que son los libros de los personajes. Como hay un capitulo de Alice, primero aparecen los libros de ella. Los personajes están construidos de forma que sepamos no solo el abrigo que llevan sino también los libros que leen. Los libros que aparecen ahí nos los traen de la mano los personajes, no los llevo yo. Bueno lo he escrito yo, claro, los he leído yo, pero a la hora de elegirlos no están mis libros, están los suyos.

G.V.: ¿Cómo se leían esas novelas románticas y del Oeste en la postguerra?

M.I.: Muchísimo. Por ejemplo, en esta novela ellos tienen una librería de viejo y hay jovencitas que van a cambiar novelitas románticas. Yo he cambiado novelas de Ágata Christie, de Hazañas bélicas, de Corín Tellado… Yo he ido a la papelería a cambiar novelas, te comprabas una novela luego la llevabas a la tienda y pagabas, no recuerdo cuanto, pero pagabas un dinero y te llevabas otra; si llevabas una muy nueva y el tendero te daba una muy vieja, luego la tuya iba de mano en mano. Era una apuesta en común muy curiosa y muy solidaria.

G.V.: De hecho, recuerdo también haber cambiado tebeos en los ochenta en un lugar cerca de casa de mis padres.

M.I.: Yo leía los míos, que eran las novelas románticas mientras que los de mis hermanos eran los tebeos.

G.V.: Lo mismo sería una medida interesante para estos tiempos.

M.I.: Hay iniciativas en este sentido, hay páginas de internet que ponen en circulación los libros. Yo lo hice durante una temporada, pero ahora tengo mi propio sistema que es ir pasándoselos a los amigos, según la persona le selecciono libros que ya no voy a leer y que ya no pintan nada muertos en mi biblioteca, y entonces los voy pasando haciéndoles prometer que ellos harán lo mismo.

G.V.: Me ha recordado a algo que leí sobre Paulo Coelho, que empezó a regalarlos y se quedó apenas con unos pocos.

M.I.: Yo estoy en contra de los libros muertos; me he quedado con algunos que no voy a volver a leer, son libros que compré cuando era adolescente, y con el poco dinero que tenia, y tienen el valor para mí de tótem; los tengo solamente por verlos, porque si los abro se me rompen, pero me los he quedado. El libro de actualidad que voy leyendo y me gusta mucho me lo quedo y los demás voy procurando que se los lean los demás.

Recuerdo haber leído el mismo libro cada tres meses una y otra vez, eso no se aprovecha ahora; no sé porqué ahora se mira mucho la actualidad de los libros, ¿qué actualidad si los libros son eternos? En esta novela he intentado conseguir algo de lo que estoy muy contenta y es que la gente acabe el libro y lo vuelva a empezar, no porque no haya entendido algo, sino porque no se quieren separar del libro, de la historia de los personajes. En una segunda lectura, los códigos que están al principio medio escondidos se descubren; se lee de otra forma en la segunda lectura.

G.V.: Me ha gustado el cambio de narrador, el contrapunto en la novela con la narración de La chica de los cabellos de lino. Me ha recordado vagamente a una obra de Ruiz Zafón.

M.I.: Sabes, lo que pasa es que en mis libros siempre hay un libro dentro de un libro, eso es una cosa habitual en la literatura, todo en cajas chinas o en muñecas rusas, es una constante. Con esto de los parecidos, ¿sabes lo que ocurre? Que lo mismo que yo te digo: ‘te pareces a no sé quien’, y tú dirás: ‘imposible’. Nadie se puede reconocer, ningún autor nos reconocemos, ni Ruiz Zafón en mi ni yo en él; uno esta superinstalado en su propia identidad, lo ven los demás.

G.V.: «¿Todos los recuerdos importantes de la niñez tienen que ver con el descubrimiento de un misterio?»

M.I.: Muchos, hagamos un ejercicio entre tú y yo; piensa, por ejemplo, qué recuerdas de una manera contundente de tu infancia, y siempre tiene que ver con un descubrimiento… Recuerdas el día que nació tu hermano, si alguien te dijo: ¡qué niño más rico!, este tipo de cosas no; recuerdas el día que descubriste a tu madre desnuda, hablando de tópicos que dan lugar y que están por ahí en la literatura, el cine, etc.

G.V.: Háblenos de la parte necesaria de documentación histórica, por ejemplo, a la hora de revelar esa ‘mirada de las mil millas’ o la canción del frente de Huesca.

M.I.: Me he divertido mucho con esta historia y creo que se refleja en el libro. Le he dedicado todo mi tiempo, mis amigos, mis hijos, mi pareja estaban desesperados, me han hecho sentir más culpable que nunca, pero yo estaba metida en ella. Entonces, los protagonistas se habían ido a Grecia de vacaciones y yo les decía: ‘vamos a ver, ¿Qué hacéis en Grecia?’. Tenía mil folios de documentación sobre las brigadas internaciones y la guerra y les decía: ‘pero, ¿qué hacéis en Grecia, que os tengo que traer a una guerra?’ y tiré por el camino del medio, corté y les dije: ‘se acabó, no  os vais a Grecia, os vais a Mallorca que está más cerca’. Con este tipo de cosas ocurre lo mismo, que la parte de la guerra son como pildoritas dentro de la novela, conseguí dejarlo reducido, pues podía haber salido otra novela u otras siete con todas las historias que tenia. De la guerra civil solo hay un bombardeo, que es una experiencia traumática de Lola, un bombardeo desde su punto de vista, y la retaguardia de las brigadas internacionales, es todo lo que aparece la guerra civil. En el final de esta novela, las últimas páginas, son la guerra con todos sus dolores, su humo, su polvo, su olor a metralla, como si fuera una película que está llena de escena de acción.

Lo de ‘la mirada de las mil millas’ se decía de verdad. Y las canciones, hay varios discos, pero hay uno titulado: Canciones de las brigadas internacionales, creo. La Brigada Lincoln hizo muy popular una canción que se llamaba ‘Jarama Valley’ usando la música del rio, no me acuerdo, una popular americana. Y bueno, son canciones que hemos oído todos de pequeños: Ay Carmela, por ejemplo, con diferentes títulos. Hay una canción que me guata muchísimo: ‘Si la bala me da’, que se llama también ‘La despedida’, en el marco donde está tiene una importancia muy grande.

G.V.: «A veces se es demasiado viejo para salir huyendo», dice un personaje y me ha recordado un poco al problema de esta España actual, de jóvenes emigrantes.

M.I.: Qué bien que te haya gustado esa frase; qué bien, porque pensaba en vosotros. Yo pensaba en eso cuando estaba todo aquello de ‘jóvenes talentosos saliendo fuera’.  ¿Qué vamos a hacer los demás si os vais vosotros? ¿Quién va a ocupar el sitio de vuestra generación si se va la gente?

G.V.: A la protagonista le gustan los cuentos de K. Mansfield, nos recomienda uno y alguna canción que mejor la evoque. 

M.I.: ¿Un cuento?, pues el que aparece al principio, Fiesta en el jardín; y, ¿una canción que tenga que ver con ella?, pues el preludio de Debussy de La mujer de los cabellos de lino.

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