El trompetista Jerry González (Nueva York, 1949), de raíces portorriqueñas, e indudablemente uno de los artistas más reconocidos y revolucionarios del jazz latino nos hizo disfrutar de un enérgico directo en la azotea del CBA.
Un poco de historia para situarnos: a finales de los años 60, Jerry comenzó a grabar con músicos de la talla de como Dizzy Gillespie o George Benson. Una década después, en el 1979, publicó su primer álbum, “Yo ya me curé“, en el que fusionaba el jazz y los ritmos afrocubanos, algo que se convertirá en una constante a lo largo de su carrera. En su dilatada carrera ha pertenecido a varias y notorias formaciones de jazz. Recientemente, la participación del trompetista en la película de Fernando Trueba “Calle 54” le dio notoriedad fuera de los círculos más especializados además de abrirle las puertas del mercado español. En 2002 publicó un disco con El Cigala y el guitarrista Niño Josele de título “Jerry González y los piratas del flamenco” y en el que fusionaba flamenco y jazz con resultados extraordinarios.
Para esta ocasión en el Círculo de bellas artes, González estuvo acompañado en el escenario por el pianista Javier ‘Caramelo’, el bajista Alain Pérez y el baterista Kiki Ferrer. El concierto estaba enmarcado en la serie de conciertos Jazz Círculo, del CBA, que nos llevan deleitando desde 2007 con los mejores nombres artistas del mundo del jazz. Este año todavía estáis a tiempo de disfrutar del concierto de La Negra, una artista alicantina que fusiona el jazz con tango y ritmos brasileños (más información en http://www.circulobellasartes.com).
Volviendo a la cita que nos ocupa, hay que admitir que Jerry González se toma con calma los conciertos estos últimos años, se nota que la edad empieza a pesar. Sin embargo el Jerry del que pudimos disfrutar en el CBA demostró que ese fuego que nace del talento aún calienta y nos deleito con casi dos horas de concierto de ritmos latinos, solos impecables de trompeta, sonrisas y una sensación de intimidad prodigiosa, más aún cuando el concierto se desarrollaba al aire libre en la azotea del Círculo de bellas artes (para quien no la conozca, es una de las atalayas más imponentes para divisar Madrid) y con un molesto zumbido de helicópteros de fondo, los cuales sobrevolaban la ciudad en una tarde donde se habían convocado manifestaciones en la capital por los recortes.
Un concierto del que ya es una leyenda del jazz que demuestra que, pese a los años, aún le queda fuelle, ritmo y ganas. Una delicia.