La semana pasada estuvimos en ARCO 2012, la feria de arte contemporáneo que tiene lugar en el IFEMAde Madrid, y una de las de mayor relevancia en Europa.
Se siente uno un poco extraño en esta especie de museo gigantesco por la peculiaridad de que todo lo que ves puedes comprarlo (si tienes dinero suficiente, claro). A mí por ejemplo me encanta el expresionismo abstracto, así que no pude resistirme a la tentación de preguntar el precio de un precioso Joan Mitchell del 74, expuesto por una galería neoyorquina, y sufrir entonces el escalofrío de escuchar 575. “Starting price” o no, el mercado del arte sigue siendo un lujo sólo al alcance de unos pocos, como puede ser el caso de esas parejas “demasiado guapas”, o de aquellos grupos de orientales guiados del jueves por la tarde, quizá provenientes de alguno de los fondos de inversión cotizados en obras de arte.
Quizá por eso, porque en definitiva se trata de un mercado de arte, y porque estamos en crisis (ya sabéis), no nos hayamos encontrado este año con obras excesivamente rompedoras, sino que más bien muchas galerías hayan tirado “a lo seguro”, vendiendo muchísimos Sauras, Tapies (ya sabéis que Tapies falleció recientemente), y Mirós; también nos encontramos muchos cuadros, grabados y esculturas de Chillida y de Richard Serra, cuadros de Miquel Barceló, de Jordi Alcaraz (esos cuadros que incorporan una estructura de cristal, dando un efecto como de agujeros en la pintura), de Jesús Soto (esos cuadros rayados que presentan una estructura también rayada de palitos de madera a diferentes distancias, provocando una percepción tridimensional), o magníficos cuadros de técnica mixta de Luis Gordillo (Maior, Palma de Mallorca).
Algunas galerías también incorporaban obras menores de artistas consagrados de principios y mediados de siglo XX, incluyendo alguna pintura de Alexander Calder y Esteban Francés, incluso una escultura de Julio González y un grabado de Picasso (Oriol Galería D’art, Barcelona); Torres-Garcías (Burgo de Osma, Madrid); una pintura Dalí, otra de Fernand Léger, otra de Juan Gris, y alguna escultura de Pablo Gargallo (Leandro Navarro, Madrid); cuadros de Carlos Cruz-Díez y de Miquel Navarro (Polígrafa Obra Gráfica, Barcelona); cuadros de Esteban Vicente, fotografías de Mapplethorpe, esculturas de Donald Judd, o incluso una escultura móvil de Alexander Calder (Galería Elvira González, Madrid); dos piezas en óleo y cera de abeja de José María Sicilia y el Joan Mitchell de que os hablaba al principio (Edward Tyler Nahem Fine Art, Nueva York) así como fotografías de Horacio Coppola y de Grete Stern (Jorge Mara-La Ruche, Buenos Aires).
Muchas otras galerías mezclaban estos “valores seguros” con otras obras más modernas, como la Galerie Lelong, Paris con pinturas de Günther Förg, la atractiva abstracción en negro de Jannis Kounellis, las esculturas de figuras humanas construidas de letras y símbolos en acero inoxidable de Jaume Plensa y la original figura con flores violeta de Petah Coyne; la escultura de Pello Irazu de la galería Carreras Mugica (Bilbao); o los colgantes de Ferro de la Galería Cayón (Madrid), la fotografía de espacios y luces geométricos de José Manuel Ballester en la Dan Galería (Sao Paulo), la pintura del expresionista Walter Stöhrer para la galería Nothelfer (Berlín), o la interesante fotografía manchada de Georges Rousse (Galerie Catherine Putman, París).
La galería Malborough trajo varios Boteros, un par de bonitas pinturas del hiperrealista norteamericano Richard Estes, un cuadro de agradables texturas (en técnica resina y pigmentos sobre tabla) de Juan Correa; y, marcando la máxima referencia en precio de la exposición, un Francis Bacon, valorado en 14,5 millones de euros. Un valor que, una vez más, vuelve a cuestionarnos el sentido de este mercado.
La fotografía presentó una altísima calidad en la feria. Significativamente destacables fueron las fotografías urbanas de Mabel Palacín (Galería Angels, Barcelona); la sugerente y magnífica fotografía de Alexandra Ranner y las vistas de la ciudad de San Francisco de Gabriela Basilico (Calería Oliva Arauna, Madrid), los tremendos paisajes coloristas de Wim Wenders (Blain Southern, Londres), la fotografía convexa de rascacielos de Sachigusa Yasuda (Base Gallery, Tokio), la fotografía paisajista con niña de Ellen Kooi (Galería Espacio Líquido, Gijón), la magnífica fotografía de Chen Jiagang (Galerie Forsblom, Helsinki), los montajes fotográficos protesta de Rogelio López Cuenca, junto a fotografías de García Aix (Galería Juana de Aizpuru, Madrid); fotografías de espacios geométricos como las de Frank van der Salm (Casado Santapau, Lisboa), Óscar Carrasco (Luis Adelantado, Mexico DF), y José Manuel Ballester (Distrito 4, Madrid).
Tambien podemos destacar la fotografía en azul y marrón de David Diao (Galería Marta Cervera, Madrid), la fotografía iluminada de contenido crítico de Daniel Canogar (Galería Max Estrella, Madrid); las puertas de salida de emergencia con fotografías de Montserrat Soto (La Fábrica, Madrid); los espacios abandonados de Andrew Moore y la melancólica fotografía en blanco y negro de Daido Morlyama (Galerie Alex Daniels-Reflex, Amsterdam); la magnífica fotografía de Isaac Julien, el blanco y negro decorado con paladio de Slater Bradley, y el paisaje geométrico de Axel Hütte (Galería Helga de Alvear, Madrid); la tremenda catedral inundada y los espacios abandonados de Pablo Genovés, en blanco y negro (Art Nueve, Murcia, y Pilar Serra, Madrid, respectivamente); la bella fotografía de Alejandra Laviada (Galería Alarcón Criado, Sevilla); la fotografía de marinas en blanco y negro de Clifford Ross (André Simoens Gallery, Knokke-Bélgica); y la fotografía paisajística de Richard Mosse en la que se reemplazan verdes por rojos (Galería Leyendecker, Santa Cruz de Tenerife).
Entre las pinturas más interesantes también queremos mencionar las coloristas pinturas de Toru Hamada (Base Gallery, Tokio), cuadros con resina epoxi de Peter Zimimermann (Galería MaxWeberSixFriedich, Munich), los cuadros en sobrios acrílicos de Krauskopf (Walter Storms Galerie, Munich), las líneas repletas de movimiento de Miltos Manetas (Casado Santapau, Lisboa), la interesante pintura de formas y tonos que recuerdan los graffitis, de David Reed (Galería Marta Cervera, Madrid), el hiperrealismo de Maik Wolf y la pintura realista un poco desfigurada con sobrias líneas horizontales de Andy Denzler (Michael Schultz Gallery, Berlín); los intrigantes cuadros de técnica mixta de Rafael Macarrón (Distrito 4, Madrid); los enormes collages de Gabi Trinkaus (Georg Kargl Fine Arts, Viena); la interesante pintura de Luis Royo y Rómulo (Galería Miguel Marcos, Barcelona), la bella pintura de Hubert Scheibl (Torbandena, Trieste); la pintura en tonos uniformes y texturas voluminosas semejando la tierra, de Bosco Sodi (Galería Carles Taché, Barcelona); o la casa volante de Ben Grasso (Jerome Zodo Contemporary, Milán). Incluso estaban a la venta de un par de cuadros de Marilyn Manson, (Galerie Brigitte Schenk, Colonia), nada del otro mundo por cierto.
La escultura y el género audiovisual quizá fueron los menos arriesgados de la muestra; queríamos mencionar la impactante y atractiva escultura de Gereon Krebber (Galería Christian Lethert, Colonia), las elegantes Arthur Lescher (Alejandra Von Hartz Gallery, Miami), las sobrias curvas metálicas de Martin Chirino (Galería Senda, Barcelona), las enormes lágrimas colgantes de Santiago Villanueva o la escultura poliédrica en hierro de José Bechara (Galería Xavier Fiol, Palma de Mallorca), el cubo amalgamado de restos de maderas de Hisae Ikenaga (Formatocomodo, Madrid), la escultura de Joel Saphiro (Galerie Forsblom, Helsinki), las dos cintas casette iluminadas, en estilo pop de Eduardo Balanza (Galería T20, Murcia); la estructura de grandes figuras de madera pulida de Tony Cragg (Galerie Hans Mayer, Düsseldorf), el sillón con una enorme bola de hierro encima y la enorme figura colgante de metal en negro, ambos de Rui Chafes (Galerías Graça Brandao, Lisboa, y SCQ, Santiago de Compostela, respectivamente), la composición de cabeza humana y neón de Bernardí Roig (Galería Max Estrella, Madrid), el juego de espejos infinito con el neón “ODIO” de Iván Navarro (Distrito 4, Madrid), los vestidos de aluminio fundido de Susy Gómez y el árbol colgante con raíces y todo de Jorge Mayet (Horrach Moyá, Palma de Mallorca); la compleja estructura de tela que cuelga de un lavabo de aluminio, de Joana Vasconcelos (Paragon, Londres); las piezas de cerámica minimalista de Ai Weiwei (Ivorypress, Madrid); la interesante pieza de Yoan Capote en que para colocar unas esposas sobre una silla (de bronce) ésta llega a romperse (Galería Elba Benítez, Madrid); el árbol-marioneta, en tamaño real, de Isaque Pineiro (Ybakatu Espaço de Arte, Curitiba – Brasil, entre los Solo Projects); la enorme lámpara de cristal rojo caída y rota y poblada de cuervos, tamaño real, de Javier Pérez (Galería Carles Taché, Barcelona); o el neón “fuck you”, de Suso Fandiño (Galería adhoc, Vigo). De entre las piezas audiovisuales también queríamos destacar las proyecciones sobre miniesculturas y las proyecciones de rostros reducidos parlantes sobre figuras de fibra de vidrio redondeadas, ambos de Tony Oursler (Galerie Forsblom, Helsinki, y Galería Soledad Lorenzo, Madrid, respectivamente), y la proyección sobre una casita tamaño casa de muñecas, que en cada estancia, o de una estancia a otra, suceden acciones sin sonido, de Andrea Canepa (Galería Rosa Santos, Valencia).
Es curioso cómo llamaban la atención entre el público las obras de arte de contenido claramente erótico, como la escultura compuesta por dedos y penes en rojo, de Tim Noble y Sue Webster (Blain Southern, Londres); la cuna de niño a la puerta de la habitación número 69, de Michael & Ingar Elmgreen (Galería Helga de Alvear, Madrid); los labios pintados sobre cristal con pintura roja chorreante, de Annouchka Brochet (Arka Gallery, Vladivostok); o el dibujo hiperrealista hecho con bolid bic en que una chica muestra una mueca agresiva tras levantarse la camiseta y bajarse las bragas, de Juan Francisco Casas (El Museo, Bogotá). Cosas de la sociedad nuestra, supongo.
El País trajo un stand que dio mucho de qué hablar puesto que estaba dedicado al arte callejero, reivindicando así una parcela para estos artistas que, si bien lo efímero de su arte lo hace prácticamente imposible de entrar en el mercado, no por eso se trata de menos arte y ni mucho menos de arte menos cercano. El artista Neko, que coloca sus instalaciones de neón en los espacios para publicidad de paradas de autobús, tenía una parada de autobús completa en el stand; también había una instalación audiovisual en la que se mostraba cómo trabajaba el graffitero Suso33; y en la que se mostraban frases pintadas en las calles tan sugerentes como “cría ricos y te comerás sus crisis”, o “ARCO es al arte como el tiro con arco al tráfico de armas”.
Entre las galerías más atrevidas pudimos encontrarnos con las sugerentes fotografías de Ixone Sadaba y los cuadros en resina brillo de fuertes colores de Darío Urzay (Galería Juan Siló, Santander); la obra visual de Marina Alexeeva (en una caja colgante, una escena como de caja de muñecas en su interior y cuatro proyecciones distintas, una sobre cada lado de la caja), y las espeluznantes composiciones de Vladimir Kustov (Marina Gisich Gallery, San Petersburgo); la escultura del espejo-zapato (un zapato con un espejo dentro iluminado) de Mariana Vassileva (Galería DNA, Berlín); las superficies irregulares de espejos de Martius Lut y la instalación lumínica rectangular apoyada en una silla de Lotte Geeven (West, La Haya); la instalación con cuerdas, cuero y maderas de Leonor Antunes (Galerie Isabella Bortolozzi, Berlín, entre las galerías Opening); o la instalación en la que una cabeza echa por la boca un gel azul sobre un cubo que luego una visible manguera vuelve a meter en la cabeza, de Nathaniel Mellors (Galerie Diana Stigter, Ámsterdam).
También nos gustaría destacar especialmente la obra de sombras de Gabriel Lester, traída por la galería Fons Welters (Ámsterdam), en la que una cinta con árboles, figuras humanas, letras y edificios, de goma, va girando infinitamente, iluminada por numerosos focos; la instalación, que proyecta sombras sobre las paredes de la estancia en la que se coloca, ofrece un resultado extremadamente agradable y sugerente. Lástima que resulte difícil su uso en un espacio privado.
Pero sin duda la obra más renombrada de la exposición, y alrededor de la cual durante todo el fin de semana se acumulaba una auténtica multitud, fue el Franco encerrado en una caja refrigerada de Coca Cola, de Eugenio Merino (ADN Galería, Barcelona). Dio mucho de qué hablar porque parece que implicaba una falta de respeto a la memoria del dictador español, y a tal efecto la familia del dictador se mostró dispuesta incluso a emprender acciones legales; esta anécdota entró en la repercusión mediática, y voilá, ya tenemos polémica, y por ende, fama; y cómo no en estos momentos, auspiciados por el caso Garzón sobre la memoria histórica, por la crisis y el cambio de gobierno, y que, en definitiva, creo yo que es uno de los motivos radicales a que se dedica el arte: a ser el reflejo de la sociedad del momento.
De hecho, este tema ya se había repetido en varios stands más, como en la serie “Franco ha muerto” de recortes de papel sobre portadas de periódico, de Marine Hugonnier, en la Galería Nogueras Blanchard de Barcelona; así como existieron más stands de arte con un contenido marcadamente sociopolítico, como es el caso de las fotografías de Orlan y de Aníbal López en la galería PrometeoGallery di Ida Pisani, Milán; o la bella instalación de 4 monitores de contenido ecologista crítico de Julian Rosefeldt, en la Max Wigram Gallery de Londres; o las composiciones fotográficas sobre bellísimas mujeres muertas en la segunda guerra mundial de Sanja Ivekovic, y la otra genial composición sobre la globalización de Daniel Andújar, en la galería Espaivisor, Valencia.
Una muestra más de que el arte necesita no sólo representar un mercado inhóspito, arbitrario, sino la realidad de nuestros días; una realidad que, hoy por hoy, significa protesta en gran parte. Y que, por medio de las nuevas tecnologías de comunicaciones, quizás pueda inmiscuirse cada vez más en el mundo de la actualidad sociopolítica.
Ramón Montoya.
Magnífica reseña del evento. Para los que no hemos podido acudir es una suerte poder acercarnos de esta manera a lo expuesto este año en la feria de arte contemporáneo. Gracias.
Muy interesante. En época de crisis parece estimularse la creación artística.