Carlos Meneses Nebot (Palma, 1969), reside en Palma de Mallorca donde trabaja de acomodador de cine y como colaborador en el periódico ‘Última hora’. Ha publicado las novelas: ‘Último asalto’, ‘Deltoides’, ‘Chop suey de pollo’ (Finalista del Premio Nuevos Narradores Ópera Prima), ‘No te lamentes tanto, Carlitos’, ‘El último trabajo de Germán Cárdenas’ y ‘Sabor a proteína humana’. También los libros de relatos: ‘Vuélate la tapa de los sesos’, ‘El sombrero del innombrable’, ‘Natalia y otros relatos’ y ‘El día que murió Amy Winehose’. Este año nos sorprende con la novela ‘El cuervo a través del cristal’ (Sloper, 2017).
El cine está muy presente en tu vida, en tu obra; ya desde la portada lo vemos por la imagen que has escogido de un cartel de película, pero también en ‘El sabroso nido de los conejitos cachondos’ o ‘Lo que el viento se llevó’, ya no digamos esa frase de ‘¿por qué no te dedicaste al cine, Aguirre?’, por ejemplo. ¿Es una especie de tributo, de seña identitaria?
Bueno, el que yo trabaje en un Multicines de Palma hace pensar a la gente que yo me nutro de historias de la gran pantalla, sin embargo no es así. En contadas ocasiones entro en una sala de cine para ver una película tranquilamente sentado como un espectador más. Sé más por los comentarios de los clientes que por lo que yo pueda presenciar.
He leído por ahí que el género negro, el policial, a menudo lleva/llevaba implícita cierta denuncia social, no sé si en ‘El cuervo a través del cristal’ hay mucho de ello, más allá de asomarnos al tema de la marginación, las películas snuff y otras lindezas.
Se alude a la denuncia social en muchas ocasiones como que si no te implicas, de alguna manera el mensaje de tu texto, si lo hubiere, queda cojo, pero pienso que la simple exposición de una historia con sus personajes guerreando entre sus páginas es suficiente “denuncia” de lo que pueda suceder a nuestro alrededor. Sea negativo o positivo.
También la ironía está muy presente, imagino que conviene darle algo de respiro al lector con una sonrisa, aunque sea mordaz quizá ante tanta violencia y dureza a la retina.
Nunca he podido evitar la sorna en mis textos. Sería algo muy raro en mi modo de escribir. Es como si no quisiera nunca ponerme completamente serio, como que existe un “algo” que me lo impide. De ahí esas cuchufletas que aligeran la lectura y, por qué no decirlo, la escritura porque en ocasiones se hace pesado continuar una historia.
Quizá lo que me ha llamado la atención en lo narrativo es que esté contada en presente salvo el último capítulo, aunque no sé si es hilar muy fino a la hora de preguntar por este juego de narradores.
El último capítulo salió por sí sólo. La historia del Cuervo ya estaba cerrada pero había que añadir unas gotitas extra a la relación entre Sabrina y Víctor Aguirre, una relación extremadamente violenta. Y, por supuesto, no podía acabar con perdices. De ahí ese cambio en el tiempo.
La historia transcurre en una ciudad que no se menciona, en invierno, estoy convencido de que los olores y sensaciones van a saltar del papel a los lectores; si se hubiese desarrollado en verano, con calor, con el sudor en los cuerpos y los insectos por calles y rincones creo que hubiera sido aún más sensitiva. Es una sugerencia humilde…
Es posible que tengas razón, más si pensamos que la novela básicamente se escribió entre primavera y verano. Sin embargo, me gusta el invierno, tal vez por sus tonos grises y, por supuesto, negros, apropiados para una novela criminal.
“El cuervo a través del cristal”, de Carlos Meneses Nebot.
Editorial Sloper. ISBN 978-84-94588-34-1