Guadalupe Nettel: «Los animales me parecen un reflejo muy claro de ciertos rasgos de nuestra naturaleza».
Doctora en Ciencias del Lenguaje en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, Guadalupe Nettel ha sido señalada varias veces entre los autores más destacados de su generación. Ha sido traducida al francés, su segunda lengua, y al inglés, holandés, eslovaco, alemán, sueco, entre otros; y recibido varios reconocimientos como el prestigioso premio alemán Anna Seghers (2009) o el Premio Nacional de Cuentos Gilberto Owen (2007). En 2005 resultó finalista del Premio Herralde de Novela, con ‘El huésped’.
Ginés Vera: ¿En qué momento las decisiones que tomamos dejan de pertenecernos para convertirse en nuestro destino irreversible a la luz de estas cinco historias?
Guadalupe Nettel: Uno de los temas que aparece de manera constante a lo largo de este libro, es la dificultad que tenemos los seres humanos para decidir. De ahí que haya elegido el epígrafe de Plinio el viejo que habla de nuestra incapacidad para saber lo que necesitamos a diferencia de los otros animales que pueblan el planeta. Muchas de las decisiones que tomamos en los momentos claves de nuestra vida, se van urdiendo de manera silenciosa, como en el fondo de nuestra conciencia, sin que nos enteremos. Al menos es lo que le sucede a los cinco personajes que protagonizan estas historias. Los animales que aparecen aquí son también silenciosos y escurridizos y representan aquellas emociones que sus amos no quieren o no logran ver, excepto el hombre del último relato que compra a esa serpiente y la separa de su pareja justamente para meditar todos los días acerca de su sufrimiento. Se trata quizás del más alerta de todos estos personajes.
G.V.: Mi preferido es el relato que le da título al libro, pero me gustaría saber cómo surgieron en lo inconsciente, en su génesis, cada uno de estas cinco intensas narraciones.
G.N.: Estos cuentos se fueron presentando a lo largo de los últimos catorce años de mi vida. La historia de los gatos y su dueña se me ocurrió cuando estaba aún en la universidad y siempre la tuve en la mente pero no la escribí hasta hace un año. El cuento donde aparecen las cucarachas , aunque está situado en México, surgió en el 2007 cuando mi pareja y yo sufrimos una invasión de cucarachas en el piso que alquilábamos en la ciudad de Barcelona. Todo el rechazo a esos insectos y la obsesión por acabar con ellos que se refleja en el cuento, yo lo conozco de cerca. También la sensación de participar en una guerra entre especies. La historia de los peces se me ocurrió después de que una amiga me regalara uno de estos pececillos en apariencia tan inocuos pero de naturaleza tan compleja que son los betta splendens. Su imposibilidad para compartir el espacio y convivir, incluso entre macho y hembra, me pareció muy triste y al mismo tiempo me recordó a algunas personas que, a pesar de desear con todo su corazón, llevar una vida matrimonial apacible, están condenadas al conflicto por su carácter belicoso. Los relatos de “Hongos” y “La serpiente de Beijín”, con los que termina el libro, están vagamente inspiradas en parejas de conocidos míos, pero tuve que cambiar muchas cosas dentro de esas historias para darles verosimilitud y una lógica interna al punto que las historias originales ya son por completo irreconocibles.
G.V.: Los animales tienen su protagonismo indudable en todas ellas, ¿también lo tienen en la vida diaria de Guadalupe Nettel?
G.N.: Aunque no me cuento entre las personas que viven rodeadas de animales, las veces que he convivido con ellos me han marcado muchísimo. No puedo dejar de observarlos y de informarme acerca de sus hábitos y, cuando lo hago, me parecen un reflejo muy claro de ciertos comportamientos humanos o rasgos de nuestra naturaleza que muchas veces nos parecen incomprensibles. Me fascina también la facilidad con la que se relacionan con su sabiduría instintiva y la naturalidad con la que reaccionan en los momentos clave de la existencia como la enfermedad y la muerte a las que nosotros les damos infinitas vueltas hasta perder por completo la espontaneidad.
G.V.: Además de los animales, también los niños tienen cierto protagonismo. Y el amor, en todas sus formas y variantes, que se asoma indiscutible, con la contundencia de esta frase de ‘Hongos’: «Cuando una relación se sabe condenada a una fecha precisa es más fácil dejar caer las barreras con las que uno suele protegerse».
G.N.: Los hongos no son animales pero, de la misma manera en que los animales reflejan comportamientos humanos, estos seres, al menos desde mi punto de vista, reflejan perfectamente la naturaleza de ciertos amores. Los hongos crecen en condiciones inimaginables muchas veces con una fuerza descomunal, un afán de superviviencia que conmueve y a la vez asusta. Algunas pasiones aparecen como ellos: cuando acordamos ya estamos totalmente invadidos y no sabemos ni de dónde surgieron y tampoco cómo liberarnos de ellas. Hay una cantidad impresionante de hongos que no están catalogados y con el amor pasa algo muy parecido. Llamamos enamoramiento a emociones muy distintas que apenas se parecen entre ellas y sin embargo, casi siempre está ese mismo apego que demuestran los hongos por la vida, ese afán por parasitar al otro de una u otra manera.
G.V.: ¿Qué lleva a una escritora a decantarse por un cuento, un relato o una novela, en este caso, cinco relatos con una mirada a lo secreto, a lo inconfesable de los personajes que los habitan?
G.N.: Creo que se trata de un hábito, de una manera de observar el mundo. Desde siempre me gustó la literatura fantástica al punto que buscaba lo inquietante y lo asombroso en la vida cotidiana o al menos estaba abierta a esa dimensión. La literatura fantástica me ha enseñado a mirar aquello que está y no se ve en la superficie y, si no está, al menos a imaginar lo que podría haber. La vida cotidiana muestra, si uno quiere verlos, una infinidad de signos y de indicios a través de los cuales se puede llegar a todo tipo de conclusiones. Los paranoicos son el extremo. Se convencen de una historia y todo aquello en lo que posan su atención viene para corrorborarla. Los escritores estamos a medio camino. Nos gusta ver posibilidades distintas o finales diversos a aquello que estamos observando. En mi primera novela, El huésped (Anagrama 2006) ya hablaba de un “doble” que nos habita, un doble que representa esa parte de nosotros que nos asusta y que no queremos voltear a ver. También en Pétalos y otras historias incómodas (Anagrama 2008) había dejado claro que para mí la belleza radica justo en eso que nos vuelve vulnerables pero también únicos e irrepetibles, como una obra de arte. Me centré sobre todo en las manías, los tics y las obsesiones de mis personajes. Aquí no me centro en esos comportamientos compulsivos sino en las decisiones que se van formando de manera subterránea, pero definitivamente creo que es parte de una misma búsqueda y de una misma postura estética.
G.V.: ¿Qué le ha supuesto el merecer el reconocimiento del Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero?
G.N.: Para mí ha significado una inmensa alegría así como un gran honor. El premio se ha convertido en el más importante para el género de cuento en todo el mundo de habla hispana y muchos escritores lo codiciaban. Se presentaron 865 manuscritos y no pocos escritores con un reconocido talento. No era nada fácil llegar a la recta final. Cuando supe que estaba entre los 6 finalistas empecé a sentirme feliz. Además el jurado estaba compuesto por escritores que admiro mucho y que he leído desde que era joven y el hecho de que ellos eligieran mi trabajo representó parte del premio.
El matrimonio de los peces rojos, Guadalupe Nettel.
Editorial Páginas de Espuma.
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