Esta semana La Gonzo Magazine entrevista al escritor orensano Edmundo Díaz Conde. Licenciado en Derecho, acaba de publicar El príncipe de los piratas.
Premio de Novela Ciudad de Badajoz en 1999 por Jonás el estilita, con su siguiente novela, La ciudad invisible, quedó finalista del Premio Ateneo de Sevilla, y con El veneno de Napoleón resultó finalista del Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio en 2008.
¿Por qué conocemos más la historia de los piratas ingleses por ejemplo que la de los españoles?
Porque es mucho más mediática. El Caribe es profundamente mediático, sin embargo, los piratas españoles, que los hubo, se dedicaron a la zona del Mediterráneo y el Cantábrico fundamentalmente. Todo y eso, hay que decir que el primer pirata del Caribe, cosa no muy conocida, fue un pirata español, Bernardino de Talavera que fue ajusticiado en 1511 debido a sus múltiples y voraces apetitos. Se arruinó y luego se dedico a la piratería; pero dicho eso, yo lo que quería era reivindicar un poco la figura del héroe, del héroe español representado al filibusterismo inglés que tanto daño hizo a las colonias españolas de la época. Ese era el reto, que se enfrentase al pirata más famoso y popular de la época, y de todos los tiempos probablemente, Henri Morgan
Escribir una novela con base histórica exige, entiendo, más rigurosidad frente a uno mismo y ante el público.
Sí, es cierto, pero creo que exige algún matiz. Por ejemplo, si debo adscribir esta novela a algún genero, cosa que tal vez no deba corresponderme a mi del todo, creo debe ser al género histórico, efectivamente; pero me parece más subrayable decir que es una novela profundamente de aventuras. Y cuando digo de aventuras quiero decir que el universo de la ficción tiene tanta o más importancia que la cuestión histórica. Naturalmente forma parte de la columna vertebral de la novela el hecho histórico. Hubo un ataque, un saqueo a Panamá por parte de los filibusteros y corsarios franceses e ingleses, eso es completamente cierto. Fue una epopeya marítima, fue algo realmente insospechado, porque Panamá era una ciudad muy rica, muy bien defendida, y todo eso esta ricamente documentado, cómo fue como ocurrió; sin embargo, el universo de la ficción es tan rico y tan maravilloso, nos permite tanta libertad, que eso tiene preponderancia y hegemonía por encima de lo histórico.
Además del punto histórico, mucho de aventuras, el romanticismo, ‘El príncipe de los piratas’ ¿nos enseña el valor del heroísmo, la lealtad?
Esta muy bien, me gusta la pregunta porque creo que toda colectividad llámese Valencia, llámese Galicia, España o Europa necesita héroes. Si todos necesitamos héroes, me pregunto: en este país, ¿quiénes son los héroes? Los héroes anónimos todos sabemos quiénes son, los que intentan llegar a final de mes; eso está claro, pero si hablamos de héroes mediáticos nos referiremos a deportistas: Nadal, la selección española,… Pero hay otro tipo de héroes, por ejemplo debemos reconocer que en este aspecto España ha sido un país muy desmemoriado, muy ingrato, que ha arrojado a los héroes a la piratería, me he preguntado muchas veces escribiendo esta novela si un país de estas características merece nuestra lealtad. He pensado que la novela es capaz de responder a esa pregunta, nuestro país ingrato, desmemoriado, que nos arroja a la piratería, me pregunto: ¿merece lealtad?
A propósito de esto he leído: ‘España es la peor de las madres’ reproche de El duque a Íñigo Santacruz.
España es la peor de las madres, sí; lo era en el siglo XVII. Los españoles que se consideraban españoles frente al enemigo común extranjero, hablaban de patria, pero la patria literalmente para ellos era la comarca, su entorno, que abarcaba 30 ó 40 kilómetros, nada más. Y por cierto, se llevaban fatal entre sí; los vascos con los valencianos, con los gallegos, con los andaluces, con los portugueses –que eran españoles hasta 1667 ó 1968 que se independizo Portugal–; o sea, exactamente igual que ahora, los tiempos no han cambiado. Aunque curiosamente se llevaban muy bien cara al exterior. Me apetecía muchísimo mostrar esa emoción por la tierra propia que aunase esa tripulación de españoles de diferentes nacionalidades, una emoción común entre ellos que fuera capaz de ayudarles a combatir al enemigo común, ese era el gran reto. He intentado que estuviese muy bien descrito con una escena medular de la novela, una en el que un barco pirata español se enfrenta a uno francés y además, en inferioridad de condiciones. Nuestro protagonista solo tiene un arma para aunar a toda esa gente, le dice al guitarrista, al músico del barco: hijo, toca una canción de la tierra. Y esa canción de la tierra no tiene una calificativo de español o vasco, es una canción que conocen en Valencia, en Galicia, en Extremadura, en todas partes; uno tras otro empiezan a silbarla hasta que todos los hombres de cubierta están silbándola, incluso lo de las jarcias, esa canción les da la fuerza y coraje para enfrentarse al buque extranjero.
Varias de sus obras han merecido prestigiosos premios literarios, tal vez por ello concibe la escritura como una pasión más que como un oficio.
Oficio irremediablemente; la escritura debe ser un oficio artesano y sacrificado. Por otra parte, si a cualquier trabajo no le acompaña la pasión el resultado tiene que desmerecer muchas veces, entonces claro que es una pasión que me arrastra. Todas las pasiones tienen que arrastrar hasta el final, en el sentido positivo y en el negativo. He llegado a la conclusión de que no tengo muchas aficiones, quizá el cine, con amigos; la escritura y la lectura consumen la mayor parte del tiempo de un escritor de raza. Esa es la pasión verdadera del escritor.
Me atraen las historias de piratas y tesoros, ¿también en su caso?, ¿cuándo se propuso escribir esta novela?
La idea surgió de una pregunta, cuando piensas en piratas ¿qué se te viene a la cabeza? Curiosamente se me viene lo mismo que hace veinte años. Es decir: una palaya de arenas blancas, un mar color turquesa, traslucido, palmeras, el coraje, el cielo azul, el crepúsculo, el vigor, la juventud, la mujer enamorada a tu lado, la botella de ron y la aventura por delante. Me dije: tío, intenta hacer una novela de piratas con sentimiento romántico; ese era el reto.
¿Y lo hemos conseguido?
Eso lo tiene que decidir el lector. Pero la idea era escribir una novela literalmente, una aventura romántica, ¿en qué sentido romántica? Romántica porque está rebosante de emociones, cada personaje está impulsado por una emoción, o por varias, en muchos casos por un sentimiento muy concreto: la venganza, la pasión amorosa, los celos…, poner en danza todas esas emociones, y que esas emociones diseñasen un poco la historia. Por eso digo que es una aventura romántica, también lo es porque es una aventura en pos de un tesoro mítico, la aventura en pos de la libertad.
El príncipe de los piratas, de Edmundo Díaz Conde.
Editorial Algaida. 2013.