Me concede esta entrevista la periodista y escritora peruana Elga Reátegui. Limeña de nacimiento, afincada en Valencia (España), tiene en su haber cinco poemarios y cuatro novelas. Entre sus obras destacan: ‘En mi piel’ (poemario), ‘El Santo Cura’, ‘De ternura y sexo’, ‘A este lado y al otro’ y ‘Y te diste la media vuelta’. En 2015 publicó el poemario en inglés ‘Body maps’ para el mercado de Estados Unidos. Acaba de publicar el libro de microficciones La fugacidad del color (Lastura) por el que le pregunto.
El prólogo de La fugacidad del color corre a cargo del escritor leonés César Gavela. Se incluye en él una breve semblanza de lo que es y no es un microrrelato.
Creo que nadie se ha puesto de acuerdo hasta ahora de lo que es o no es. Tampoco con una denominación precisa. Sin embargo se cultiva, y mucho, llame como se le llame. Hay grandes referentes y magníficos exponentes.
Quizá el microrrelato sea un género tan joven que aún no se ha afianzado entre los lectores como puede serlo el relato, la novela, la poesía o el ensayo.
Tampoco creo que se trate de un género joven, más bien, es un adulto bien conservado que con su constante renovación y frescura viene ganando terreno desde hace mucho. Tiene su público ganado y en plena expansión, y considero que goza excelente acogida entre lectores preadolescentes o adolescentes. Lo mismo ocurre entre los que pasan la barrera de los treinta o cuarenta. Conozco de primera mano dos casos interesantes al respecto, una es la de la escritora argentina Ana María Intili y sus microficciones, que arrasa en las ferias de libros, y también del escritor peruano Pedro López Ganvini que empezó escribiendo microrrelatos en su blackberry para no aburrirse mientras iba camino a su trabajo. Lo curioso es que también se lo enviaba a sus amigos. Por años compartió sus escritos por este medio. Luego tuvieron que pagar cuando se convirtieron en libros, ja, ja, ja. De ese ejercicio a diario nación el libro El celular del diablo. Historias desde mi blackberry. Ni que decir que es un respetado cultor de este género en ese país sudamericano.
Reúnes los microrrelatos en distintas categorías, curiosamente algunos de ellos se basan en experiencias reales, en hechos personales. Coméntanoslo.
Sí, los he dividido en tres categorías: De amores, sociales y espirituales. Sobre lo que es la vida. Hay varios cuentos basados en hechos reales. Experiencias familiares, que me han sucedido y de las he sido testigo en mi oficio periodístico.
Una a la que tengo especial cariño es la que se inspira en la creencia de mis padres, que aseguraban que el mar era mujer, pues cada cierto tiempo tiene su período menstrual. Nosotros lo dábamos por hecho, pues cada cierto tiempo veíamos que la coloración del mar se tornaba rojiza. Cuando eso pasaba, ellos no nos dejaban entrar a bañarnos por respeto. Más tarde averigüé la causa de ese tono: las mareas rojas, la proliferación de cierto de tipo plancton en esa zona en el verano. Nunca les conté la verdad. Otra relata lo que nos advertía hasta la saciedad la monjita que nos preparaba para la Primera Comunión, que debíamos contarlo todo en la confesión, de lo contrario la hostia se nos pegaría en el paladar. Desde ese día en adelante, ocurrió sin variar: regresaba a mi asiento después de comulgar con la dichosa hostia en el nefasto sitio, señal de que no había sido sincera. Luego obsesionada por dejar de ser una pecadora, redactaba una lista de mis pecados y se lo leía al cura en el confesionario. La hacía tan larga, que se cansaba de escucharme y me largaba malhumorado. Muchas de esas listas se me perdieron jugando en el recreo. Lo peor es que siempre la firmaba. Supongo que muchas se enteraron de mis faltas. Jamás se burlaron de mí. O no me enteré.
Háblanos del estilo con el que has abordado estos microrrelatos. Un estilo limpio, muy fiel al de tus anteriores obras, quizá con un guiño a tu Lima natal, pero sin caer en demasiados giros o expresiones peruanas, acaso a modo de tributo a la ciudad de Valencia y a l@s valencian@s.
Es un tributo a mi estilo, sin abandonar lo que soy. Llevó ambas esencias en mi corazón, pero, es obvio, la tierra de origen jala. Mi peruanismo yace en mí y no pretendo ni quiero extirparlo. La redacción tiene reglas y las he seguido. Si quieres que te entiendan no le puedes poner mucho aderezo literario ni introducirle tanta cultura lingüística foránea. Lo justo y necesario para matizar. No es un homenaje dándole lo que ya conoce, sino es un compartir de lo mío. Además, los seres humanos sienten y se comportan igual de bien o mal en todas partes. Creo que se verán reflejados de alguna manera en mis historias. La vida opera igual en todo el planeta.
El próximo 12 de noviembre, a las 19h. y de la mano de Mila Villanueva y Ana Noguera, Elga Reátegui presentará La fugacidad del color en la sede de la SGAE en Valencia, calle Blanquerías nº 6. Valencia, España.
La fugacidad del color. Elga Reátegui. Lastura editorial. ISBN: 978-84- 9490-72-7-2
Excelente y sincera entrevista sobre la temática del microrrelato. Cuando uno lo piensa y analiza descubre que algo de singular e interesante tiene para que cada vez sean más sus adictos lectores.
Felicidades a ambos escritores y amigos,