Noemí Sabugal (Santa Lucía de Gordón, León, 1979) es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado para distintos medios de comunicación, cuya labor fue reconocida en 2005 con el Premio de Periodismo de Castilla y León Francisco de Cossío, modalidad de prensa. Con su primera novela ‘El asesinato de Sócrates’ resultó finalista del XI Premio de Novela Fernando Quiñones y con ‘Al acecho’, su segunda obra, ha conseguido la XXI edición del Premio de Novela Felipe Trigo.
Ginés Vera: Me ha llamado la atención la inclusión en la novela de pequeñas reproducciones de recortes de periódicos y revistas de la época.
Noemí Sabugal: Son recortes auténticos, por supuesto. Me pareció interesante dar la oportunidad al lector de ver eso, no de una manera de ‘te lo meto y te lo lees’, sino que tiene que ver con lo que hacen los personajes; por ejemplo, que el personaje esté leyendo esa noticia. Son de una revista femenina, llamada Estampa, que era muy interesante. Sobre todo metí en la novela el de los senos perfectos en concreto porque me hizo mucha gracia; era un anuncio de un aparato que endurecía los pechos, muy habitual en los periódicos de la época. Era una muestra de algo que, años después, no aparecería en los periódicos ni de broma. Con la dictadura este anuncio en los años 40 ó 50 hubiera sido impensable: un aparato para endurecer los pechos; la mujer no existía, la mujer era de cuello para arriba y de rodillas para abajo. Y las portadas de periódicos porque me pareció curioso que la gente lo viera –aunque creo que es más interesante leer el propio periódico–, que viera los titulares de la época. Nos sorprenderíamos leer lo actuales que son, las críticas literarias sin cortapisas, críticas de novela sin censura. Si que había censura por parte de la República, pero de otro tipo. Se intentaba eliminar aquellas noticias que pudieran provocar desórdenes sociales; se censuraba, pero se avisaba de esa censura. En la dictadura no se ponía ese aviso de censura, era mucho más sibilino.
G.V.: Y siguiendo con los medios de comunicación, destaco ese apunte en el que menciona una columna creada en los periódicos llamada Héroes populares.
N.S.: En todas las guerras este tema militar siempre se ha intentado revestir de un aire mesiánico y de heroicidad cuando las guerras son humillación, son venganza, intereses, es lo más sucio del ser humano. Cuando quieres acoger chavales de dieciocho años para matarlos en las trincheras necesitas al menos ponerle ese estimulo de que serán héroes, que se lucha por una causa. Toda la parafernalia militar, la publicidad de las guerras, siempre ha ido por ahí. Era, también, una forma de rendir homenaje, que no digo que no, a esos chavales que estaban dejándose la vida por una idea y por una patria. Todo eso entra dentro de ese enganche de las guerras. Había una columna que se llamo ‘Héroes populares’ que se dedicaba a recoger a los que se morían. Lo que se buscaba era compensar a las familias por esa pérdida tan grande, incompensable. El ser humano hace cosas tan ridículas como las guerras y luego encima lo intentamos revestir de esa heroicidad cuando la heroicidad es la muerte; el héroe de guerra es el que cae en el campo de batalla. En todos los países y en todas las circunstancias se ha dado eso. Hay que engrandecer la guerra para que sea atractivo y los chavales se apunten. Es muy complicado, todo lo que es la guerra es una muestra de la estupidez humana absoluta y completamente.
G.V.: Del personaje de Julián Fierro me he atrevido a seleccionar una frase: «Era como un ciego –refiriéndose al padre de Dolores– dando manotazos en la oscuridad, intentando comprender. Fierro lo entendía mejor que nadie, a él le pasaba lo mismo».
N.S.: El personaje es un tipo muy perdido, un tipo que tiene muchos conflictos personales, muchas contradicciones. Él intenta comprender y no comprende, y a veces ni quiere. Porque es un descreído, una persona que no quiere implicarse en un momento complicado; no quiere comprometerse. Igual que no quiere comprometerse en su vida personal con Adela, con la mujer con la que tiene una relación. Y que le cuesta un compromiso tener a su madre enferma porque es una carga de la que no puede escapar. Igualmente le gustaría no comprometerse con lo que está ocurriendo, por que el compromiso es muy duro y puede costarte la vida. Se debate un poco entre eso. El caso de las niñas, que es el que él investiga, la parte de novela negra que tienes la historia, ahí sí que se compromete, pero intenta olvidar lo que ocurre en España cuando le va a llegar igual; le van a llegar los atentados, le van a llegar las luchas de los chavales en la calle, los enfrentamientos entre la UGT y la CNT, como policía que es le va a llegar. Intenta comprender y no se comprende ni a sí mismo.
G.V.: Hay una carga poética no solamente visual en la novela, en el inicio hallamos un poema de Miguel Hernández, también uno de Salinas…
N.S.: Hay varios poemas, de hecho, de Machado también. De alguna manera quería rendir un homenaje a esta época que fue una de las más importantes después del Siglo de oro. Teníamos a Luis Cernuda, a Juan Ramón Jiménez, a Vicente Aleixandre, después Lorca. Todo eso quedó completamente dispersado por la guerra. Cuando a Juan Ramón Jiménez le dieron el Premio Nobel él estaba en Puerto Rico y casi fue más celebrado en Puerto Rico que aquí. Como aquí celebramos el de Vargas Llosa, por hacer un poco esa comparación. También quería rendir un homenaje que a esos poetas que estaban saliendo; por ejemplo, el poema de Salinas es de un libro que se editó tres años antes. El golpe de estado y la guerra elimino todo eso. García Lorca podía haber escrito grandes cosas y no desarrolló todo lo que podía. Es una tragedia. Hago un guiño a esos grandes escritores poetas que hubo esos años.
G.V.: Siguiendo con la poesía, leo: «Alonso era un poeta y como tal nunca invitaba y además no había sido incluido en ningún grupo o grupúsculo de moda». Tiene sabor a La Colmena.
N.S.: A mi Cela me gusta, Cela me parece un gran renovador del estilo literario en España. Después hay otras cosas de Cela que no son tan de mi agrado, muchas. Hay muchos que dicen que Cela eran un gran escritor y un mal novelista. Cela caricaturizaba un poco a algunos de sus personajes, los hacía con una imagen un poco fría. Pero eso que te refieres de mi novela es una ironía; ya se sabe que los escritores, en general el arte, nunca ha dado para grandes dispendios. Que el poeta nunca invite es una ironía, porque está canino. Y lo de los grupos o grupúsculos siempre se ha dado, sobre todo en la poesía mucho más que en la novela; siempre ha habido grupos. Con este personaje poeta también lo que quiero es hacer un personaje que tiene su gracia como también sus contradicciones, p. ejem. cuando surge la guerra escribe poemas de guerra, cuando él no tiene ni idea de la guerra, y él hace esos versos como yo digo inflamados y hercúleos. El poeta es un personaje muestra de aquellas personas que viven por y para el arte, al margen de la vida, de la vida real, de las cosas materiales. Duerme cuando le parece, de hecho no duerme por la noche porque dice que es cuando van a visitarle las musas; es un personaje enfrentado a la realidad de las cosas. Hay un contraste ahí muy grande.
G.V.: De la infancia, portada del libro incluida, leo: «Sus llantos también eran de miedo porque ahora sabían que también podía ocurrirles a ellas sin haber recibido uno de esos besos de película».
N.S.: Esto lo dicen las compañeras de clase de la primera niña, Margarita, cuando ésta muere. Las niñas que mueren son un poco un símbolo de esa España que desaparece, las niñas pierden la oportunidad de tener una vida. Es un poco ese símil de lo que pasaba en el interior y en el exterior, o lo que en el individuo y la colectividad. Un individuo es asesino de la misma manera que una colectividad se mete en una guerra. Porque al final la sociedad somos nosotros, cada uno individualmente. Cuando decimos: ‘es que la gente es muy…’, ¿y yo, cómo soy?, porque yo soy parte de la gente. Y esa visión de la adolescencia o infancia, esa cosa de ¿cómo es posible que muera una niña de catorce años o de dieciséis años?, ¿cómo es posible que la muerte le toque a alguien así? Es una de las mayores muestras de injusticia que puede haber, que muera un crío, eso no es natural; sí, bueno, es natural, pero no es justo. También es una muestra de lo que pasaba en España, no era bueno, ni era justo para nadie. Quitando a cuatro la guerra no le vino bien a nadie. Tener a un país en la miseria, el racionamiento, los bombardeos, la tisis, no fue beneficioso nada más que para cuatro.
G.V.: Otro personaje es Madrid, sin duda: «La ciudad no dejaba de crecer y cada día los trenes traían cientos de nuevos seres para reemplazar a sus víctimas».
N.S.: Las grandes ciudades tienen esta fuerza centrípeta, vamos a decir, y también centrifuga. Igual que hay gente que se puede ir agotado de vivir en una gran ciudad, y Madrid lo era. Madrid tenía esa atracción del trabajo, pero a la vez muchos problemas de vivienda. Decías antes de Cela, en sus novelas o en las novelas de la gente de la época aparece la figura de la patrona pues había mucha gente que alquilaba su vivienda. Había mucha gente que necesitaba un hueco donde vivir y también necesidad de dinero, lo que se hacía era que si tenias tres cuartos alquilabas dos y vivías en el tercero, en un cuarto llegaba a vivir una familia entera, hacinada. Había mucha gente del campo que se iba a Madrid a trabajar; a Madrid, a Barcelona, a Valencia… lo cual a veces suponía también una pérdida de vida importante. Hay que recordar, y se vio mucho en la posguerra y un poco ahora, que en la ciudad las piedras no se comen, y entonces, cuando hubo problemas económicos, cuando alguien perdía su trabajo en la ciudad estaba realmente fastidiado. En cambio, para la gente que vivía en el campo, y eso lo sabe bien la gente que vive en el campo, siempre había algo para comer. Se podía pasar hambre y se podía pasar necesidad de otras cosas, pero en el campo siempre había algo que comer. La hambruna de Madrid cuando fue sitiada fue terrible. La gran ciudad es la atracción del trabajo, pero a veces los alquileres, la vida puede ser mucho más complicada en una gran ciudad que en un pueblo.
G.V.: ¿Qué supone haber ganado con su segunda novela la XXXI edición del Premio Felipe Trigo?
N.S.: Una satisfacción porque en Villanueva de la Serena lo cuidan muchísimo, hay un jurado muy amplio que va eligiendo las novelas. Yo cuando recogí el premio me encontré a lectores, gente que la había leído y la había defendido escalón a escalón hasta arriba. Es un premio muy importante, un premio muy bueno, muy limpio, muy honesto y que creo que en Villanueva le dan un cariz muy especial, lo tienen como algo muy suyo y lo cuidan; es un orgullo.
Al acecho, Noemí Sabugal. Editorial Algaida.