IGNACIO ELGUERO: «Utilizo a Leif Garrett como icono de una adolescencia lúdica, iniciática».
Las novelas a menudo no solo se leen sino que se oyen a través de la banda sonora que los escritores incorporan entre las páginas. Es el caso de esta novela, la primera del periodista Ignacio Elguero. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, en la actualidad es Director de Programas de RNE, emisora a la que trabaja desde hace 16 años. Además, dirige el programa de literatura “La estación azul” de RNE-Radio1.
Esta novela tiene una gran banda sonora, supongo que siendo un profesional de la radio le habrá sido cercano, que no fácil, y hasta cierto punto emotivo incluirla entre las páginas.
Efectivamente, la novela tiene una banda sonora. Es la banda sonora de la generación del baby boom, que es la que escuchaba cada uno de nosotros, la que escuchaban los hermanos mayores, los pequeños y los padres. En definitiva, lo que sonaba en casa: en la tele de dos canales, en la radio y en el tocadiscos. Y va desde Bee Gees, Supertramp, Eagles, Police, pasando por Umberto Tozzi, Abba y Francis Cabrel hasta Victor Jara o Carlos Mejía Godoy y Los de Palacagüina. Cada momento tiene su música, cada capítulo su canción. Es una forma de ubicar la acción de forma temporal y acentuar la tensión dramática de la narración.
La protagonista y un antiguo novio tienen una escena interesante, además de profunda, en un momento de la novela en el que reflexionan sobre la infidelidad a partir de una película, Match Point, ¿por qué la eligió especialmente? ¿La infidelidad también es un tema importante cuando se quiere hablar de amor y desamor?
La película me parece una de las mejores de Woody Allen. Una gran película. La reflexión que hace sobre el tema del amor, el deseo, la saciedad del mismo; la pasión amorosa, el sexo, los celos y el sentimiento de culpa es magistral. La infidelidad es un tema apasionante como material literario, pues conlleva en torno al mismo todo tipo de pulsiones humanas.
¿Cómo surgió la idea de escribir ‘LEIFT GARRETT EN EL DORMITORIO DE MI HERMANA’ y qué retos le surgieron respecto a sus anteriores obras?
Yo siempre he estado interesado por el periodo histórico que me ha tocado vivir. Me interesa el desarrollo de la llamada generación del baby boom, y he publicado varios libros en torno a ello, como ‘Los niños de los Chiripitifláuticos’ o ‘Al encerado’. Ahora quería novelarlo, y así nace la novela.
¿Hubiera sido muy distinta esta novela si Teresa hubiera encontrado un poster de Los Beatles, Camilo Sesto o Umberto Tozzi?
No, hubiese sido igual. En el fondo no sale más que al comienzo de la novela, en la pared del dormitorio de la protagonista. Utilizo a Leif Garrett como icono de unos años, de una adolescencia lúdica, iniciática, pero nada más.
‘O te apuntas a las nuevas tecnologías o no existes. La sociedad, de una u otra forma, te obliga.’ Lo comenta Julián a Teresa, ¿realmente cree que es así, ha pensado en si esta novela llegará más a un público madurito que a otro, más joven, digamos a los ‘nativos digitales’?
Cualquier persona mayor, digamos, de treinta años, se identifica perfectamente con lo que en ella se dice. Es decir, es una novela de reflexión en torno al amor, la memoria, el desamor, las decepciones, el paso del tiempo, la vejez de los padres, la llegada de los hijos, las amistades… Una novela de sentimientos, que arranca a finales de los setenta y llega hasta hoy en día. Es evidente que las nuevas tecnologías han cambiado muchas cosas, desde el ocio a la forma de relacionarnos.
A una persona joven, lo que le choca, tras la lectura del libro, no es solo los cambios tecnológicos, que también, sino cómo vivimos la juventud: la forma de relacionarnos, nuestros miedos, inquietudes, nuestra moral etc.
Teresa, en una conversación con sus amigas, dice que no es que ya no tenga ilusiones, pero que la vida se ve de otra manera, ‘se mira más hacia atrás que hacia delante’. Me ha recordado a esa frase que dice que la vida se vive mirando hacia delante pero se entiende mirando hacia atrás.
No se puede vivir del pasado, pero somos pasado. De primeras, todo el mundo es más pasado que futuro, pues el pasado es experiencia vivida y el futuro no existe. Recordar, recrear imágenes pasadas, reconstruir mentalmente momentos de felicidad, personas que ya no están con nosotros, por ejemplo, son aptitudes de la mente humana que nos hacen únicos como especie. Un don. Por eso me gusta retratar el pasado, gozarlo como posibilidad de recuerdo. Pero no concibo quedarte solo ahí, no evolucionar al ritmo de la sociedad, del nuevo tiempo.
Ana, otro personaje de esta novela, afirma que ‘los hombres envejecen peor que las mujeres, que si se quedan calvos y engordan no hay quien los reconozca’. Lo remata añadiendo que al parecer el cantante Leif Garrett actualmente ‘está hecho una penita’. No sé qué opina, temo su respuesta.
Creo que, efectivamente, los hombres envejecemos peor, bueno, algunos… En la novela trato el tema del paso del tiempo como deterioro físico. Reflexiono sobre la pérdida de la juventud y el ansia de los individuos –empujados por la sociedad–, de alargarla. Hablo de la llamada ‘tiranía de la imagen’. Digamos lo que digamos, a nadie le hace gracia envejecer. En un determinado momento, nos gustaría detenernos. La pérdida de la belleza, la elasticidad de los cuerpos, su dureza, su hermosura es algo que puede acabar convirtiéndose en obsesión.
Otra frase que extraigo de esta estupenda novela, una de esas que invitan a la reflexión, es: ‘La soledad asusta, tanto quizá como la muerte, que es la soledad total, definitiva.’
Trato la soledad desde dos puntos de vista. La nuestra es una generación que se pensaba que muchas cosas eran para toda la vida, pero no. Los abuelos, los padres se querían para toda la vida. En la actualidad, el número de divorcios entre las personas de cuarenta y cincuenta años es alto, más que en las generaciones anteriores, y posiblemente no sea superado por las generaciones más jóvenes. Eso ha hecho que tras una ruptura, con la consiguiente decepción vital, llegue una especie de sentimiento de soledad que abruma. Y por otro lado abordo la soledad de los padres que van quedando viudos o viudas. Otra soledad que ofusca, y que entristece a los hijos.
Ahora hecho de menos una segunda novela, continuación o no, con un Julián que encuentre un poster de Samantha Fox y empieza a evocar su juventud.
Sí, pues lo he pensado. La visión masculina de todo el mundo de relaciones y actitudes que refleja Teresa pero visto desde el otro lado, desde la óptica del chico. Pero la verdad es que si escribí desde la mirada de una protagonista femenina es porque las actitudes del chico, el pensamiento masculino, me parece más previsible.
Leift Garrett en el dormitorio de mi hermana, de Ignacio Elguero.
Editorial Planeta, 2014