Esta semana entrevistamos a la periodista y escritora Raquel Sánchez Silva que recientemente ha publicado su primera novela Mañana, a las seis. Nacida en Plasencia (Cáceres) en 1973 con una amplia trayectoria profesional dentro del mundo de la televisión, ha trabajado como presentadora de informativos en Televisión Española y en Telemadrid. Ha sido presentadora en programas tales como ‘Pekín Express’, ‘Supervivientes: perdidos en Honduras’, ‘Acorralados’, ‘El cubo’, ‘Perdidos en la tribu’ o ‘Deja sitio para el postre’.
Al plantearse escribir esta novela, ‘Mañana, a las seis’, ¿lo hizo pensando en entretener al lector, en hacerle reflexionar o mitad y mitad?
Siempre pretendí una reflexión tranquila que les llevara a saborear emociones muy puras que hacen la vida más hermosa y eso, no sólo entretiene sino que se agradece. No deseaba poner al lector en una encrucijada pero no quería que simplemente pasara el rato. La implicación emocional era fundamental para disfrutar de las historias completamente.
Las primeras novelas dicen que son las más autobiográficas, ¿cuánto de experiencia propia y ajena hay en esta primera novela de Sánchez Silva?
No tengo intención de trabajar lo autobiográfico más allá de los detalles. Esta primera novela está especialmente alejada de la realidad porque necesitaba que así fuera. En cualquier caso, a ratos veo a mi abuela, intuyo un recuerdo, una frase que escuché, un sabor que me sorprendió, una linda vista, una mirada…pero nada lo suficientemente rotundo como para considerarlo autobiográfico.
Leo en su novela: ‘Las buenas mujeres no dejaban que la luz las traspasara. Las buenas mujeres no pueden ser tan transparentes, son opacas.’
En ‘Mañana, a las seis’, y este es un pensamiento del propio libro, las mujeres como Aurora -y es mi personaje favorito- tampoco no son del todo transparentes. Ese «ser opaca» tiene que ver con lo que te guardas por los demás, no con el miedo a ser transparente. A veces ser demasiado transparente puede sonar muy vistoso pero también puede ser muy egoísta.
No sé si ha pensado en el tipo de lectora o lector que va a encontrarse reflejado en esta aventura de Lucía y compañía, a veces las historias tienen su momento, su público.
Hace un par de días, estuve hablando con dos hermanas que ya habían cruzado la barrera de los cincuenta y habían leído la novela. Me encantó escucharlas, reír hablando de los fragmentos más eróticos defendiendo que lo entendían todo y que no les hubiera importado algo incluso más explícito. Mujeres muy jóvenes leen y disfrutan mucho con Aurora y Lucía. Los hombres se divierten con el giro final. No deseaba encerrar ‘Mañana, a las seis’ en un grupo social, un paréntesis generacional… El mundo coral de la novela intenta llegar a todos, dar la posibilidad a todos los lectores de encontrar su momento y su lugar dentro de estas historias.
Me viene bien para preguntarle por una frase en su novela, sobre la adolescencia, en la que Cesar le dice a Lucía: ‘Te estás comportando como una chiquilla idiota. Prefiero irme antes que tener que recordarte estos meses como una quinceañera histérica’.
En ‘Mañana, a las seis’ también hay espacio para las niñas histéricas. Incluso podemos intuir que Aurora pudo serlo (risas).
Hay un interesante triángulo de miradas y perspectivas, desde la de Lucía en su lucidez emocional; la de Cesar, tan masculinamente racional; a la de León, con esa altivez e indiferencia que incluso Lucía admite parte de un sistema de comunicación silencioso, intimo e indescifrable.
Cada uno observa la realidad desde su punto vital que es completamente diferente al de las personas que les rodean. Todos viven momento que definirán lo que vendrá. Bueno, el gato simplemente observa aunque siempre quise que León fuese la representación de la propia curiosidad y los deseos del lector. Esta novela habla por encima de todo lo distinta que puede ser la visión de una misma realidad, la interpretación del ruido o los sonidos reales dependiendo de quién sea quien observe, analice o escuche.
En ‘Mañana, a las seis’ también descubro una historia familiar, personajes que buscan y encuentran en la espera vital que nos va transformando inexorablemente, ¿cree que el amor está más próximo a la amistad como el odio lo está a la indiferencia?
Quiero creer que el amor y la amistad son lo mismo y que el odio debe ser combatido con lo único que realmente merece: la indiferencia.
¿Sería capaz de convencer a un/a lector/a de que esta novela es una deliciosa cita a ciegas (al escogerla entre el resto de novelas de la librería) con la que disfrutará al menos tanto como usted mientras la escribió?
Quiero convencerle cuando acabe la lectura. Antes, simplemente le diría que lo he intentado, que he trabajado mucho y que la he escrito desde el corazón y las tripas y que lo único que deseo es poder agarrarle el corazón y calentarlo un poquito, que la vida sea más estimulante después de leer ‘Mañana, a las seis’.
(Foto: cortesía Editorial Grupo Planeta.)