Hay veces que tienes que encontrarte fortuitamente con un arqueólogo para pararte a pensar en qué hay bajo el suelo que pisas.
Eso me ocurrió hace poco, en el trabajo. Resultó que una chica, una cliente a la que había visto en repetidas ocasiones comentó que estaba en pleno proyecto de restauración de una muralla, y entonces, tras la duda, acabé por preguntarle abiertamente “¿eres arqueóloga?”. Pues sí, sí lo era, además de renombre, pero como suele ocurrirle a estas personas, se le ve a la legua la humildad y ese talante de buena gente que te hace disfrutar de una conversación entre ordenadores… Poco frecuentes tales encuentros, pero tras X años al otro lado de la mesa, os diré que esas cosas gustan.
Pronto me interesé por su trabajo (en parte siguiendo el latido de ese sueño infantil donde descubría una pirámide yo solita, lo reconozco), pero sobre todo me interesé por lo que hay bajo el suelo que he pisado hasta el tedio en el centro de Valencia. Me comentó cosas, me aconsejó visitar un par de museos, y con toda la amabilidad del mundo, me dejó unos dossiers y cuadernillos especializados para que descubriera y recordara qué hay bajo lugares emblemáticos de la ciudad de la luz.
Los leí todos en una tarde, y me sentí tan bien que pensé “hay que hablar de esto”. Los “Sabías que” son geniales, pero aprovechando las ganas de cambiar un poco de tercio, he pensado que, si no aconsejándoos un libro en concreto o reseñándolo para la revista, sí podría animaros a visitar las librerías de Museos de vuestra ciudad. Si os pasa lo que a mí, pronto os descubriréis pensando algo como “¿y por aquí pasaría Cayo Julio César?…”.
Es genial, de verdad, una grata experiencia a solo un paseo de distancia.
Esa es mi lectura recomendada este mes.
#enjoy
Comparto tu fascinación por los museos. Un artículo muy interesante. Enhorabuena.