Entrevistamos a Rosario Raro (Segorbe, 1971) a raíz de la publicación de su última novela ‘Volver a Canfranc’ (Planeta, 2015).
Doctora en Filología, postgraduada en Comunicación Empresarial y en Pedagogía, es profesora de creación literaria, dirige el Curso de Escritura Creativa de la Universidad Jaume I de Castellón desde 2004 y además de impartir clases sobre esta materia en distintas instituciones y ciudades. En 2009 fue una de las dos españolas finalistas del concurso de escritura literaria Virtuality Caza de letras de la UNAM de México y del premio Internacional de novela Vargas Llosa de la editorial Alfaguara. Con su obra literaria ha conseguido numerosos premios internacionales: Ciudad de Huelva, Magda Portal del Ministerio de la Mujer de Perú, Cruzando Culturas, Ateneo Ciudad Galdós de Las Palmas de Gran Canaria, Igualdad de Aranda, Mujer Kimetz Elkartea de Ordizia, Tecnocuentos de RNE, Palabras de Mujer, etc. Ha sido traducida al catalán, al japonés y al francés.
Antes de abrir la novela me encuentro con el fajín o vitola donde leo una frase de Luz Gabás por la que te querría preguntar, afirma de ‘Volver a Canfranc’ que ‘recupera parte de nuestro pasado’ y además que ‘merecía ser contada’.
Yo solo he llorado con el final de tres libros porque sus desenlaces me parecieron prodigiosos. Con La pell freda de Albert Sánchez Piñol, con El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez y con Regreso a tu piel de Luz Gabás. Creo que con eso reflejo toda la admiración que siento hacia ella. Fue la primera persona que leyó las galeradas de la novela por indicación de la editorial Planeta y me fue muy bien que fuera alguien precisamente que conoce el Pirineo oscense. Junto a mi editora me presentó la novela en Madrid, así que creo que por todos estos motivos la faja no es nada accidental sino que “tocaba”.
Si oímos II Guerra Mundial, hay quien pensará en seguida en Normandía, en el desembarco de los aliados, pero en parte esto se fraguó desde aquí, desde Canfranc. ¿Qué nos puede contar brevemente de esa cierta vinculación con el consulado inglés de San Sebastián y la Resistencia?
Parece que a través de esta estación se cruzó a piezas el primer radiotransmisor que permitió que se pusiera en contacto el alto mando aliado con la resistencia. En mi novela hay una escena que lo recrea. Son episodios emocionantes porque persiguen lo que hace que un ser humano sea digno: la libertad. Canfranc fue un enclave estratégico, el paso central por los Pirineos, el camino más corto entre Madrid y París. Fue y es muchas cosas que suenan a película. Pasaron por allí (y se salvaron) algunos de los mejores artistas e intelectuales del siglo XX: Max Ernst, Marc Chagall, Alma Mahler e incluso Josephine Baker. En este último caso, quien corría peligro no era ella sino su marido Jean Lion, magnate de la industria azucarera, por su condición de judío.
Entre tanta dureza, entre tanta miseria humana y horror, ‘Volver a Canfranc’ también es una historia de generosidad y de amor. Háblenos de esa parte tan seductora de la novela.
Es así porque considero que las circunstancias extremas funcionan como una lupa de laboratorio y hacen que salga lo mejor y lo peor de un ser humano. Creo que en la adversidad es donde realmente se conoce a las personas. Lo que puede hacer más atractivo a un héroe es precisamente su insistencia en negar la importancia de sus hazañas. Hay dos caminos: minimizar lo grande o aumentar lo pequeño, este segundo es el más directo a la hilaridad.
Puede parecer a primera vista que esta novela tiene mejor acogida entre un público más ‘maduro’, ya que narra hechos que sucedieron hace más de medio siglo, como experta en blogs, en redes sociales y el mundo editorial ¿cuál cree que es la mejor manera de llegar a un público más joven a la hora de acercarles este tipo de novelas, de sucesos históricos ya documentados ya novelados?
Durante estos dieciséis meses desde que salió, he observado en las ferias del libro y en las presentaciones y demás actividades literarias que Volver a Canfranc tiene lectores muy variados y con esto me refiero a que han venido a comprarla desde adolescentes hasta personas octogenarias e incluso algún nonagenario. En la feria de Huesca, por ejemplo, se acercó un señor que se llama Guillermo y tiene 94 años y me dijo: “Yo estuve en Canfranc con los alemanes”.
Esto lo relaciono con que tiene varios motores argumentales: el tema judío, y por extensión la II Guerra Mundial con sus implicaciones de táctica militar, todo lo que tiene que ver con el mundo ferroviario, el paisajístico porque los escenarios sobrecogen por su majestuosidad, el propio edificio de la estación, la relación de los personajes, el tirón que tiene Durandarte por sí mismo. De todos ellos es por el que más me han preguntado a propósito de su existencia, que decíamos antes. Representa el sueño del justiciero. En fin, y la fantasía que Jana Belerma, la camarera protagonista, no se quiere permitir.
Creo que cada grupo de lectores se ha acercado por un motivo distinto a este libro y después han descubierto los demás. En lugares muy distantes de España me he encontrado personas que tenían relación con Canfranc porque sus padres habían estado destinados allí, porque habían hecho la mili en Jaca, maniobras en Rioseta, porque fueron de colonias un verano, etc. Desde la Edad Media ha sido un lugar de paso y esto hace que se haya convertido en una referencia para los viajeros: primero fueron los peregrinos del Camino de Santiago y después los pasajeros de la línea de tren internacional. Es un lugar con potentes propiedades magnéticas.
Cuando comencé a escribir Volver a Canfranc no me planteé que en el 2015 se cumplía el 70 aniversario del final de la II Guerra Mundial, ni muchas otras cosas que después han demostrado que era un momento muy oportuno para contar esta historia. Mi única intención era compartir unos hechos que a mí me habían emocionado y quería ver si en los lectores surtían el mismo efecto.
Creo que quienes escribimos tenemos un compromiso social ineludible, una labor de rescate imposible de obviar, que nos debe conducir a poner el foco sobre aquello que se quiere silenciar; a arrojar luz sobre sucesos que a muchos no les conviene que se aireen y que por ende, a otros muchos les encantará saber de ellos.