La dificultad de un buen disco en estos tiempos

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Ha cambiado bastante en los últimos tiempos la música, como todo lo que ocurre alrededor. Los tiempos van rápido, de la mano de los smartphones y la aclamada «era digital», y como todo, no llueve a gusto de todos. Si es positivo o no, imagino que da igual, porque no es posible dar marcha atrás ni cambiar nada, solo queda adaptarse. O morir.

Sonaría a tópico recordar al walkman o al discman, por no hablar de la importancia que ha ido perdiendo la radio. Es una evolución lógica, en el caso de la radio es obvio que antes el pueblo tenia menos abanico de opciones para escuchar música aparte de la radioformula, ahora solo se queda como un objeto de culto y en todo caso un producto para conductores y/o trabajadores que la utilizan para aliviar sus horas de suplicio laboral.  Por no hablar del vinilo, que ya habría muerto si no fuese por la pasión de melómanos y los benditos dj´s, muchos de los cuales todavía no se han abandonado al formato digital y siguen arañando el plástico con soltura como en los viejos tiempos.

Pero no es ese el asunto principal. Youtube lo es, medio de comunicación principal desde hace años que ha obrado el milagro del éxito instantáneo y provocado el auge de los videoclips como herramienta principal de triunfo del artista. El single ha adquirido un significado capital, y borrado del mapa la importancia de toda canción que no vaya acompañada de su trabajo audiovisual pertinente, pues el moderno espectador, de carácter vago, no va a indagar en un trabajo si no lo ha descubierto antes en el tubo.

Por un lado es de agradecer por la instantaneidad y la facilidad de acceso a la música, que al fin y al cabo entendemos que debe ser algo de carácter universal a la que podamos llegar todos. El videoclip cumple su función de marketing, llamando la atención del ojo con imágenes, mensajes y símbolos que sobrepasan lo que se podría esperar de un track normal y corriente. Por poner un ejemplo, que seria de M.I.A. sin sus videoclips, sin quitarle merito a su arte sonoro que es mucho (me encanta) el boom de su obra alcanza la máxima expresión en Youtube, con esos clips que, especialmente los que ha contado con Romain Gavras, han reventado la red. Y mis ojos, como los de muchos.

M.I.A.

Todo esto esta muy bien, yo soy el primer consumidor masivo de vídeos en la red, que se pasa horas saltando de vídeo relacionado en vídeo relacionado. Pero en mi opinión se ha perdido algo, el éxito de los trabajos completos, ese engancharse a un disco en su conjunto y no parar de darle al repeat, como ahora se da a una canción singular. Hablando de rap, por ejemplo, mi campo preferido, esto ya funciona así. Muchos hemos quemado el tema de El Coleta con Mala, pero ¿Cuantos han masticado el disco publicado a posteriori?. Es lo que tiene, imagino, siempre hay excepciones, como los discos de Badass o Lamar este año (recuperando la esperanza del rap clásico en los States) pero la tónica es esa, fast food music.

Eso es lo que se ha perdido, a mi juicio. Echo de menos todo lo que significaba antes una gran aparición, que al fin y al cabo era un gran trabajo detrás. Un «Reasonable Doubt«, un «Dangerous«, un «Miseducation«, ahora cuando hay una gran aparición es como A$ap Rocky, una buena cantidad de singles que son bombas para aparecer en todas las cuentas de Spotify, pero el trabajo que aparece detrás, no es que defraude, pero desde luego no pasa a la memoria colectiva. Te quedas con las canciones sueltas, y eso no me termina de llenar, personalmente por supuesto. Gana la difusión, pierde la trascendencia.

Lo dicho, toda adaptarse a los tiempos que corren, y cada uno ser consecuente con lo que piensa, desde luego no hay que ser alarmista, el arte no va a morir. Los ya citados Lamar o Badass te lo demuestran cada uno a su manera, ambos adaptándose a la era digital. Eso si, yo por mi parte intento declarar mi amor diario a la vieja manera de hacer las cosas, continuando la tradición de como yo creo que se deben hacer las cosas. Escuchando un trabajo entero antes de poder juzgar a un artista con cierto criterio, consumiendo música en formato físico (y comprándola) y acudiendo a eventos para ver la puesta en escena de dichos trabajos, puesto que es muy fácil criticar desde detrás de la pantalla de un ordenador tras haber visto el «Live» en la red.

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