La nueva versión de Nabucco de la Deutsche Oper es como un menú de restaurante de barrio pretencioso: correcto, con buena presencia y ingredientes a la altura del precio. Nadie sale defraudado, pero tampoco entusiasmado y el espectador que come a la Deutsche Oper espera un menú degustación de guía Michelin.
La propuesta escénica del director británico Keith Warmer demuestra su buen oficio, donde como en cualquier buen guiso, ningún gusto resalta por encima de otro y es difícil dar con la lista completa de todos los ingredientes. El problema es que el resultado gusta pero no maravilla y dirige al espectador a ningún punto, creando momentáneamente emociones pero sin ser capaz de mantenerlas. Quizá el grave problema de la propuesta radica en que no hay, no se lee o no se transmite, una propuesta intelectual de envergadura que justifique su puesta en escena. Dicho en otras palabras, ¿cuál es el conflicto, sobre el que se quiere reflexionar?
Warmer propone, en sus propias palabras, una lucha entre el pueblo ilustrado de los israelitas y la cultura fundamentalmente militar de los babilonios. Para transmitir esta idea expone a los israelitas en un gran prensa decimononicamente vestidos y a los babilonios vestidos atemporales con largas lanzas en una torre que recuerda a la chimenea de una fabrica. Cuesta seguir la lucha entre los dos poles que quiere proponer el director, quizá porque no consigue definir los dos mundos. Y es muy difícil mostrar una guerra, sin conocer los contrincantes.
Las pinceladas que utiliza al largo de la función para crear los mundos antagónicos, como los carteles en lenguas diversas que cuelgan del techo, o la valla plegable de tintes militares no consiguen por desgracia mantener la tensión dramática. Los carteles son arrancados con las iras de un Nabucco que se sabe traicionado, y la valla, crea nuevos espacios escénicos con un elemento dinámico. Y si bien hay destellos geniales, como la escena de la ejecución del cuarto acto, hay otros decepcionantes, como resolver la corrupta Babilonia con unos cojines rojos donde la princesa Abigail se revuelca casi cándidamente con un secuayo.
Por otra parte la dirección tiene grandes aciertos siendo justos hay que destacar: una buena dirección actoral, un gran trabajo de coro (tanto musicalmente pero también como elemento escénico), una gran iluminación (porque sin destacar crea los espacios y los ambientes necesarios) y sobre todo, la agilidad, elegancia y maestría con que Keith Warmer resuelve los diferentes cambios de escena: todos vistos y todos con intención dramática.
En resumen: buena ópera, de eso que nadie tenga ninguna duda. Ópera que nadie va a defraudar pero que raramente va entusiasmar. Buenas interpretaciones actorales, una escenografía bella y una propuesta muy digna pero que sabe a poco, por los destellos de genialidad que se ven y el poco calado de su conflicto dramático.
Fotos der Endproben von «Nabucco», Regie: Keith Warner, copyright: Bernd Uhlig, Kontakt: mail@bernd-uhlig-fotografie.com