‘Entre malvados’ entrevista a Miguel Ángel Muñoz

Miguel Ángel Muñoz nació en 1970 en Almería. Ha publicado en esta editorial los libros de relatos El síndrome Chéjov (2006) y Quédate donde estás (2009), así como La familia del aire (Páginas de Espuma, 2011), en el que reunió una treintena de entrevistas, que habían ido apareciendo en su blog, a los principales escritores de relatos del panorama español. Sus dos novelas son La canción de Brenda Lee (2012), que recibió el Premio Sintagma y el Premio de los Libreros de Almería, y El corazón de los caballos (2009). Cuentos suyos han sido incluidos en las más notables antologías del género, entre las que destacan Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual (2010) y Pequeñas resistencias 5. Antología del nuevo cuento español (Páginas de Espuma, 2010).

Le entrevistamos tras publicar ‘Entre malvados’ (Páginas de Espuma), libro que estará presentando y firmando el viernes 27 de enero en la Librería Ramón Llull de Valencia.

Si tuviera que destacar un elemento constante en estas historias, más allá del tema vertebral, sería el ritmo, el desasosiego que emanan, esa anticipación del resultado en el inconsciente del lector, no sé si está de acuerdo.

Me alegra que lo hayas percibido así, puesto que el verdadero hilo conductor de cualquier libro de cuentos, para mí, es el lenguaje y los climas que se pueden crear con él. Jugar con el lenguaje, buscar ciertos ritmos, pueden lograr que ese desasosiego cale en el lector y que el lector, más que leer una historia determinada, la sienta. Para mí la literatura es un arma emocional masiva, y quisiera que el lector se metiera en mis cuentos todo lo posible.

Miramos cara a cara a los malvados, en ocasiones oyéndoles en primera persona, pero también somos testigos del sentir de sus víctimas  través de estas diez historias, de la inocencia antes incluso de que se transforme en maldad, ¿no es así?

Quería alejarme del ejercicio más o menos morboso -pero tan tentador- de fijarme en el villano y resaltar su fascinante figura. El libro tiene un indisimulado propósito moral, y me imponía como sacrosanto mandamiento, antes de trazar y escribir cada cuento, el de narrar con crudeza y sin vendas protectoras, pero siempre como un observador empático con la condición de víctima. Si hablamos de la maldad, la víctima ocupa la posición más compleja, pero también es muy atractiva literariamente, puesto que no posee el halo del malvado, lo que hace que indagar en su arquitectura como personaje sea un desafío mucho mayor.

La lectura de las 10 piezas, su disposición ¿sigue un orden meditado, ha de leerse en este o a capricho del lector?

El orden de los cuentos en el libro está muy meditado. Es algo que me parece fundamental al elaborar un libro de relatos. Se busca cierta armonía, un sentido determinado. El primer y el último cuento están dispuestos en su lugar por motivos que, cuando el libro se ha leído, se entienden. Recomendaría que se siguiera la lectura propuesta, aunque el lector es libre para leerlo como sus pulsos le dicten.

En comparación con el resto, tres de los relatos incluidos en ‘Entre malvados’ son especialmente breves  ¿obedece  como en el caso anterior a una finalidad concreta?

En todos mis libros de cuentos he incluido relatos de extensión muy diversa. Me atraen los cuentos a la manera norteamericana, de más de veinte páginas, en los que pueden desarrollarse ideas y conflictos, pero en esos libros siempre ha habido algunos cuentos muy breves. En el caso de «Entre malvados» me parecía que temáticamente ampliaban el sentido de otras historias, con las que dialogaban, y también, por su brevedad, servían como ejercicios respiratorios tras algunos relatos, para que el lector tomara aliento antes de seguir.

Aunque hay dos relatos muy vinculados a la fatídica fecha del 11 de marzo de 2004, creo que ‘Los nombres’ se comprende sobre todo al llegar al punto de conocer esa fecha y se reflexiona aún más cuando leemos su nota al final.

Esos relatos tenían que funcionar por sí mismos. Incluso puede que el lector no perciba los datos, los presagios, la sospecha desasosegante que los vincula con esa fecha, pero el efecto emocional tenía que estar ahí. Que los cuentos tuvieran su propia lectura, amplificada por el contexto y el acto brutal al que se refieren. En cierto modo, eso no es sino otra capa de subtexto, tan necesario en el relato.

He caído en la cuenta de un curioso concepto, tras leer ‘Donde el Borgión se esconda’: el miedo colectivo desde su faceta pedagógica; incluso de la necesidad de cierta dosis de miedo para crear un orden social.

No hay ningún orden social que se imponga y que pretenda sobrevivir sin inocular miedo entre los ciudadanos. La literatura, la cultura, por su propia naturaleza, son contrarias a la idea del miedo, y se alían con el concepto de libertad, siquiera una libertad psicológica que no puede ser dominada por el sistema social de turno. En ese cuento se narra la distopía de una sociedad entregada a una cultura que la cohesiona, y que no admite ninguna disensión mítica, como la que el Borgión representa. Por eso ese monstruo representa una amenaza que hay que afrontar, como tabú que mantenga el orden a salvo.

Háblenos de otro concepto que también me ha resultado llamativo, el de la arquitectura simétrica de la venganza.

Bueno, uno de los dos brazos de la bondad se agarra siempre a la maldad. Y en ese viaje de ida y vuelta a conceptos complejos a los que el maniqueísmo les sienta tan mal, la venganza es un concepto muy interesante, puesto que contiene dentro de sí esa ambivalencia moral. La venganza puede llevarla a cabo la víctima cuando recibe un daño, y ejecutarla lleva, sin retorno, a la comisión de una nueva maldad, que puede necesitar una nueva venganza. Así, hasta el final.

Uno de los relatos está inspirado en Charles Manson y lo ocurrido en Beverly Hills en 1969, ‘Los hijos de Manson’ es una historia poliédrica donde ‘el niño sin amor’ tiene hasta un pequeño guiño al final del libro, en la nota de edición, ¿hay también un guiño a la impunidad entre tanta maldad?

La historia ya clásica de Manson está incluida en un largo relato en el que, junto a la suya, se narran historias sobre asesinos en serie como Kuklinski o Calva Zepeda, pero también sobre escritores «malvados» como Rousseau o Arthur Miller. Me resultaba paradójico que los criminales vivieron toda su vida obsesionados con la idea de formar una familia en la que sentirse integrados, y sin embargo los escritores tuvieron una familia de la que se desprendieron, con frialdad criminal.

Precisamente estos días Manson ha sido ingresado en el hospital, bastante enfermo. Cuando muera, será un buen final para él, aunque me temo que su funesto mito seguirá creciendo. La gente olvidará a Sharon Tate, pero lo recordará a él.

 

27 de enero 19,30h en la Librería Ramón Llull. c/ Corona, 5 de Valencia. (Barrio del Carmen)

MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ, acompañado de Pepe Cervera.

‘Entre malvados’ (Páginas de Espuma).

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