Acudimos a un céntrico hotel de Valencia para charlar con la escritora Care Santos que promociona su última novela, ‘El aire que respiras’.
El aire que respiras, ¿es una historia de pasiones sinceras y algo de fetichismo?
Sí claro, de pasiones sinceras, me gusta esa definición. Me considero bibliófila, me gustan los libros de todo tipo, y de fetichismo también, el hecho de codiciar un libro por lo hermoso. En cuanto al libro en sí, son bibliófilos de manual y fetichistas, algunos bibliófilos que aparecen aquí son poco amantes de la literatura ya que persiguen otras cosas.
Es una novela para los amantes de la lectura, de los libros en general, desde la presencia de letras capitales que aparecen en los capítulos.
Sí, estoy contenta con la edición, me han dejado participar mucho en la edición del libro. Además, me parece muy coherente ya que habla de libros bonitos y bien editados; fue un guiño introducir esas capitulares hechas ex profeso para el libro por un ilustrador que conocía, bueno, no solo son las capitulares hay más detalles como verás.
Casi me sabe mal haberlo escrito porque ya no puedo leerlo de la misma manera, y es tan bonito que da gusto. Los que amamos los libros lo sabemos, un libro bien editado, con un buen papel… Es un libro diferente.
Me gusta que menciones eso de ‘un libro diferente’ ya que no hay muchas novelas que estén ambientadas en la Barcelona napoleónica, tengo entendido.
No que yo sepa, ninguna, aunque puede que me equivoque; el ‘nunca’ y el ‘ninguno’ son palabras peligrosas. Mis novelas tienen detrás una documentación ingente y cuando haces un proceso de inmersión así, encuentras de todo. A veces tu misma no te puedes creer que alguien no lo haya encontrado antes. Que a nadie se le haya ocurrido una novela así, casi te lo tomas como un deber y escribirla tú.
¿Alguna anécdota durante esa búsqueda de información en bibliotecas y hemerotecas?
Bueno, muchísimas; me paso meses cuando me encierro. En primera instancia acudo a la Biblioteca de Catalunya porque tiene unos despachitos fantásticos, sobre todo porque no tienes que devolver los libros al día. Puedo ir consultando una cantidad enorme al mismo tiempo que te hace falta. En esta novela he tenido que aprender a buscar en archivos que para mí era inédito; en los archivos de la ciudad te encuentras de todo y cosas muy divertidas. Por ejemplo, me pase semanas buscando un convento donde encerrar a la protagonista. Había en esa época conventos que actuaban como cárceles. Eran como correccionales para las familias de la alta sociedad, como centros de reeducación; no todos los conventos funcionaban así, claro. Me pase semanas y semanas buscando en qué convento iba a encerrarla –los amigos me preguntaban: bueno qué, ¿ya lo has encontrado?– hasta que, de repente, lo encontré buscando otra cosas. Pasa a menudo, buscando otra cosa aparece. Siempre hay un porcentaje alto de datos que te sirven luego en la novela que los has encontrado por azar. El azar es fundamental en la vida. Cuando te sumerges en una investigación sabes lo qué vas a buscar, pero no lo que vas a encontrar.
¿Cómo se consigue no pecar de exceso de documentación frente al lector en una novela histórica?
No estoy segura de no haber pecado un poco de eso, porque la Barcelona que encontré es tan desconocida que pensé que había que explicarla. Puede que algún lector la encuentre con mucha información, no supe resistirme a contarlo. En este caso, puede que no lo haya hecho tan bien como en otras ocasiones, suelo medirlo mucho. El lector no tiene la culpa de que hayas estados 1 o 2 años documentándote.
Y, ¿cómo lo mides?
Me fijo en aquello en lo que quiero quedarme; yo trabajo mucho haciéndome esquemas, planificando dónde ubicar a los personajes,… Muchas de mis novelas siguientes surgen de algo de la anterior, de algo que no puedes utilizar en ésta.
Por cierto, reivindicas en la novela a los personajes, su importancia como vehículo para el desarrollo de la trama.
Yo creo que una novela, la ficción de una novela, se sustenta en una poderosa historia que quieres contar y en unos personajes que van a hacer posible la historia, son los actores de la historia. A veces se descuidan, incluso cuando estudias teoría narrativa se pone mucho el acento en el narrador y se descuida un poco los personajes, algo que no ocurre en el teatro. Yo le debo mucho al teatro, he estudiado mucha dramaturgia, me ha ido muy bien para escribir novela escribir teatro, sobre todo la importancia vital de los personajes; tienes que saber todo de ellos, porque obran así y no de otra manera, qué han hecho en su pasado y su futuro… Mis personajes tienen ese peso porque yo trabajo mucho los personajes.
Háblanos de esa lista de libros eróticos prohibidos al final del libro.
Los libros son los protagonistas absolutos de la novela, esos trece libros que son robados en el primer capítulo y buscados en toda la novela. Y los personajes de carne y hueso son lo son en la medida que tienen un contacto con ellos de uno u otro modo: porque los quieren, porque los han perdido o robado… Ellos son los protagonistas. Al final de esta novela, al igual que otras introduzco las biografías de personajes reales, he introducido la biografía de los trece libros –que por cierto, son visitables–: quién los escribió, quién los editó, y los avatares de cada uno. Algunos son muy divertidos, uno por ejemplo tenía como objetivo cabrear a un papa. Hay historias maravillosas y alguno daría para alguna novela más.
Virginia acaba de heredar el negocio familiar: la librería Palinuro. Entre el montón de ejemplares, polvo y papeles que su padre acumuló, pronto aparece la historia de Carlota Guillot y la búsqueda de un libro, escurridizo y caprichoso, que formó parte de una de las bibliotecas particulares más sibaritas de la Barcelona napoleónica. Una historia prolongada a lo largo de las décadas más convulsas del siglo XIX en que la ciudad asistió, incrédula, a su mayor transformación: el derribo de las murallas y la urbanización de su paseo más emblemático, La Rambla. El aire que respiras es un canto de amor a los libros, pero también a la ciudad de Barcelona. Después de leer esta gran historia coral, la ciudad no volverá a ser la misma
Care Santos: ha publicado siete novelas, seis libros de Relatos, dos poemarios y numerosos títulos de literatura para jóvenes, campo en el que es una de las autoras más leídas de nuestro país. Entre sus títulos destacan Los que rugen (Páginas de Espuma, 2009), La Muerte de Venus (Espasa, 2007), obra con la que resultó finalista del premio Primavera en 2007, y Habitaciones cerradas (Planeta, 2011), que ha conseguido un gran éxito internacional. Es también crítica literaria en un suplemento de alcance nacional y codirectora de la página «La Tormenta en un vaso». Su obra ha sido traducida a dieciocho idiomas.