Entrevista a Daniel Ruiz

el-calentamiento-globalMe concede una entrevista Daniel Ruiz (Sevilla, 1976). Escritor, periodista y especialista en comunicación, obtuvo con su primera novela, Chatarra, el Premio de Novela Corta de la Universidad Politécnica de Madrid. Años después, esta inspiró un corto cinematográfico preseleccionado para los Oscar en 2006. Le siguieron cinco novelas, que le han valido reconocimientos como el V Premio de Novela Corta Villa de Oria o el Premio Onuba de Novela. Sus obras más recientes son las novelas Todo está bien (2015) y La gran ola (2016, XII Premio Tusquets Editores de Novela), y el conjunto de historias titulado Maleza (2018).

P.: Es fácil echar la vista atrás o rascar el recuerdo hacia el parque de Doñana leyendo ‘El calentamiento global’; aquel desastre de Aznalcollar y la sueca Boliden. Más de 20 años después la sueca no ha respondido por el desastre, se han ‘hecho los suecos’. De no haber escogido el Mediterráneo para enmarcar esta novela ¿podría habérsela llevado a Galicia? No solo por el tema del Prestige, por entonces (noviembre de 2002) siete de los once mayores vertidos de fuel europeos en los últimos 30 años habían sucedido frente a las costas gallegas. Según su opinión, ¿por qué somos los pupas de Europa? ¿Qué hemos de hacer para que al medio ambiente se le tome en serio de una vez por todas?

R.: Tristemente, el paisaje que yo retrato en mi novela es fácilmente exportable casi a cualquier capital o población de litoral en la que concurran una instalación industrial, un paisaje natural y el turismo. Podría ser el Polo Químico de Huelva pero también el Campo de Gibraltar, Málaga… Todo el mediterráneo, el cantábrico y las costas españolas están llenas de estos fenómenos, que generan unas relaciones de poder bastante perversas, y donde el medio ambiente siempre acaba como un elemento a pie de página. Un adorno, algo bonito para mostrar en los folletos y en las webs, pero que a la hora de la verdad no importa sacrificar. No me lo explico, no tengo la respuesta, pero quizá radique en nuestra conciencia cortoplacista, favorecida por las condiciones de precariedad a las que nos hemos visto abocados desde la crisis. Importa mucho más facturar, obtener beneficios, mejorar los números del año precedente, que plantear estrategias serias para reducir la contaminación o frenar el calentamiento global.

P.: Los accidentes laborales en las empresas españolas arrojan unas estadísticas que a menudo no vemos en los medios de comunicación. Sin quitarle ni un ápice al dolor y la seriedad que comportan las de la siniestralidad viaria, ¿no cree que hay mucha hipocresía al esconder bajo la alfombra que en España más de 16.000 trabajadores mueren por enfermedades relacionadas con el trabajo?

R.: El detonante de El calentamiento global es un accidente laboral. A lo largo de la novela, iremos comprobando de qué modo este accidente cada vez queda más diluido, importa menos. La siniestralidad laboral sigue siendo una cuestión sangrante, que sin embargo ha perdido mucho fuelle, en beneficio de otras realidades como la de, precisamente, el compromiso medioambiental. Es fácil hablar de sostenibilidad cuando no hace falta poner números. Pero indudablemente la precarización del mercado de trabajo ha traído consigo unas condiciones laborales más inseguras, que inevitablemente tendrán un impacto sobre la siniestralidad. Esto no está en la agenda de las grandes reivindicaciones sociales. Es un hecho.

P.: He creído ver entre los temas de fondo de ‘El calentamiento global’ la interacción de las personas con el entorno, desde las ciudades, desde las urbanizaciones (como la de Los Gusanos) o el turismo de costa. La ONU declaró a 2017 año internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo. Imagino que tendrá una opinión acerca de las ecotasas sobre el turismo, al igual que sobre las pintadas en algunas calles españolas con el lema: Tourists Go Home; por no hablar de lo que está ‘soportando’ Venecia. ¿Le apetece compartirlas?

R.: Vivo en Sevilla, ciudad que asiste, como otras muchas, a un proceso salvaje de gentrificación, que está modificando dramáticamente las relaciones sociales y de vecindad. Las ciudades se están vaciando de significado, más allá de los reclamos turísticos, y esto es muy grave. Las verdaderas ciudades son expulsadas hacia el extrarradio, y los centros históricos se convierten en escenarios de cartón piedra. Vuelvo a la visión de la pregunta anterior: el cortoplacismo y la miopía nos está llevando a esquilmar el patrimonio social de las ciudades, en beneficio del rentable turismo, y esto al final tendrá consecuencias.

P.: Háblenos de la música que suena en la novela. Mucha. Y variada. Desde La chica de Ipanema al Adagio de Albinoni pasando por Power to the People

R.: Siempre utilizo mucha música en mis libros, es una cuestión que me interesa mucho, quizá porque también me gusta escribir con una vocación de musicalidad. Me gusta pensar en que la gente puede leerme con una música en la cabeza, con un hilo musical. En esta novela, la música la pone un dúo de BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones), cuyo líder, el pianista, tiene un gusto musical bastante discutible. Aun así, aborrece las nuevas músicas del trap y el regetón. Cuando mucho de lo que él defiende no es demasiado mejor que lo que toca cada noche en el piano bar del hotel en el que trabaja.

Te puede interesar:

‘Herejes’, entrevista a Leonardo Padura

‘De que hablo cuando hablo de correr’, H. Murakami.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *