Herejes, entrevista a Leonardo Padura

Leonardo Padura: «Uno de los grandes problemas del hombre es no saber aprender de las experiencias de otros hombres».

Herejes es la última novela del novelista y periodista cubano Leonardo Padura. Periodista desde 1980, más tarde se dio a conocer como ensayista y escritor de guiones audiovisuales y novelista. Aunque tiene novelas en las que no figura del detective Mario Conde, como El hombre que amaba a los perros, galardonada con varios premios entre ellos el Premio de la Crítica 2011 del Instituto Cubano del Libro, sus novelas policiacas gozan de gran éxito internacional, habiendo sido traducidas a varios idiomas y obtenido prestigiosos premios. Entrevisto a Leonardo Padura recién aterrizado en Valencia, tras un merecido café y cigarrillo con un guiño cómplice antes de las preguntas.

 

Los que ya conocen las andanzas de ‘su’ detective Mario Conde, ¿qué van a encontrar en esta novela, Herejes?

Van a encontrar una novela diferente en el sentido de que no es una novela policiaca clásica. En la cronológicamente anterior, La neblina del ayer, a Mario Conde ya se le veía una evolución muy grande en el personaje respecto a las novelas anteriores, por su oficio de comprador y vendedor de novelas, porque ha envejecido, porque Cuba ha cambiado, y porque yo manejaba una estructura de la novela bastante atrevida, ya que en la primera mitad de la novela no hay crímenes. Ahora he forzado más las estructuras del género y a Mario Conde. Sigue teniendo el mismo oficio, pero se lo van a encontrar más viejo, desencantado, irónico, más desubicado en el mundo al cual él pertenece. Mario Conde es un cubano profundamente representativo de una generación, y esto entra en un conflicto grande en esta novela, porque es una generación que se siente profundamente desubicada, frustrada y porque él es un hombre que siente en muchos momentos que el mundo, los códigos del mundo que lo rodean, empiezan a ser códigos que él es incapaz de descifrar. Y eso para un hombre como él que vive entre la literatura y la calle le resulta muy dramático.

Mario Conde se considera integrante de esa generación que menciona, que aparece en la novela como ‘la generación escondida, la más desencantada y jodida’, cuyo único recurso es resistir como superviviente.

Mi generación es una generación de supervivientes, en la medida que practicó la supervivencia muy activa y dramática, en los años noventa sobre todo. Nosotros vivimos una gran crisis en los noventa de la que no hemos salido todavía; el panorama cubano es distinto, pero los efectos se han dilatado hasta el presente. Una crisis que nos obligó a practicar estrategias de supervivencia muy diversa. He conocido a amigos con hijos que dejaban de comer para que comieran sus hijos. Somos gente con una gran capacidad de resistencia y de cómo lograr la supervivencia

Ya que menciona la crisis, me preguntaba por esos lectores desencantados que, queriendo olvidar su situación actual, quizá busquen mayormente lecturas de disipación, de entretenimiento, ¿qué les diría si eligieran su novela en la librería?

Primero que la lectura del libro puede ser un poco sorprendente, pero no es difícil. Yo he practicado siempre la teoría de que escribo para comunicarme, es algo que aprendí en mis años de periodista. Mi gran reconocimiento público en Cuba fue como periodista. Hice un periodismo diferente ya que no tenía que ver con la política, con la cotidianidad, sino con relatos que a la gente le interesaban mucho. Logré desarrollar una gran habilidad comunicativa. Creo que la he mantenido como escritor, comunicar a los lectores es importante. Esta novela es un rompecabezas que se arma al final, pero las claves que utilizo no son claves narrativas complicadas para el lector. Y segundo, me gustaría que se acercaran no por lo anecdóticamente que se cuenta sino por el mensaje conceptual que es que aun pagando un precio, aun sufriendo determinadas marginaciones, castigos, excomuniones políticas, sociales, etc.,  el hombre tiene la responsabilidad de ejercitar su libertad.

¿Fue ese el origen de la novela?

Yo estaba construyendo una historia en la que había varios conceptos que le iban a dar vida a esta historia como el de la expulsión de determinadas personas en determinados momentos históricos y su búsqueda de la libertad, y este personaje judío sefardí, en la Ámsterdam de 1640, me parecía ideal para presentar esta historia en un contexto en el que hubo una gran tolerancia con la religión judía.

Aparece incluso en la portada un cuadro de Rembrandt, ¿por qué eligió este en concreto?

Al entrar en el mundo de Rembrandt es inevitable que se crucen los intereses de este con la comunidad judía. En varias ocasiones pintó imágenes bíblicas, imagines de rabinos, de personajes de la comunidad judía porque él vivía en el centro de la judería de Ámsterdam. Son cuadros enigmáticos y muy revolucionarios en el sentido que rompen con la estructura idealizada de Cristo, y de la pintura barroca de la época. Rembrandt decía que quería pintar a Cristo al natural: estaba buscando la humanidad de Cristo. Buscaba un modelo vivo y qué mejor modelo vivo que un judío. Este cuadro en concreto ha sido nombrado de dos formas distintas: ‘Retrato de un judío’ o ‘Cabeza de Cristo’. A partir de este acto evidentemente herético para un judío, de representar la imagen de Cristo, se me completaba el panorama de la herejía de este personaje, que es un personaje histórico del que no sabemos nada, pero al que yo le he creado una historia con una relación con Rembrandt y es protagonista de la primera parte de la novela.

¿Esta historia podía haberse contado sin Mario Conde, alguna vez lo pensó?

Sí, se podía haber contado sin Mario Conde, pero decidí que, a la hora de poder completar el marco que describe el relato antes de llegar a Cuba, el personaje de Mario Conde podía ser un facilitador para esta tarea.

Los nombres de los capítulos son muy significativos.

Sí, hay un juego evidentemente con todo el mundo de la filosofía, de la literatura judía, y por eso que recojo nombres de libros bíblicos para las historias de cada uno de estos personajes: el libro de Daniel, el libro de Elías, el libro de Judit y el Génesis, que es la cuarta parte, donde se vuelve al principio de todo y se explica un poco la relación de cada uno de estos tres libros.

«Sueño con ser trasparente», destaco esta frase de Isaías, en Berlín, en una carta a Joseph, en La Habana, por su dramatismo.

Para una persona que se ve envuelto en unas circunstancias en las que por su origen, color, ideas políticas o religiosas, por la condición que sea, que siente la agresividad del ambiente, que es agobiante, creo que muchas veces ha habido hombres que han deseado ser transparentes, desaparecer. Cuando uno siente algo tan fuerte, la necesidad de desaparecer, de ser invisible, es porque esa persona puede haber llegado a los límites de lo que puede llegar a resistir.

Emerge, casi a modo de prologo, una nota de autor que anuncia la labor de investigación llevada a cabo, y en concreto sobre el conmovedor testimonio de N. N. Hannover.

Desde que lo leí  –‘Desde el fondo del abismo’, se podría traducir al español–, fue algo que me conmocionó, aunque tuvo un gran recorrido de esta historia, lo extracté al mínimo porque creo que entre más conciso mayor efecto dramático tiene; pero son hechos reales, vividos por un testigo, y escritos según la información que vio este testigo. Se la considera la mayor matanza de judíos anterior al holocausto.

Sobre esa conmoción al recabar un testimonio así, me preguntaba si mientras escribía esta novela ha dejado alguna huella tras acabarla, ¿qué ha quedado en Leonardo Padura de ‘Herejes’?

Creo que el ejercicio de la literatura siempre va dejando primero un aprendizaje histórico, informativo, profesional en el escritor, pero también esta novela tiene que ver con el fenómeno de la tolerancia, tiene mucho que ver con la condición humana, en el sentido de que la libertad es un elemento inalienable de esa condición: nadie deja de ser libre por voluntad propia. Yo pienso que uno de los grandes problemas del hombre es no saber aprender de las experiencias de otros hombres. Las historias muchas veces las leemos como un relato que le pasó a otros hombres y que no nos afecta o no nos puede afectar a nosotros. A veces la novela tiene la capacidad de acercar la perspectiva de un acontecimiento histórico, porque lo pone en contacto con la relación humana, no solo con la historia.

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