Mi entrevistado esta semana es el escritor jienense Manuel Sánchez García. Nació en Linares, actualmente reside en Granada. Licenciado en Derecho, inició su andadura literaria publicando relatos breves en las antologías «La Paloma» y «Amor con humor se paga». Con su primera novela, ‘A Plomo’ (Editorial de Librerías Estvdio), ha sido galardonado con el prestigioso premio José Maria Pereda de Novela Corta 2017 convocado por el Gobierno de Cantabria.
Ante todo, darle la enhorabuena por el Premio de Novela Corta José María de Pereda. ¿Qué ha supuesto este premio para Ud.? Siendo además su primera novela, ¿la alegría es por partida doble?
Muchas gracias. Sin duda es una gran alegría, porque la base de la actividad literaria es la perseverancia, y un premio como este constituye un acicate enorme para continuar en ella. Y si además eres un debutante, la recompensa sabe aún mejor. Además, aparte de la íntima satisfacción que te hace sentir, este galardón garantiza la edición de la obra en unas condiciones óptimas, algo cada vez menos frecuente, y su difusión, además de constituir una inestimable tarjeta de presentación.
‘Los muros de las inhibiciones femeninas, cuando eran derribados, caían con mayor estrépito que los masculinos’, reflexiona Matthias. Coméntenos el papel de los personajes femeninos en su novela.
No hay una meditación previa sobre cómo debían ser los personajes femeninos, a fin de diferenciarlos con determinados rasgos de los masculinos. Concebí mujeres dotadas de características particulares que en ocasiones tienen poco en común entre sí. Las hay con mayor capacidad para dirigir el timón de sus vidas y otras más estáticas. La frase que mencionas en la pregunta es más reveladora de la actitud de Matthias, sorprendido ante Petra, que no de la de ella, que se limita a comportarse con naturalidad.
Siendo usted de Linares, Jaén, preguntarle abiertamente si en esta novela no ha tendido un puente -más o menos visible- a su tierra, a su patria chica de una forma -como digo- más o menos velada. ¿Me equivoco?
Viví mi infancia y mi adolescencia en Linares y Jaén. También el resto de mi familia. Esos paisajes están presentes en mi memoria y es difícil sustraerse a ellos. Constituyen unos referentes indiscutibles. En Linares surgió en el siglo diecinueve una ciudad minera e industrial en una provincia casi exclusivamente rural, a la que afluyeron personas y modos de vida desconocidos hasta entonces y llenos de sugerencias para la imaginación; en Jaén crecí rodeado de los bloques y los solares que trajo el desarrollismo y, con ellos, una cierta aculturación, porque fuimos una generación que por primera vez no se limitaba a ser un calco de los espacios y las formas de vivir de sus padres, sino que tuvo que crear casi todo de nuevo. Pero para construir un espacio literario hay que valerse de todos los elementos que lo puedan enriquecer, ya sean los más próximos y conocidos como otros menos transitados.
No sé si se atreve a ponerle banda sonora a esta novela, si se anima, le ayudo con dos guiños de sus personajes: Satie, entre los gustos de Mordecai, y Antonio Molina, entre los de Abel.
Esta es la pregunta que un melómano como yo estaba esperando. Estoy más próximo a los gustos de Mordecai que a los de Abel; Antonio Molina destaca sobre todo como un icono de las generaciones que vivieron la posguerra. De la música popular de la primera mitad de los setenta se oye en la novela a Bowie. Y en la Alemania de entreguerras a todos nos viene a la memoria Kurt Weill y la música de comedia y cabaret, aunque a la hora de elegir una banda sonora prefiero a los compositores de la llamada Segunda Escuela de Viena (Alban Berg, Anton Webern…). La “Noche transfigurada” de Arnold Schönberg me parece una apuesta segura.
A Plomo. Manuel Sánchez García. Ediciones de Librería Estvdio. ISBN 978-84-16455-19-5