Entrevista a Vicente Garrido

Mi entrevistado esta semana es uno de los pioneros y de las autoridades más reconocidas en el ámbito de la criminología violenta. Me refiero a Vicente Garrido (Valencia, 1958). Doctor en Psicología y Graduado en Criminología, ha sido consultor de Naciones Unidas, y ha asesorado en diferentes casos a la Policía y a la Administración de Justicia, elaborando el perfil que ayudó a capturar al asesino múltiple Joaquín Ferrándiz. Me concede una entrevista tras la publicación de ‘Asesinos múltiples y otros depredadores sociales’ (Ariel). Entre sus libros publicados figuran: ‘El rastro del asesino’, ‘Cara a cara con el Psicópata’, ‘Los hijos tiranos’, ‘Perfiles criminales’ o la novela ‘El beso de Tosca’ publicada este año junto a Nieves Abarca.

P.: Una de las afirmaciones más inquietantes que podemos leer, ya en la introducción del libro, creo que es la de la ‘paradoja del mal’, la de que “la violencia homicida ha sido una constante en todas las épocas y culturas”. Háblenos brevemente sobre esta siniestra paradoja.

R.: El ser humano ha utilizado la violencia como instrumento de control de su ambiente; primero como protección ante otros homínidos hostiles, luego como instrumento de dominación territorial; y dentro de cada pueblo, la violencia siempre ha proporcionado réditos. La cultura es el esfuerzo por crear un sistema de relaciones y de valores que contenga a la violencia ilegítima. La paradoja a la que hacía referencia antes es esta: Si tantas personas en toda la historia de la humanidad han cometido crímenes, ¿por qué hay tan poca gente que se siente malvada? La respuesta la di antes: porque creen que obran con justicia.

P.: Dedica tres capítulos de su libro precisamente al terrorismo, con especial énfasis al terrorismo yihadista. Destaco una frase que podemos leer para que nos la comente, la de que ‘el crimen terrorista genera certezas, y con ellas el individuo que se convierte en terrorista ya no tiene que enfrentarse al desafío que tiene todo ser humano por el hecho de vivir: construir una vida, hacerse como persona (…)’.

R.: Así es; al igual que sucede con los miembros de una secta, el convencido yihadista deja todo en manos de Alá y, al entregarse a una causa, su miedo existencial (es decir, la vida como problema del que nos hablaron los existencialistas, que exige esfuerzo, sacrificio y encontrar un sentido a la vida que contribuya a dignificar la existencia de los otros o al menos a no perjudicar o dañar) queda bajo control. Secundariamente o alternativamente, para otros sujetos es un modo de vivir emociones arriesgadas, algo difícil de encontrar en una sociedad cada vez más vigilante. Ese miedo existencial queda también alejado por el sentimiento de hermandad o pertenencia que el yihadista obtiene por compartir con otros una causa, algo que puede lograrse incluso actuando como lobo solitario.

P.: Hay un apartado dedicado a ‘André, el asesino belga’, en él expone que ‘los investigadores pudieron entrevistarle de manera extensa’, que ‘colaboró sin reservas. Parece que no es lo habitual entre los asesinos múltiples’. ¿Por qué ocurre esto entre estos delincuentes? ¿A qué obedece esa reserva?

R.: En general, los asesinos son conscientes de que sus transgresiones no son aceptables en la sociedad en la que viven (en particular en las democracias, no sucede así en otros países para otros tipos de crímenes, como los de “honor” en otras regiones del mundo) sobre todo si se trata de asesinos múltiples o seriales. Si aceptan hablar de sus crímenes se ven obligados a un examen de introspección que les resulta doloroso o para el que no se sientes preparados, además de que puede granjearles una mayor condena o censura por parte del público, y sin olvidar que incluso puede perjudicar a su defensa.

P.: A la luz de lo que repasa en ‘Asesinos múltiples’, ¿comprender las bases fenomenológicas de la violencia puede ayudar realmente a prevenirla a nivel colectivo o individual?

R.: Sin duda, el cómo se ejecuta la violencia, la estética que produce o se transmite mediante la acción criminal nos permite comprender muchas cosas sobre la motivación de quien la realiza. Pensemos en la frecuencia con que muchos sujetos que realizan actos atroces (violaciones, palizas a personas vulnerables, asesinatos…) graban sus propias “hazañas”. ¿A qué se debe esto? Su difusión pública más o menos restringida permite afirmar de modo más intenso la necesidad básica de sadismo, control, o de narcisismo que impulsó al individuo como causa esencial del crimen. En los crímenes más impulsivos, como los derivados de una pelea en un contexto de alcohol, la comprensión de la interacción o relaciones que se producen en esos ambientes explica mucho sobre por qué se origina: gente que se reúne en lugares donde se baja la inhibición por medio del alcohol y donde se compite por defender el “honor” frente a posibles amenazas a su ego.

Asesinos múltiples y otros depredadores socialesVicente Garrido. Editorial Ariel. ISBN 978-84-34427-95-2

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