Háblenos de la labor de documentación para hilvanar los detalles de esta historia en un contexto histórico concreto aunque geográficamente más amplio y de cómo fue el proceso previo a la creación de la novela.
Sinceramente creo que el proceso que he seguido para ambientar y ubicar la novela es poco recomendable. Supongo que lo más ortodoxo cuando se pretende escribir una novela histórica es documentarse primero y después ponerse a escribir. En el caso de ‘La isla de las Culebras’ fue justo al contrario. En mi defensa he de decir que cuando empecé a escribirla no sabía que estaba escribiendo una novela histórica, de hecho no sabía si quiera que fuera a ser una novela y todavía hoy no sé si se trata de una novela histórica, una novela de intriga, una novela romántica… Como se dice en el preámbulo, a lo más que aspiraba ‘La isla de las Culebras’ era a convertirse en una novela de aventuras.
Benjamín Prado, cuando le conté de dónde había surgido la novela, dijo de ella que es un microrrelato que no había sabido terminar y no le falta razón. Todo surgió después de visitar las islas que dan nombre a la novela. Me fascinaron y me surgió la necesidad de escribir algo sobre aquel lugar. Imaginé una fragata huyendo de una ciudad sitiada y navegando hacia esas islas perseguida por una flota enemiga. El capitán de la fragata iba a cometer una traición y eso le atormentaba y le llenaba de dudas. Ese fue el punto de partida, no sabía nada más de lo que sucedería, a partir de ahí dejé que el relato fluyera sin saber dónde me iba a llevar. Solo cuando llegué al capítulo 10 me planteé que era momento de ubicar histórica y geográficamente la acción y entonces me puse a investigar cuándo y dónde podría haber ocurrido algo parecido. Para mi fortuna descubrí que durante la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis una situación así se podía haber dado y comencé a documentarme.
Lo primero que hice fue leer los Episodios Nacionales de Pérez Galdós que transcurren en ese periodo. Después busqué otras fuentes de información hasta hacerme una idea general.
Tras hacerme esa composición de lugar inicial, el siguiente paso fue ir buscando información más específica a medida que el avance de la trama me la iba reclamando. La primera parte precisó sobre todo mucha documentación en temas de navegación. Después fui necesitando información sobre el ejército de la época, la vestimenta, la iglesia, las sociedades secretas… En este sentido, he de reconocer la inestimable ayuda recibida por parte del editor de La pajarita roja, para terminar de perfilar algunos aspectos.
‘La historia la cuentan a su gusto los que pueden escribirla, no los que la conocen’, leemos en ‘La isla de las Culebras’ y casi parece resumir bastante bien el espíritu de su novela.
Esto es un hecho atemporal. Siempre ha sido así, actualmente son los medios de comunicación los que se constituyen en el quinto poder y suministran la información. Por suerte para nosotros la competencia hace más difícil ocultar, enmascarar, dulcificar… la realidad, pero los grandes medios siguen disponiendo de una inmensa influencia sobre la opinión pública y pueden variar sensiblemente la realidad, modelando el discurso para favorecer a unos u otros.
En el pasado esto todavía debió ser más claro. Las opciones de llegar a la información eran más limitadas y por tanto más fáciles de controlar.
‘Nunca sabes de quien fiarte, a quien estar agradecido’, es otra frase que descubrimos, tan real y tan premonitoria para quienes se vean atrapados por la lectura hasta el final de la novela.
Me costó decidir cómo terminar la novela y creo que ese final, que deja para el lector el veredicto de inocencia o culpabilidad de algunos personajes, es muy adecuado para el tono general de la misma. Una novela que comenzó siendo un microrrelato tiene que terminar como terminan muchos microrrelatos, dejando al lector parte del trabajo. En definitiva, los personajes de la novela quedan expuestos al criterio de cada lector. He tratado de que en la novela no se formen dos bandos: los buenos contra los malos. Al fin y al cabo así somos los personajes de la vida real, todos tenemos dobleces y claroscuros.
Miguel Torija Martí (Tortosa, 1972) es ingeniero agrónomo y profesor de tecnología en un instituto público de Castellón. En 2010 publicó ‘Fábulas efímeras’, un recopilatorio de relatos con un enfoque didáctico y se autoeditó ‘Catálogo de excusas para seguir vivo (o para estar muerto)’, en 2011 con el que resultó finalista de los Premios de la Crítica Valenciana 2012. En 2013 publica el libro de relatos ‘Cuando la vida se pone perra’ (Urania, 2013). Acaba de publicar su primera novela ‘La isla de las culebras’ (La pajarita roja, 2016).