La escritora cordobesa Mercedes Guerrero (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1963) nos concede una entrevista tras la publicación de ‘Las sombras de la memoria’. Diplomada como técnica de empresas y actividades turísticas, habla varios idiomas y durante dieciséis años ha dirigido distintas empresas relacionadas con el sector turístico. Anteriormente ha publicado las novelas: ‘El Árbol de la Diana’, ‘La última carta’ y ‘La mujer que llegó del mar’.
‘Las sombras de la memoria’ es su cuarta novela publicada, cuando decidió, dedicarse en exclusividad a la literatura, dejar la estabilidad de un oficio menos voluble, ¿pensó en ello, en lo complicado de ‘vivir por amor al arte’?
Por supuesto. Cuando dejé el trabajo para dedicarme en exclusiva escribir, no estaba nada segura de poder vivir de esto. Pero era lo que quería hacer y conté con el apoyo incondicional de mi marido y mis hijos. Fue un salto al vacío, dejar un trabajo estable para quedarme en casa y cambiar radicalmente de vida. Sin embargo, significó una agradable novedad para todos: para mi familia, que ahora me tenía a tiempo completo, y para mí, que sentía que estaba haciendo lo que realmente me gustaba.
No sé si calificar ‘Las sombras de la memoria’ de thriller romántico, en la que los secretos y la familia tienen un gran protagonismo; en cierto modo ¿nos apasiona como lectores desvelar misterios y poder mirar la vida de otros como chismosos privilegiados desde el sofá?
Creo que cuando abordamos la lectura de un libro lo hacemos movidos por la curiosidad, ya sea por conocer personajes singulares, hechos históricos, ciudades o acontecimientos extraordinarios. La lectura es evasión, es vivir a través de los personajes unas aventuras que para cualquier lector serían inimaginables experimentar. En mis novelas intento crear personajes que empaticen con los lectores, con el fin de que compartan su trayectoria vital, sus problemas, reflexiones, sentimientos al fin y al cabo.
Hay un pasaje de la novela donde la protagonista accede a Google a las seis de la mañana para buscar información sobre un coleccionista de arte encarcelado en la época nazi y más tarde huido a Sudamérica. Me gustaría saber qué opina de una herramienta como Google o internet para los escritores, para buscar información, detalles, incluso sin visitar ciertos escenarios.
Internet ha sido una revolución en toda regla y es una de las herramientas más importantes a la hora de ofrecer información precisa y detallada con rapidez.
En el proceso de creación de esta novela he hallado muchos detalles sorprendentes, y me fue de gran ayuda la web del Museo del Holocausto de Washington que menciono en ella, pues allí están reseñadas todas las obras de arte desaparecidas y reclamadas en la actualidad. Buscando entre ellas elegí dos cuadros desaparecidos de Henri Matisse que se describen en la novela. Uno de ellos es el supuesto retrato de la abuela de la protagonista, que por desgracia aún sigue desaparecido.
También suelo consultar la excepcional hemeroteca digitalizada de un diario nacional, ABC, que permite “leer” ejemplares completos desde los primeros años del siglo XX, una herramienta que me sirve de gran ayuda cuando escribo historias situadas en el siglo pasado.
Me gustaría que nos comentase una frase que me ha hecho meditar, una reflexión de Maribel: ‘Pocas cosas marcan en la memoria una fecha como la de la brusca pérdida de la persona más importante de nuestra vida’.
Quizá la escribí basándome en mi propia experiencia. Cuando alguien sufre una pérdida brusca e inesperada, estoy segura de que recordará durante toda su vida la fecha y el preciso instante en que le dieron la noticia, quién se la dio, cómo era su tono de voz, lo que estaba haciendo, qué pensamiento le vino a la cabeza…
Esta novela es muy especial para mí, y no solo porque la sitúo en mi ciudad. También es la más personal. Hay en ella varios personajes muy reconocibles, entre los que destaco al padre fallecido de la protagonista, con el que quise hacer un homenaje a mi propio padre; y también a Fali, el gran amigo de la infancia de Maribel. La descripción física y personal, así como su apelativo, pertenecieron a mi hermano Rafael, tal como era cuando nos dejó para siempre.
Háblenos de la parte romántica de esta novela, que la hay, más allá de los secretos, la familia, las obras de arte y la parte histórica; esa relación tan especial entre el oficial de policía y Maribel Ordoñez, sin desvelar en exceso, claro.
Maribel Ordóñez es una mujer solitaria, con un novio que no cubre en lo más mínimo sus carencias afectivas. Cuando se ve inmersa en el problema que le viene encima al salir a la luz los cuadros que tenía guardados su abuelo, decide cortar la relación porque no se ha sentido amparada por él. Entonces aparece el inspector de policía que lleva el caso, y aunque es un personaje pragmático y frío, hay momentos en que muestra su debilidad por ella, a pesar de que no es demasiado espontáneo. Maribel se siente atraída por él porque percibe a su lado la misma sensación de seguridad que tenía junto a su padre, fallecido cuando ella estaba en plena adolescencia, una pérdida que aún no ha superado.
Su relación se torna conflictiva, pues él es el responsable del caso y sabe que ella tiene más información de la que ofrece. Sin embargo Maribel está tan escarmentada con su relación anterior que no consigue confiar plenamente y contarle toda la verdad. Cada vez que baja la guardia y está a punto de confesarlo todo, surge un imprevisto que lo retrasa. Esta actitud va a ir minando el intento de iniciar una relación. Como dice ella en su momento más bajo: “Hasta ahí había llegado mi proyecto de relación con el atractivo inspector Daniel de la Torre.”