Esta semana comparto con vosotr@s la estupenda entrevista que me concedió Edmundo Díaz Conde. Su última novela MAMÁ (Algaida) puede ser un gran regalo (por ejemplo, para el día de la madre). Esta historia algo de regalo en sí tiene, y de perdón…, pues está basada en hechos reales.
Agradecidísimo a Díaz Conde por su tiempo, su dedicación y su amabilidad diez años después de la primera vez que nos vimos. También en aquella ocasión con una novela suya de por medio. Os dejo la entrevista y espero que os guste tanto como su novela. Ayer fue el día internacional del libro y qué mejor forma de celebrarlo que con un libro. ¿No os parece?
P.: La narración parece una carta a un lector desconocido, rompiendo esa cuarta pared del teatro. Hay varias marcas en el texto en la que se nos apela. Me preguntaba por esa voz narrativa para contar esta historia. Ya puestos, también por qué la ha dividido en tres partes.
R.: Pienso que MAMÁ no deja de ser una confesión; y, como toda confesión, con sus elementos humorísticos y dramáticos y de suspense. Los confesores son, por consiguiente, mis hermanos, los lectores. A ellos se apela, porque a su corazón se dirige este libro escrito con el corazón. Puede que MAMÁ sea una inútil búsqueda de perdón. Una solicitud personal que llega tarde, porque yo mismo llegué demasiado tarde. La división de la estructura en tres partes responde a los cambios sustanciales que impone la trama. En el fondo, la base argumental de MAMÁ es un largo flash back, para volver al principio en el acto final de la novela.
P.: Un gran escritor, García Márquez, si no me falla la memoria, dijo: No es lo que es, sino lo que se recuerda. Me lo ha evocado leer nombres, pero también apelativos, seudónimos y otros alias más o menos cariñosos para referirse a varios de los personajes. Háblenos de lo que se nombra y de lo que se oculta en MAMÁ.
R.: Prevalece la idea de que lo autobiográfico es más fiel a los hechos que lo autoficcional, que, por definición, mezcla realidad y ficción; sin embargo, mirado con lupa, la memoria es una gran interesada: recuerda según qué cosas y discrimina en función de sus intereses y dolores. Creo que esta novela es un ejercicio de búsqueda y de autocrítica que, por definición y desde el inicio, está condenado al fracaso. De ahí el humor, que actúa como lubricante en el engranaje; y el suspense, que actúa como buen conductor de la electricidad. El suspense exige callar cosas durante un tiempo, como el nombre del escritor que firma las cartas pasionales, o el destino de la relación de amor entre una madre y un hijo. Importa en esta novela más lo que se oculta que lo que se nombra, diría.
P.: Además de las cartas escaneadas e insertadas entre los capítulos, también vemos alguna imagen más: la del primer capítulo, la del periódico, la de El apátrida o esos vestidos de la solapa de contraportada. Coméntenos esta inclusión junto con la de las cartas en el hilo narrativo de esta novela.
R.: Yo he querido (qué petulante me siento al decir esto, qué pretencioso), pero es la verdad, yo he querido hacer literatura con lo que sucedió. Porque la literatura, en el mejor de los casos, es consoladora. Había una historia de pasiones e intriga, una historia de emociones que sabrá Dios si he sabido contar; pero que he procurado llevarme al terreno literario, el que más me ha consolado en la vida.
Ahora bien, he aquí una vuelta de tuerca. A pesar de ello, tenía el máximo interés en decirle al lector: No creas que estoy mintiéndote, no creas que no ha sucedido lo que te cuento. Lo que lees ha sucedido en gran parte, y lo que no, explica aún mejor la realidad. Y a eso responde la inclusión de las imágenes.
P.: He escogido una frase de la historia. Creo que es digna de ser comentada: “Mi punto flaco era mi punto fuerte: la intensidad. Pero toda intensidad es invasora y yo nunca he sido tibio”.
R.: La madre del narrador inculca en su hijo las nociones de talento y de genio. Genio es un término muy romántico, muy renacentista; pero es que este narrador es un tipo que cree, o creía, en conceptos un poco trasnochados. Tal vez cree que el genio es una mezcla de talento e impaciencia enfermiza, o lo que es lo mismo, de intensidad.
¿Es intenso nuestro narrador? Lo es. Y no hay intensidad que no desespere y consuma a cualquiera que esté demasiado expuesto a ella. La prueba es que su primer amor, tan ligado a la sustancia del drama y de la intriga, acaba por abandonarlo.
P.: Esta novela bebe de cartas antiguas. Algunas figuran como imágenes intercaladas entre las páginas. Además del rasgo de verosimilitud, creo que le da un toque vintage, no diré antiguo. Ya apenas se escriben cartas a mano, las nuevas tecnologías nos han privado de ciertos placeres. Y eso que de algún modo un whatsApp es la chispa de inicio de esta historia. ¿Es así?
R.: En efecto, el whatsApp al que usted alude es el desencadenante del cuento. Ese whatsApp existió y su autora, que tiene muchísimo de real, incita al narrador a volver a Ourense, después de años de ausencia, y provoca el largo flash back al que me refería antes.
Con respecto a las cartas, ¿qué puedo decir sin menoscabar las expectativas del lector? Veamos. Que esas cartas existieron. Que fueron fotografiadas; mejor dicho, escaneadas. Que fragmentos de ellas han sido publicadas en la novela. Que, para ello, le pedí permiso al novelista y autor de ellas, y me lo concedió. Y que, por último, le pedí permiso para que apareciera su nombre, o el pseudónimo que utilizaba por aquel entonces, y me lo denegó.
Edmundo Díaz Conde nació en Ourense, en 1966. Se licenció en Derecho, carrera que, por convicción, no ha llegado a ejercer jamás. Ha trabajado como asesor editorial y colaborado, entre otras publicaciones, con El Correo de Andalucía y la revista cultural Mercurio. Residió en Ourense, Santiago de Compostela, Madrid y, actualmente, en Sevilla. Su primera novela, Jonás el estilita, mereció el III Premio Ciudad de Badajoz. Su siguiente obra, La ciudad invisible (finalista del XXXIII Premio Ateneo de Sevilla). A éstas le siguieron: El club de los amantes, El veneno de Napoleón (finalista del Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio 2008), El príncipe de los piratas (2013), El hombre que amó a Eve Paradise (XLVII Premio de Novela Ateneo de Sevilla en 2015) y La locura de la señora Bale, en 2020.
MAMÁ. Edmundo Díaz Conde. Algaida.
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