TeatrodeCERCA ha presentado en el Círculo de Bellas Artes su versión del texto de Fernando Arrabal Fando y Lis. La obra, cargada de una mordaz crueldad de la que los personajes no pueden liberarse en su relación de dependencia, retrata una típica situación de maltrato en la que verdugo y víctima no pueden evitar permanecer unidos. A pesar de todo, se necesitan mutuamente.
Lis es una mujer parapléjica que depende de Fando, su pareja, para poder desplazarse en su viaje hacia Tar, un lugar ideal al que nunca llegarán. Fando necesita a Lis para no encontrarse solo en su camino, pero no puede evitar maltratarla y luego arrepentirse en sus breves manifestaciones de amor y promesas, que incumple constantemente.
Pero el director, Quique Culebras, ha querido ir más lejos trasladando aspectos autobiográficos de Arrabal, en un montaje cargado de simbolismo que inevitablemente nos remite al contexto de la Guerra Civil y a lo absurdo del comportamiento humano. El propio autor de la obra admitió haberse emocionado al verse reflejado en esta representación.
La propuesta escénica comienza con la reproducción de las declaraciones del dramaturgo sobre algunas de sus vivencias que recogió Culebras en París. Mientras, los propios actores preparan el escenario, cubriéndolo con corcho desmigado y fabricando unos muñecos de papel que funcionan como un desdoblamiento de los personajes de Fando y Lis. Como una especie de entes que en determinados momentos de la obra aparecen para contarnos desde un punto de vista más poético el mundo interior de los protagonistas. Las figuras, a pesar de ser muy sencillas, parecen cobrar vida por el excelente trabajo de manipulación que han llevado a acabo los actores Juan Molano, Carmen Flores y Pau de Nut. Aparentemente con poco esfuerzo pero con mucho trabajo por detrás, consiguen que unos trozos de papel irradien emoción y generen una atmósfera mística y desconcertante. Este ambiente también se consigue gracias a la iluminación empleada, cálida y de baja intensidad, y a la música casi de ritual que nos adentra en este espacio onírico, de pesadilla circular.
Jorge Yamam encarnando a Fando, y Laura Barba a Lis desarrollan por su parte un muy buen trabajo interpretativo, tan angustioso por la propia naturaleza de la temática, que por momentos resulta difícil de digerir. La puesta en escena requiere un gran esfuerzo físico, por la inmovilidad que tiene que adoptar la actriz y por el peso que tiene que soportar el actor, ya que al haberse suprimido el carrito que aparece en el texto original, tiene que arrastrar a Lis en brazos de un lado al otro del escenario. La tensión que se genera en escena con el constante maltrato a la pobre inválida se relaja con el contrapunto de comicidad que aporta la aparición en escena de una familia compuesta por un padre y una madre que no dejan de discutir por banalidades, mientras que el hijo, que parece ser el único cabal, intenta sin éxito que se le escuche. El cuadro tan absurdo que conforman resulta gracioso . Estos personajes, encarnados por Juan, Carmen y Pau, también se dirigen a Tar, en esa misma búsqueda de la felicidad.
El final trágico de la obra se suaviza con una visión de la muerte como renovación, con la canción “Qué bonito es un entierro”. Se trata de una obra amarga que no pretende entretener, sino invitar al espectador a la reflexión acerca del comportamiento humano.