Poco después de arrancar el campeonato, un partido sacudió al mundo entero. México le había ganado a Alemania. La actual campeona del mundo tumbada por un grupo de jugadores que pocos días antes se habían visto involucrados en la madre de todos los escándalos con prostitutas, piscina y el correspondiente vídeo que alguien filtró.
El golazo de Hirving Lozano que dio la victoria a los mexicanos hizo que los mexicanos desplazados a Rusia entraran en un estado de positivismo extremo. Los paisanos de Moctezuma creen que pueden ganar el Mundial.
«Imaginemos cosas chingonas, ¿por qué no?»
Fue la respuesta de Chicharito Hernández, unos días antes del inicio del Mundial, a la pregunta de un periodista sobre las opciones del equipo mexicano. Estaba pasando algo muy chingón con México.
Pocos días después me crucé en el camino con varios hinchas de la tricolor, hablando con los aficionados me llama la atención uno de ellos, no viste con la camiseta de México. Se llamaba Gilberto, y estaba a punto de contarme la historia que lo ha traído hasta Rusia con esa camiseta, no es una historia alegre.
Gilberto Martínez, dos meses antes de que empezara el Mundial se despidió en México de su esposa y sus dos hijos, Mía y Diego. Ellos iban a Florida a visitar a la cuñada de Gilberto, los niños estaban muy contentos de ir a visitar a su tía a los Estados.
Nada hacía sospechar que no los volvería a ver, un conductor imprudente se los llevó a todos por delante en un accidente de tráfico pocos días después. Hiela la sangre la historia y la capacidad de superación de Gilberto, que nos cuenta que está allí por recomendación de su psicóloga. Lo acompañan dos amigos, todos llevan camisetas con el nombre de su esposa y sus dos hijos, él lleva los FAN ID (visado deportivo para entrar al estadio) de toda la familia al cuello.
«El fútbol está siendo mi terapia, las dos horas que dura el partido no pienso en nada, mi mente se vacía y suelto todos mis demonios en el estadio.»