Me concede una entrevista el escritor salmantino José Luis Muñoz. Ha publicado recientemente El centro del mundo (Almuzara). Un novelón en el que Hernán Cortés y sus tropas se enfrentaron al poderoso Moctezuma.
Este 2021 se cumplen 500 años de la conquista del imperio azteca iniciada en noviembre de 1519 cuando el extremeño y sus hombres entraron por primera vez en la mítica Tenochtitlan. La mirada de aquellos acontecimientos hoy, cinco siglos después, nos puede revelar muchas claves no solo sociales y económicas, sino también culturales, más allá de la polémica acerca de las víctimas y sus verdugos.
P.: El centro del mundo es una novela histórica de más de 450 páginas. Imagino que junto al reto inherente a la labor de documentación sobre hechos ocurridos hace 500 años lo ha sido, además, el narrarla como una historia de aventuras con tramas paralelas. Háblenos de ello.
R.: Es mi novela más laboriosa, más trabajada y que más me ha costado escribir. Un verdadero reto. La idea ya me sobrevolaba por la cabeza en el año 2001, cuando recibí el encargo de Planeta de escribir la trilogía sobre el descubrimiento de América que cristalizó en La pérdida del paraíso. La hazaña de Cortés y sus hombres me rondaba desde entonces y empecé con ese larguísimo período de escritura precisamente en México, en el año 2005, cuando subía por los escalones de las pirámides de Teotihuacan, a 50 kilómetros de la actual México DF. Me vine de allá con la maleta llena de libros de historiadores mexicanos y tratados de antropología porque mi idea era escribir la historia desde las dos vertientes, aunque eso me supusiera un doble esfuerzo. Tardé en culminar esta gesta literaria bastante más que Cortés en desplazarse desde Veracruz a Tenochtitlan: quince años. No quiere decir que esos tres lustros estuviera volcado en la escritura exclusiva de la novela, sino que la fui alternando con otros proyectos literarios.
»Mi idea era armar una novela histórica pero que fuera, al mismo tiempo, amena, que se pudiera leer como una novela de aventuras, sin obviar los aspectos más siniestros, por ambas partes, de esa expedición. También puede leerse como una novela de terror, ya que los rituales aztecas eran pavorosos, de una crueldad difícilmente imaginable y asumible, o una novela negra, que lo es, porque hay también mucha crítica social: Lo que movía a los conquistadores era esa fiebre por encontrar oro y en el antiguo México se saciaron con él. El oro actual es el petróleo; en un futuro próximo, el agua. Pero también puede ser una novela de amores, porque hay muchas historias sentimentales que atañen a Hernán Cortés y la Malintze, a Diego Velázquez de León y su esposa indígena, o a esos dos hermanos aztecas que mantienen una tierna historia de amor incestuosa. Creo que son muchas novelas en una sola.
P.: Quiero preguntarle por tres personajes muy concretos, sin desmerecer que no lo haga sobre Hernán Cortés. Me gustaría que nos hablase del papel de Bernal Díaz del Castillo, la indígena Malinché y el capitán Juan Velázquez de León.
R.: De Hernán Cortés se saben bastantes cosas. Hay una biografía extraordinaria de Salvador de Madariaga sobre el personaje que consulté. Como muchos conquistadores iba en busca del poder y la riqueza. La conquista de México no hubiera sido posible sin el encuentro del extremeño con la princesa totonaca. Ella fue su cómplice, su arma más efectiva al posibilitar las alianzas necesarias para conquistar Tenochtitlan.
»Muchos mexicanos, empezando por el muralista Diego Rivera, la consideran una traidora. ¿Traidora una totonaca que detestaba el imperio de terror de los aztecas? Era ella tan mexicana como los aztecas o los tlaxcaltecas. Para mí es un personaje fascinante y una de las primeras mujeres de la historia que se ganó el respeto de los hombres. Cortés no se casó con ella, porque ya estaba casado y su esposa lo esperaba en la isla de Cuba, pero no me cabe la menor duda de que ambos vivieron una hermosa historia de amor que dio como fruto a uno de los primeros mestizos del Nuevo Mundo, el hijo de ambos Martín Cortés Malintzin.
»A Bernal Díaz de Castillo le debo llegar a buen puerto sin perderme. Los cronistas de Indias fueron fundamentales para conocer el devenir de los acontecimientos. Bernal Díaz del Castillo aparcaba la espada para empuñar la pluma y contar todo lo sucedido cada jornada en esa marcha épica hacia Tenochtitlan. Sus crónicas han sido mi hoja de ruta para hilvanar la historia.
»Con Juan Velázquez de León es con quien más me identifico; no era tan vehemente ni violento como lo fuera Pedro de Alvarado, tenía un punto racional y humano, se enamoró, y ese sí se casó con una indígena a la que llamó doña Elvira. No estoy lavando la historia de los conquistadores, que sí, eran invasores, crueles, violentos, robaban, asesinaban, violaban, pero también tenían rasgos de ternura, y ahí está ese capitán que muchas veces se muestra muy crítico con el proceder de Hernán Cortés y actúa de contrapeso frente a la vehemencia de Alvarado.
P.: Estos días se habla de la expedición de Magallanes y Elcano. Curiosamente he visto ciertos detalles en ambas incursiones por territorios ignotos. En el caso de Magallanes, tras cruzar el estrecho que años después llevaría su nombre, tuvo que arrojar con urgencia al mar los cuerpos de los fallecidos ante una tripulación hambrienta y desesperada. En el caso de Cortés, este tomó la decisión de hundir las naves, quemándolas, para evitar la tentación de volverse atrás. Háblenos de esos y otros momentos y decisiones de enorme peso en el devenir de los acontecimientos históricos.
R.: Esa frase, la de Hernán Cortés de Quemar las naves, fue determinante para animarme a escribir El centro del mundo. Fue el sistema ideado por el conquistador extremeño para acabar con deserciones, que ya se habían producido, y obligar a su tropa a seguirle en la enloquecida empresa de conquistar un territorio inmenso y desconocido y enfrentarse a un ejercito muy superior en efectivos. Primero me sedujo la vertiente aventurera de la hazaña; luego la historia en sí, al ceñirme a lo que ocurrió. De la conquista de España del Nuevo Mundo podría salir una saga interminable de novelas apasionantes sobre esos acontecimientos, todos épicos. Por, lo que yo creo, un complejo de culpabilidad que nos acompaña a los españoles que no estamos orgullosos de nuestro pasado, que nos avergonzamos de él, creo que no hay tantas novelas sobre esos hechos si exceptuamos a Vázquez Figueroa y a Ramón J. Sender.
»Magallanes y Elcano fueron navegantes extraordinarios que se enfrentaron a lo desconocido.
Hay una historia épica que me gustaría contar, pero que no creo que lo haga porque sería invertir otros quince años, y es la de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, náufrago en Florida que se recorre todo lo que es hoy Estados Unidos desde los manglares infestados por cocodrilos hasta California y sobrevive a un montón de encuentros con tribus poco amistosas, él solo. Hay que tener una extraordinaria fortaleza física, también mental, para hacer lo que hizo y no desfallecer. Los hombres, hace quinientos años, estaban hechos de otra pasta.
P.: Hay épica, aventura, historia y, por supuesto, romanticismo en El centro del mundo. Además de la de Hernán Cortés con la Malinche destacaría una relación amorosa muy especial en la parte azteca. La de Netzahualcóyotl y su hermana Chimali. Coméntenosla sin desvelar en exceso, aunque creo que podemos aventurar que es tórrida y prohibida.
R.: Para mí son los personajes más tiernos de toda la novela. Surgieron de la nada. No estaban previstos. Nacieron directamente de la narración. Se enamoraron esos hermanos, hijos del personaje más siniestro y odioso de la novela, el decano de los sacerdotes, sin que yo tuviera nada que ver en ello. Eso forma parte de la magia de la escritura. Se me ocurrió enfatizar ese amor prohibido e incestuoso y contar ese proceso con suma delicadeza y creo que eso está conseguido. Es un aliento de amor y vida en una sociedad brutal marcada por el culto a la muerte, una esperanza de humanización dentro de la rigidez de normas del mundo azteca. Creo que son los personajes con los que más van a empatizar los lectores porque su historia amorosa es conmovedora. Los quiero mucho a ambos, tanto como hago detestable a su siniestro padre.
El centro del mundo. José Luis Muñoz. Ed. Almuzara
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