Acudo a una céntrica librería de Valencia a conocer y entrevistar a Jorge Molist que presenta su nueva novela, Tiempo de cenizas. Me confiesa que vivió aquí hace años y, mientras nos acomodamos en unos sofás, roto el hielo con el tuteo inicial y los tópicos del tiempo meteorológico, afirma que ya empieza a percibirse el olor de azahar de los naranjos. Curiosamente este libro y Valencia tienen una estrecha relación, pues ‘Tiempo de cenizas’ es una novela histórica emplazada en la época del Renacimiento, en la que el protagonista se acabará enfrentándose al poder de los Borgia. Una familia valenciana con mucho poder, casi tanto como su mala prensa.
Otro de los personajes que aparece en el libro es el denostado Maquiavelo, por el que Molist siente cierta simpatía.
Ginés Vera: Tras leer en la novela, no parece hacer justicia el adjetivo maquiavélico a las artes de Niccolo de Machiavelli.
Jorge Molist: Pues no, no le hace justicia, igual que al papa Alejandro VI; la historia les ha tratado mal. Niccolo de Machiavelli era un filosofo, un patriota florentino y un diplomático; tuvo la audacia de escribir en ‘El príncipe’ –escribir y describir– las practicas del poder de su época y evaluar cuales funcionaban y cuáles no funcionaban, y a partir de ahí se produjo el escándalo. Él lo único que hizo fue eso, describir lo que estaban haciendo los poderosos. Si leemos ‘El príncipe’ con los comentarios de Napoleón, el emperador le consideraba en algunos casos demasiado moralista. Maquiavelo en su vida era bastante vividor, le gustaba el alcohol, las mujeres y tenía un gran sentido del humor… Es un tipo que a mi particularmente me cae simpático.
G.V.: ¿Hay algún Maquiavelo moderno?
J. M.: Hay demasiados ‘maquiavelos’. Él decía en ‘El príncipe’ que si mientes siempre habrá quien se lo crea, y estamos viendo hoy en día que hay demasiadas mentiras y nos las hemos creído.
G.V.: ¿Qué ha sido lo más trabajoso a la hora de escribir esta novela?
J. M.: Yo creo que ha sido corregirla. Y encajar la trama según iba escribiendo para que cuadraran las cosas. La escritura para mí es un ejercicio de comunicación, si no llega al lector, a la persona, ha fracasado. Por muy literario que sea, has fracasado. Para mí lo más dificultoso es la corrección, partir de ‘eso’ que has parido, hacerlo agradable para alguien; requiere un mayor arte y un mayor esfuerzo.
G.V.: Hoy en día, ¿es más fácil publicar que vender? Lo digo porque han irrumpido últimamente en el mercado un buen número de editoriales, sobre todo de coedición y autoedición.
J. M.: A veces publicar es bastante difícil, en estos tiempos que corren más, no es tan fácil. Es una combinación, porque si has publicado y no vendes no vuelves a publicar. Tienes que empezar publicando que ya tiene su dificultad. Es importante publicar y también es importante vender, porque si no, nadie apuesta por ti.
G.V.: Entre los grandes temas que se tratan en Tiempo de cenizas destacaría el de que la política nos gobierna queramos o no.
J. M.: Si realmente la política nos gobierna y el poder de la política. Estamos sometidos a ella, ahora en democracia a los políticos los elegimos en las urnas aunque terminemos sufriendo cosas que no nos gustaría sufrir.
G.V.: ¿Dónde ha quedado en nuestros días el honor y la lealtad de antaño?
J. M.: Yo creo que sí que queda, pero estamos hablando en Tiempos de cenizas de hace 500 años. Creo que en estos 500 años el ser humano no ha cambiado tanto, aunque afortunadamente ya no se descuartiza a la gente en la calle como espectáculo, ni se la quema en hogueras.
G.V.: La azcona, el coselete o la barbacana se explican brevemente en el libro, quizá para acercar la realidad de la época al lector actual.
J. M.: Yo creo que es muy importante que la narración fluya con rapidez y que el lector no tenga que ir al diccionario a buscarlo, que se entienda por el contexto. No puedes evitar ciertas situaciones, paisajes, objetos que hoy en día son anacrónicos y hay que explicarlos un poquito.
G.V.: Algunos autores no suelen llegar a ese extremo, lo dejan ahí, que sea el propio lector el que acuda al diccionario o internet.
J. M.: Sí, pero es un enfoque; considero que la lectura debe ser un ejercicio de placer, y si yo puedo dar indicaciones y no tienen que ir al diccionario mejor, porque terminan sabiéndolo igualmente.
G.V.: Uno de los personajes de la novela, Bertomeu, habla de ‘mantener una pequeña luz en medio de esta gran oscuridad gracias a los libros’.
J. M.: Los libros son un vector de la novela; los libros, el saber, es un factor de libertad. Ahora tenemos internet, pero los libros eran el internet en su momento, los libros impresos, que eran un objeto muy caro.
G.V.: ‘Hay muchas formas de esclavitud y muchas de libertad’ dice un personaje, un esclavo.
J. M.: Si, aparece un personaje paradójico en la novela, Abdalá, y que lo menciona un par de veces. El protagonista piensa que el esclavo es más libre que los hombres libres.
La esclavitud es algo subjetivo, es algo a lo que aspiras. Si estás encerrado en la cárcel, salir de la cárcel es la libertad; si estás fuera, libertad es irse a otro lado. En otros casos es expresar todas mis ideas; hay distintos tipos de libertad conforme vas alcanzando grados de libertad.
G.V.: Pero el protagonista le dice a su esposa: “De nada me sirve la libertad si no os tengo”.
J. M.: Eso es cierto, el ser humano persigue antes la felicidad que la libertad.
No nos dio tiempo para mucho más pues una compañera pedía paso para entrevistarle. A ella Molist le confesó, medio en broma me temo, que intentaría no hacer un libro tan extenso con el siguiente. Y que uno de sus miedos era no llegar a conectar con el público con sus libros.
Os invito a que os acerquéis a este Tiempo de cenizas y os dejéis seducir por la época del esplendor y la caída de los Borgia, y la de la vida en la España sujeta a la peste y la Inquisición.
Tiempo de cenizas
Jorge Molist
Editorial Temas de hoy