Me concede una entrevista José Manuel López Nicolás al hilo de la publicación de su libro Un científico en el supermercado (Planeta). López Nicolás es Profesor Titular del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular A de la Universidad de Murcia. Además de autor de más de 100 artículos científicos sobre nutrición, la bioquímica o la tecnología de los alimentos es socio fundador y expresidente de la Asociación de Divulgación Científica de la Región de Murcia.
Creo haber leído en el epílogo que uno de los objetivos con este libro es dotar a los lectores de las herramientas suficientes para poder distinguir entre la verdadera ciencia y la anticiencia de las pequeñas cosas. ¿Es así?
R.: Por supuesto. Uno de los objetivos es ayudar a las personas a ser más libres entendiendo la libertad como la toma de decisiones con conocimiento de causa, basándose en el rigor y no en mitos o fraudes. Este libro está orientado en ese sentido.
Ya en el prefacio no se anda con chiquitas y nos ‘abofetea’ con un dato demoledor. Uno de cada cinco españoles, casi diez millones aprox., ha utilizado remedios no contrastados científicamente para mejorar su salud… Y cerca de dos millones como sustitución a tratamientos médicos. ¿Tan mal está la medicina española o es que no nos fiamos del S.N.S. por alguna razón que se me escapa?
R.: La medicina goza de buena salud y el sistema sanitario español es de los mejores del mundo. Lo que ocurre es que cada vez existen más personas que, con oscuras intenciones, se dedican a engañar y confundir a los ciudadanos. La gente está muy desinformada en este aspecto y uno de los principales objetivos de la divulgación es combatir las pseudociencias. Hay que ser valiente y posicionarse. En “Un científico en el supermercado» lo hago y le aseguro que no es fácil arremeter contra agentes muy poderosos que “confunden” al ciudadano para lucrarse gracias a terapias sin rigor ninguno.
La publicidad engañosa, trapacera y espuria se lleva un buen rapapolvo en su libro. Por ejemplo, el despliegue comercial de los productos sin lactosa. O cuando nos habla de la supuesta ‘cerveza isotónica’. Un bonito oxímoron de publicidad dirigida a los jóvenes para iniciarles en el consumo de alcohol. No tenían bastante con lo del informe Pisa y ahora esto. Háblenos de ello.
R.: Hace años bauticé con el nombre de marketing pseudocientífico a aquel en el que se usa de forma torticera el lenguaje científico para engañar al consumidor. En “Un científico en el supermercado” hago mucha referencia a él. En alimentación existen dos grupos preferentes: el mundo “SIN” basado en el marketing del miedo (sin aditivos, sin lactosa, sin pesticidas, etc.) y el mundo “CON” basado en las promesas infinitas. (con colágeno, con lactobacilos, con taurina…) Ni uno ni otro tienen ningún rigor detrás. Lo de usar la cerveza isotónica como vehículo de producto saludable es preocupante…y que famosos la publiciten, aán más. Una parte muy importante de este libro va destinado a desenmascarar mentiras en el mundo de la alimentación… y de la cosmética. Así el consumidor podrá elegir qué comprar, pero con conocimiento de causa.
Hilo lo de la publicidad, lo que nos entra por el ojo, con ese divertido debate, si se me permite, acerca del color de las pelotas de tenis. ¿Verdes, amarillas? Imagino que es como los propios avances científicos. Salvando las distancias, claro. No sé dónde leí que el color verde mató a Napoleón Bonaparte. Por no hablar de que el descubrimiento de Einstein y Fermi tuvo como consecuencia la creación de la bomba atómica. Coméntenoslo al hilo de su libro.
R.: En realidad, los colores no existen. Son fruto de la percepción que cada uno tenemos de ellos y en esa percepción influyen muchos factores como el entorno, los prejuicios que tuviésemos previamente ante el color de un objeto, el espectro electromagnético, etc. Hace unos meses hubo una discusión en Twitter sobre el color de las pelotas de tenis. El 52% de los encuestados veían las pelotas de tenis verdes y el resto amarillas. En “Un científico en el supermercado” me baso en aquella encuesta para hablar de neurociencia, óptica, etc., siempre hablando de la ciencia de las pequeñas cosas, que es el leitmotiv del libro.
El conocimiento es poder. Y si no, que nos lo digan llegados, por ejemplo, al apartado donde habla del mosquito tigre y sus gustos por la sangre. Porque este no solo tiene un paladar fino, eligiendo a un perfil definido (mi madre tendría mucho que decir al respecto). También la ciencia nos viene a ayudar con una molécula de citronela y otra a modo de ayudante, de escudera: el Quijote y el Sancho Panza frente al malvado chupasangre. ¿Nos comenta algo sobre este tema?
R.: Creo que en el mundo de la divulgación habría que hablar mucho más sobre el funcionamiento de los grupos de investigación. Yo le dedico un capítulo entero de este libro a mostrar a la sociedad cómo trabajamos en mi grupo de la Universidad de Murcia para combatir el mosquito tigre desarrollando nuevos productos basados en moléculas de alto poder biológicos. A la sociedad hay que explicarle cómo investigamos, cuáles son los pasos que damos, que éxitos y qué fracasos tenemos… Con ello ganaremos en credibilidad los científicos. Por eso, “Un científico en el supermercado” aborda este tema.
Un científico en el supermercado (Planeta)
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