¿De qué va la última novela de Paolo Giordano? Buena pregunta. En los primeros compases de esta crónica, en primera persona, el protagonista de Tasmania (Tusquets) cree que el asunto de esta historia puede ser “la necesidad de encontrar en cada trance difícil de la vida, algo aún más difícil, más urgente y amenazador en lo que podamos diluir nuestro sufrimiento personal.” Y ese trance lleva a poner el inicio en noviembre de 2015, en París, la noche de los atentados en la sala Bataclan.
La Cumbre Mundial del Clima será la “académica palanca” para arrancar unos recuerdos personales hasta finales de 2021. En ese impase, descubriremos otros trances, como el de su matrimonio con Lorenza o una serie de desengaños tanto con las personas más cercanas como consigo mismo. La razón tiene que ver con lo metafórico del título de esta novela. Ante un desastre nuclear, un climatólogo experto en nubes le confesará que uno de los sitios en los que podría refugiarse es la isla de Tasmania. Y esa isla, en lo simbólico, será el centro de los anillos concéntricos de las subtramas de esta novela.
En el mar de recuerdos del protagonista, un físico reconvertido en escritor, como el propio Giordano, descubriremos curiosos detalles sobre el impacto del hombre sobre el planeta, más allá de los efectos del cambio climático. El protagonista dice estar escribiendo un libro sobre la bomba atómica, nos asoma a ventanas de la historia: las de Enrico Fermi, la de Maria Salomea Sklodowska-Curie o la de los días previos al lanzamiento de las bombas en Hirosima y Nagasaki, en agosto de 1945. También a los días posteriores, a la ceremonia ritual que Japón homenajea a las víctimas cada año. El narrador habla de que escribe una crónica de un tiempo reciente aunque le parezca lejísimo, limitándose a consignar hechos, sin ver vínculos entre ellos, aceptando una posible correspondencia, pero sin intentar extraer conclusiones morales. En cierto modo, nos las deja a los lectores, como no puede ser de otra manera.
Particularmente, me han conmovido las del padre Karol o la del profesor Novelli, esta última de rabiosísima actualidad, a poco que uno abra los periódicos o encienda la caja tonta. He disfrutado —quizá por mi formación universitaria en ciencias— con las perlas científicas que trufan el texto. Me refiero a detalles sobre el síndrome de Kessler; la noción del punto de no retorno, asociado a los agujeros negros; el reloj del Apocalipsis —el Doomsday Clock—, según algunos autores del Proyecto Manhattan; el gaslighting, proceso psicológico de manipulación de nuestros recuerdos o el fascinante mundo de las nubes, con sus caprichosas formas y nombres —una de ella con nombre propio, por cierto, las nubes de Kelvin-Helmholtz—.
Tasmania se perfila en el horizonte del protagonista como algo alcanzable y a la vez inalcanzable, porque, como leemos, ¿qué sentido tiene querer ser adulto y a la vez envidiar a los niños? Alude —en un par de ocasiones— a que es un ser pasivo, que se deja llevar por la corriente sin apenas oponer resistencia. Quizá apoyado por eso de que todos tenemos una mente gradualista, “si las cosas siempre han sido de un determinado modo ¿por qué van a cambiar de pronto?” Quizá según ese reloj del Apocalipsis nos queden, al menos, unos minutos antes del apagón final; mientras tanto, acerquémonos a las páginas de Tasmania con las postreras —aunque quizá sean apócrifas—, palabras de Goethe: Luz, más luz.
Paolo Giordano (Turín, 1982) es doctor en Física, periodista, guionista y escritor. Colabora regularmente con el diario Corriere della Sera. Su aclamada primera novela, La soledad de los números primos, mereció el Premio Strega 2008. Es también autor de las novelas El cuerpo humano, Como de la familia y Conquistar el cielo, así como del ensayo En tiempos de contagio.
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