Abro el libro de relatos Cáscara (Distrito 93), de Javier Adán, y descubro que no hay un índice. Sí un prólogo. Ya en él tomo el pulso de la prosa de su autor que me confirma con el primer relato, Prosperlandia. A la brevedad de este le sucede otro de mayor calado, El hogar en llamas, y, a este, uno de mis favoritos, Kabuki. Me resisto a hablar de cada uno de ellos como si fueran piezas desmontables, cuando en realidad tienen más en común que el lugar que ocupan en este libro (una metafórica composición de imprenta, a modo de cáscara, que los agrupa.)
La brevedad de algunos me dibuja una sonrisa al releer, en esa misma corteza del libro, que el contenido empezó siendo un proyecto de microrrelatos en una red social. Ni Una matrioska siria ni (Nos)otros, tienen nada de ficción pigmea. Tampoco otros de los relatos que titilan en el líquido amniótico donde Adán los ha encerrado a la espera de ser leídos. La pasión -y algo más- de su autor por el cine se refleja en más de una de esta historias, en especial, en El efecto Kuleshov, ya desde su título. Precisamente, esa disposición sin índice nos permitirá entrar en algún guiño de Adán que no desvelaré aquí.
La fantasía, unas veces bordeando el realismo mágico y otras, por ejemplo, en la ciencia ficción dan una idea de lo variado de la temática sin perder el hilo metafórico que ata el palpitar de estos relatos: el concepto unívoco de cáscara o frontera protectora entre el interior y el exterior, entre la libertad y lo que se opone a ella. Así llegamos al último, a Contraportada, donde el protagonista, por partida doble en Cáscara, como la Dorothy de El maravilloso mago de Oz, tendrá la oportunidad de volver, de regresar.
Es lo que tienen los libros, la literatura, que susurrando, grita; los finales, a menudo, invitan a releer, otra metáfora de envolvernos en la cáscara de las páginas, nuestra particular zona de confort de papel y esperanza.
Javier Adán nació en Puertollano (Ciudad Real) en febrero de 1982, durante una gran nevada que adelantó su parto. Creció parlanchín e imaginativo, siempre ideando juegos y fantaseando con cambiar las aceras del barrio con tizas de colores. Se licenció en Filología Inglesa en la Universidad de Castilla-La Mancha consiguiendo plaza como profesor de lengua extranjera. Paralelamente, exploró el arte multidisciplinar, escribiendo y dirigiendo cortos y colaborando en revistas literarias. Influenciado por Paul Auster, Italo Calvino, Kurt Vonnegut, Murakami y Bukowski, e inspirado por el séptimo arte, que tanto ama, culminó en Cáscara, un proyecto de microrrelatos en Instagram convertido en libro.
Cáscara. Javier Adán. Distrito 93
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