Hace unas semanas, reseñé aquí el libro Koniec (Milenio) de Salvador Perpiñá. Mi devoción por el género me llevó pronto a querer contactar con el autor y ver la posibilidad de entrevistarle. La respuesta a esa posibilidad la tenéis a un párrafo de distancia. Mi agradecimiento a Salvador Perpiñá y a la editorial Milenio.
P.: La primera pregunta es casi obligada, ¿por qué llamar a esta antología de relatos con el nombre de la palabra que aparecía, según leemos en la sinopsis, al final de películas y dibujos animados?
R.: Tras armar la selección de cuentos que podría constituir un libro, me di cuenta de que buena parte de ellos giraba en torno a la muerte o a la ausencia. Aunque al principio me asusté, comprendí que eso le daba cierta unidad de concepto, que es algo que suele gustar a críticos y periodistas culturales. Ya sabes, hay que tener un titular, un copy. Los títulos que aludían a esa condición de ultratumba pecaban de obvios o deprimentes. De repente, “Koniec”, la simpática palabra polaca que salía al final de películas y dibujos animados durante mi infancia, me pareció misteriosa, eufónica y vagamente humorística.
P.: Me ha llamado la atención la variedad de escenarios en los transitan los protagonistas de estas catorce historias. Desde uno tan actual como Ñu a uno que nos retrotrae al pasado como Trato o a ese punto de ciencia ficción de Amor constante más allá de la muerte. Querría preguntarle por esos escenarios, por el proceso creativo, sin gusta, antes de haberlos engarzado en esta obra.
R.: La inspiración —palabra degradada por los cursis, pero que sigue siendo válida para nombrar un proceso psicológico muy específico— se da a partir de muy distintas fuentes. Suelo preferir el presente, que es algo que conozco o al menos creo conocer. En general, no tengo un gran interés por la novela histórica y la necesidad de sus autores de mostrar lo bien que se han documentado, llenándola de datos circunstanciales. Amor constante más allá de la muerte surge de una noticia en la prensa y — sorpréndete de mi desfachatez— la escribí a última hora para aquellos que se preguntaran qué demonios significa koniec. Respecto a Un trato, era inevitable que lo escribiera, porque llevo toda la vida fascinado por John Taylor, cirujano chapucero, el atorrante que tuvo el dudoso honor de dejar ciegos a Bach y a Händel. Dicho de otra manera, mis inclinaciones y gustos me llevan a la exploración de nuestras vidas en la actualidad, pequeñas, tragicómicas y asombrosas, pero a veces me gusta dejar de ser yo mismo.
P.: En su trayectoria profesional vemos que ha trabajado como guionista de series de éxito. Es habitual en ciertas obras incluir cameos o guiños. Por ejemplo, en Koniec aparecen mencionados Chesterton, Houllebecq, Pinker, Jorge Bustos o el recientemente desaparecido Sánchez-Dragó. Háblenos de estas menciones concretas en el libro.
R.: No sé si considerarlos guiños, en un caso pretendían aludir al sustrato intelectual de unos amantes conservadores y en otro —adivina cuál— tenía una intención humorística. A veces es útil hablar de los gustos concretos de un personaje. Hay que tener cuidado con ese tipo de referencias, se quedan viejas enseguida, aunque al fin y al cabo, qué demonios, no solo es que jamás haya pensado en pasar a la posteridad, sino que me temo que el mismo concepto de posteridad ya no tiene sentido. La máxima posteridad a la que podemos aspirar es que hablen de ti en los suplementos culturales, poco más.
P.: En el relato protagonizado por el doctor Flöyd, este increpa a otro personaje: “No intentes cambiar las ideas de tus semejantes. Necesitamos mentiras para vivir, necesitamos engañarnos.” ¿Opina igual?, ¿ Existe la necesidad de la mentira en nuestra sociedad quizá madre forzosa de las fake news?
R.: Hay algo de boutade pronunciada en un cuento de tono farsesco. No soy relativista. Creo, como decía Borges que creía Stevenson, que «un rufián, un tigre o una hormiga saben que hay cosas que no deben hacer». Dicho lo cual, claro que necesitamos mentiras para seguir viviendo. Piensa que nuestros sentidos, son una manera de conocer el mundo, pero también un filtro. Las cosas no son en absoluto como las vemos o como las oímos; el cielo azul es un trampantojo, la condición caótica y violenta de lo real nos resultaría probablemente insoportable. Nos engañamos con nuestros recuerdos, nos engañamos con nuestros afectos, nos engañamos respecto a nosotros mismos. No descarto que os haya engañado en esta entrevista.
Salvador Perpiñá (Granada, 1963). Tras una trayectoria universitaria que solo cabe calificar de errática, acabó trabajando como guionista de series como Periodistas, Pelotas o Isabel, actividad de la que aún vive. Ha publicado dos libros de relatos: Prácticas de Tiro (2014) y Contradiós (2018).
Koniec. Salvador Perpiñá. Editorial Milenio.
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