Esta semana comparto la entrevista que me concede Jorge Freire (Madrid, 1985) tras la publicación de su ensayo Agitación (Páginas de espuma). Freire es filósofo de formación, en 2015 publicó una biografía intelectual de la novelista estadounidense Edith Wharton. Su segundo libro, un ensayo sobre Arthur Koestler y la guerra civil titulado Nuestro hombre en España, obtuvo un notable reconocimiento. Escribe en El Mundo, Letras Libres y El País. Agitación ha obtenido el XI Premio Málaga de Ensayo. Freire administra un blog de libros en The Objective titulado «Geórgicas».
P.: A la hora de buscar el origen de la agitación en el Homo agitatus, creo que leemos que todos nos agitamos cuando advertimos nuestra condición finita. También leemos que “La agitación es uno de esos movimientos apotropaicos que desde la noche de los tiempos los grupos humanos ejecutan para espantar aquello que más les aterra.” Así mismo nos habla de que pertenecemos a “una sociedad hedonista compuesta por individuos dotados de una paupérrima tolerancia a la frustración.” ¿Es ese uno de los grandes males de nuestra sociedad actual?
R.: Sí. La baja tolerancia a la frustración lleva a muchos de nuestros adolescentes a la angustia y al derrotismo. El hedonismo a corto plazo es versión perversa del genio de la lámpara. Qué le vamos a hacer si la civilización no se funda sobre la satisfacción de las necesidades, sino sobre la renuncia a éstas. Cuando el camino es corto, hasta los burros llegan. Afirmaba Schopenhauer que mientras la voluntad, que es la fuente de todos nuestros dolores, siga llenándonos la conciencia de deseos, el reposo será imposible. ¿Qué habría dicho de conocer nuestra sociedad consumista? Estamos abrevando constantemente en los cangilones de una noria que no para de girar y que nos deja siempre sedientos.
P.: Encontramos varias referencias en Agitación sobre la labor del periodismo en esta cultura de la agitación. Por ejemplo, que solo los periodistas se creen el cuento de la pugna entre nacionalistas y globalistas. O el innegable papel que el periodismo jugó en la secularización de Europa. Quizá la más intensa, y que le lanzo para que nos la comente, es la de que “todavía hay periódicos que confían en que si repiten la misma historia cinco veces esta se volverá verdadera”. ¿Dónde hemos oído esto antes?
R.: Fue lo que dijo el portavoz de Reagan después de que éste se inventase la historia del artillero herido al que consuela el comandante: nos hundiremos juntos, hijo. La anécdota era falsa, pero cumplió su función emocional entre los electores. De eso sabe bastante el periodismo, cuyos peores vicios son muy anteriores al auge de las fake news. En realidad, mi crítica al periodismo deriva de mi crítica a la actualidad. La filosofía es inactual, porque se ocupa del presente. De lo inmediato no puede brotar la cultura.
P.: Me ha interesado una reflexión que me gustaría que nos comentase, la de que “Quienes mueven a la agitación no suelen caer en ella”. ¿Hay individuos inmunes a la ponzoña de la agitación?
R.: En nuestro tiempo, el acomodado se disfraza de agitador. Por eso hay que desconfiar del antielitismo promovido por las élites. Decía Goethe que el noble aspira al orden. Es cierto, pero en su propio pegujal. Nuestros maîtres à penser celebran el desorden en casa ajena porque un escuadrón de mucamas esperan en su chalé más firmes que una vela. Escribí esas líneas pensando en el conflicto catalán, donde la frivolidad de nuestros intelectuales ha rozado la negligencia. Salvando las distancias, el mecanismo se asemeja al de los disturbios de Barnaby Rudge: si fogueas a la masa para que plante cruces amarillas en la playa, haga flashmobs por la independencia y se conmueva con el martirologio de los presos, no le quedarán fuerzas para protestar por el tres per cent. Si algo nos ha enseñado el procés es que no hay más conservador que unas élites incitando a la desobediencia.
P.: En la actual situación pandémica parece que ya se vislumbra el final del túnel. Tras los confinamientos y restricciones de movilidad intuyo que muchos Homo agitatus querrán viajar y, en ese sentido, leemos una curiosa reflexión en Agitación. “Nada hay más opuesto al exotismo que el turismo de aventura.” ¿Nos la comenta al hilo de la situación actual?
R.: Hay experiencias que son valiosas por su carácter excepcional. Incorporarlas a lo cotidiano supone neutralizarlas. Por eso el turismo de aventura es lo contrario del exotismo. Si viajar consiste en una recolección planetaria de souvenirs y experiencia, normal que el viaje no amplíe nuestros horizontes, sino que los estreche. En general, bogando sin rumbo en una marejada de estímulos es vacunarse contra la voluptuosidad. Hay experiencias que el agitado es incapaz de disfrutar.
Agitación. Jorge Freire. Páginas de espuma.
(Foto del autor: © Amparo Freire)
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