Le conocimos con Devotio, pero antes de Devotio estuvo Valentia. Con ella vuelve bajo el sello GoodBooks, dispuesto a arrojar un poco de luz en los oscuros pasajes de la historia, desvelarnos secuencias, imágenes, tesoros de la antigüedad, de esos tiempos donde los romanos, los bárbaros y los que no eran ni unos ni otros, sobrevivían como podían.

No os perdáis la entrevista a este enorme autor, amigo y profesional al que deseamos todos los éxitos.

M.: Vamos a empezar fuerte con una pregunta obligatoria. Entre todas las épocas, entre todos los personajes, ¿por qué le escribiste unas memorias a Cayo Antonio Naso?

G.: Buena pregunta, además de obligatoria, de extensa exposición: la Historia antigua de Valencia, toda la anterior al 9 de Octubre de 1238, es con frecuencia ninguneada por muchos estamentos políticos y académicos de esta tierra, quizá porque la existencia de una civilización ibera, romana y árabe fuerte y compleja entra en conflicto con otros planes más prosaicos. Dentro de ese gran espectro de cientos de años, mi pasión se desata con la antigua Roma, una época legendaria en la que se gestó nuestro mundo actual y de la que somos directos herederos (toponimia, idioma, costumbres, leyes, etc.) Después de leer ávidamente Sónica la cortesana de nuestro insigne paisano D. Vicente Blasco Ibáñez, otro injusto ninguneado por su ideología política, aconfesional y pragmática, me di cuenta de dos cosas:

a)      Había pasado casi un siglo sin que nadie escribiese un relato de ficción histórica ambientado en nuestra Antigüedad clásica.

b)      Después de muchos años de estudio, lectura, visita de piedras viejas y museos, estaba en condiciones de emular a uno de mis más reverenciados autores y aportar mi modesta contribución a la literatura e historia de Valencia novelando algún pasaje de nuestra época romana.

El punto B se desató al encontrar una foto de la recién excavada plaza de la Almoina en la que aparecía un esqueleto con claros signos de tortura procedente del estrato de destrucción que presentaban los restos arqueológicos de la Valentia del año 75 a.C. Investigando más descubrí que aquel desastre sobrevino tras la revuelta del procónsul Quinto Sertorio contra el gobierno de Sila, la llegada de Pompeyo el grande a Hispania para solventar la rebelión, los combates que narraron Plutarco, Dion Casio y Apiano en Saguntum, Valentia, Lauro y Sucrone (todos en la actual provincia de Valencia) y las terribles consecuencias que la guerra civil ocasionó a la Edetania. Acababa de encontrar una historia épica y casi desconocida en nuestra olvidada Valencia romana, pero necesitaba un narrador independiente de las grandes figuras históricas que aparecían en ella, un testigo presencial de los hechos que fuese también parte de ellos para aportar más dramatismo al relato. Así nació Cayo Antonio Naso, ciudadano de Valentia, comerciante, espía y consejero de Quinto Sertorio.

M.: Al principio de la novela tuve un pequeño momento de confusión cuando pensé que el prota salía de Saguntum, no de Valentia. Coméntanos un poco de la estructura de tu novela.

G.: El mundo romano es mucho más complejo de lo que pueda parecerle a quien no lo conozca en profundidad. Cuando comencé a escribir Valentia, que no fue de principio a fin como es lógico, sino que comencé por el centro, quise que la introducción de la obra fuese diferente al comienzo del típico relato en primera persona contado desde la vejez estilo Yo, Claudio de Robert Graves (una de mis novelas favoritas), así que decidí romper con el esquema clásico y utilizar un recurso que descubrí en la novela La piedra del destino del gran Jesús Maeso de la Torre, en la que mucho tiempo de los hechos principales, éstos se rememoraban por un descendiente del protagonista a través de unas viejas crónicas. Y así lo hice, escribiendo una introducción ambientada en la Valentia del año 260 d.C. cuya acción comienza justo en el día en el que los primeros germanos aparecen en la ciudad. Durante este momento de crisis, caos y terror, Tito Antonio, protagonista de esta introducción  y descendiente de la misma gens de aquel Cayo Antonio de época republicana, consigue escapar de Valentia, rescata los anales familiares de su villa rural y los pone a salvo en Saguntum. De su posterior lectura deriva el cuerpo principal de la novela: las memorias de Cayo Antonio Naso.

M.: A pesar de eso, la novela continúa avanzando ¡y a traición nos cambias el narrador!

G.: No es a traición, cómo te acabo de explicar, es un recurso que me permite mostrar Valentia y sus gentes con tres siglos de diferencia, de la próspera e inocente colonia sin muros y dedicada al comercio y al circo que vemos en la introducción a la ciudad fortificada y bastión rebelde del cuerpo principal de la novela. Aunque generalmente veamos una novela histórica de romanos como una única época, en realidad no es así, como tampoco lo es en épocas más recientes. Problemas distintos con entornos diferentes: de las rebeliones políticas y tensiones entre indígenas y romanos de la república a los problemas religiosos y financieros y las incursiones bárbaras en el Imperio. Tres siglos son mucho tiempo en una sociedad. Piensa que hace trescientos años no existían los Estados Unidos de América.

M.: Penes a modo amuleto para la guerra, penes en bolsas… Alucinada me hallo.

G.: La cristiandad ha dado muchas cosas al mundo, pero también ha esquilmado muchas más. Los tabúes sobre el cuerpo humano, la desnudez, el sexo, los placeres, etc. son fruto de esa educación judeo-cristiana donde la desnudez, el goce físico y todo lo sexual es pecado o pecaminoso y, llana y sencillamente, malo para la moral y el espíritu. Nada más lejos de la verdadera naturaleza de las cosas, que como decimos por aquí, “res hi ha més natural que la figa per al pardal”. El falo es un símbolo de fertilidad, vigor y buena salud desde tiempos inmemoriales, y así era concebido en el mundo romano. Un pene alado pendiendo del cuello es un gran amuleto, o el pene de un bárbaro disecado, o un falo erecto esculpido en las losas del pavimento para indicar qué dirección correcta tomar para encontrar el lupanar…

M.: Me ha parecido realmente violenta en algunas partes, puede que sea porque leo muy poquitas cosas así, pero quedé impactada con las torturas y alguna muerte que describes.

G.: La violencia es propia de la condición humana, y en tiempos donde los derechos humanos serían considerados ciencia-ficción, extirparla de un relato histórico sería cometer el terrible “presentismo” del que adolecen muchos relatos. En un mundo donde un esclavo es un objeto, no muy diferente a un buey o un caballo, y donde no existe un tribunal de La Haya para decidir si un asalto es cruento o no, imagínate cómo sería vivir, y así has de mostrarlo, con toda crudeza, si quieres ser fiel a una época e idiosincrasia. Si has visto La Pasión de Cristo de Mel Gibson no hace falta explicarte cómo se las gastaría un carcelero de Judea en el siglo I, prácticamente la época de la que estamos hablando.

M.: Me descubro intentando ubicar escenarios de tu novela en la Valencia actual, incluso dándoles consejos a los protagonistas Me lo he pasado teta siguiendo sus rutas. ¿Te lo han comentado los lectores valencianos?

G.: Me alegro de que te hayan gustado mis rutas. Hay que hacer solo un pequeño ejercicio de imaginación para eliminar del horizonte todo lo modificado por la mano del hombre y mirar hacia la Calderona, ver un manto de trigales, viñedos y olivares desde la posta de la Vía Augusta en Tabernae hasta las tres colinas de Enesa (El Puig), con un inmenso humedal entre la calzada y el mar, refugio de algunos fugitivos en la introducción de la novela. En sentido contrario, la vista de un Palus Nacarensis (L’Albufera) veinte veces más grande que hoy, desde la desembocadura del Sucro (Xúquer) en Portus Sucronensis (Cullera) hasta la del Turius (Turia) en Valentia. Sí, la profusión topográfica y paisajística ha sido muy celebrada por el público en general, y el valenciano en particular, pues imbricado en este relato de aventuras el lector puede sumergirse en unos tiempos tan lejanos, pero tan cercanos a la vez, gracias a mi humilde reconstrucción del territorio hace veinte siglos.

 

M.: La cocina, los menús que toman los personajes molan.

G.: Soy un aficionado a la “arqueogastronomía”. Desde el De Re Coquinaria de Apicio hasta mis propios guisos rescatando los ingredientes, modos y usos del mundo antiguo, los platos y banquetes que aparecen en mis novelas están basados en recetas antiguas del mundo greco-romano. Descubrir la cocina del Mare Internum ha supuesto un antes y un después para mí. Ya sabes que en mi blog tengo un compendio de recetas y un buen número de seguidores.

M.: Perdidos entre las páginas de Valentia es tan fácil conmoverse con lo que lees como mosquearse. Las justicias y los justos, las injusticias y mucho cabrón que hay por ahí suelto, dan que pensar. ¿Crees que es una novela, pese a todo, reflexiva?

G.: Es una novela veraz en los hechos y verosímil en lo fabulado. Personalmente pienso que esa es la clave para un buen relato de ficción histórica. Por desgracia, y todavía vigente en nuestro mundo, no siempre gana el justo, ni siempre se hace justicia. Miles de injusticias jalonan los diarios, los informativos, las sentencias judiciales… Pero ese es el mundo en el que vivimos, en el sistema político menos malo, donde siempre los poderosos escapan de sus responsabilidades por la codicia, desidia o inutilidad de quienes tienen que velar por la justicia. Sí que es cierto que algunos pasajes de esta novela producen cierta sensación de déjà vu.

M.: Imagina que pudieras sentarte junto a uno de tus personajes una tarde de verano, bajo la magnífica parra de una tranquila masía, ¿junto a quién te sentarías?¿Le darías algún consejo?

G.: Me sentaría con mi admirado Sertorio. Por supuesto, le diría… Quinto, por todos los dioses, deshazte de Marco Perpena Vento, y hazlo pronto.

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Le conocimos con Devotio, pero antes de Devotio estuvo Valentia. Con ella vuelve bajo el sello GoodBooks, dispuesto a arrojar un poco de luz en los oscuros pasajes de la historia, desvelarnos secuencias, imágenes, tesoros de la antigüedad, de esos tiempos donde los romanos, los bárbaros y los que...