Felisa Moreno Ortega: «A nadie le gusta darse de frente con la miseria.»

Nacida en Noguerones-Alcaudete (Jaén), colabora como articulista en el Diario de Jaén y con diversas publicaciones culturales. Ha recibido numerosos premios y menciones en diversos certámenes literarios nacionales e internacionales. Con más de una treintena de publicaciones en antologías de relatos editadas en España y México, acaba de publicar La nieve en el almendro (El desván de la memoria, 2013).

 

En La nieve en el almendro cobra una especial trascendencia la palabra escrita, por la novela dentro de la novela, pero ¿también la narración oral, los testimonios de los personajes que la vertebran?

Yo necesitaba contar la infancia de Julián con libertad, sin sentirme presionada porque hubiera discordancias entre la edad del que relata y las expresiones que utiliza. Por eso decidí utilizar a Salvador como narrador. Él es un escritor novato, se puede permitir el lujo de escribir lo que le dé la gana. El lector no me puede recriminar nada, pues los errores que haya son de Salvador, no míos, incluso puede que sean premeditados. ¿Por qué no? También era una forma de hacer un homenaje a todos esos escritores que, como yo, tratamos de abrirnos camino en el sector literario, que tiene demasiadas barreras de entrada.

Por otro lado, pienso que los personajes se describen a sí mismos por lo que dicen y cómo lo dicen. No me gustan las descripciones demasiado largas, no se trata de contar, sino de mostrar al lector cómo son esos personajes, con sus acciones y con sus palabras. Por eso le presto una atención especial a los diálogos.

¿Cuál es el papel de los personajes masculinos tan marcado frente al de los femeninos en esta novela?

Esta novela tiene su origen en un relato titulado “El olor de la miseria”, el protagonista era un hombre y cuando decidí convertirlo en novela lo mantuve así. Me lo planteé como un reto personal. En mi anterior novela, La asesina de los ojos bondadosos, las protagonistas eran dos mujeres, de diferente edad y condición social, pero pertenecientes al género femenino. En La nieve en el almendro los personajes masculinos acaparan el protagonismo: Julián niño, Julián adulto y Salvador, el camarero, son los más importantes, mientras que las mujeres existen a través de la visión que Julián tiene de ellas. Conocemos lo que sienten o piensan a través de sus palabras o de los recuerdos del propio Julián; por tanto, su imagen puede estar distorsionada.

Sobre todo, me interesaba mostrar de qué forma las distintas mujeres que habían pasado por la vida de Julián habían influido sobre él: Macarena, la madre de su mejor amigo de la que está enamorado; Matilde, su mujer; Mariela, la prostituta mulata a la que visita de vez en cuando, su abuela, su madre, su hermana, etc.

Culpa, expiación y redención; tres palabras a lo Crimen y castigo de Tolstoi, quizá muy aventurado por mi parte.

Es cierto que esta novela está marcada por la culpa. Julián se siente responsable de un hecho trágico que ocurrió en su infancia y, durante toda su vida, ha tratado de expiar esa culpa. La forma que elige es aguantar a una mujer que no quiere soportar una existencia que no le satisface en absoluto. Cree que merece su triste existencia. Su abuela le inculcó el miedo al infierno y él quiere pagar en vida para evitar acabar allí. No es algo consciente, ni racional, simplemente se va dejando llevar por las circunstancias y, en vez de reaccionar, va aceptando cada revés de la vida como algo merecido.

La redención viene cuando su pasado se presenta en forma de mendiga, que es en lo que se ha convertido la mujer hermosa que amó de adolescente. Todo se trastoca, empieza a replantearse su vida y toma una decisión que a algunos les puede parecer mala, pero que yo considero que es liberadora.

¿Cuánto tiempo le ha llevado escribir esta novela y, sobre todo, si la ha escrito de continuo o por el contrario ha dormido entremedias de otras el sueño de los justos, como esperando madurar a la primavera de su finalización?

He necesitado más de tres años para finalizarla. En ese tiempo ha habido muchos abandonos, algunos que yo pensaba definitivos, pero la historia me atraía demasiado y eso me ha ayudado a superar todas mis dudas e inseguridades. Hay momentos en que una novela te pide un descanso o un cambio. En La nieve en el almendro he dudado mucho sobre el tiempo verbal que debía utilizar (pasado o presente) y si narrar en primera o en tercera persona. He cambiado varias veces de opinión, lo que me ha llevado a tener que corregir para, después, volver a la idea inicial. Ha sido mucho trabajo hasta encontrarme a gusto en la narración de la historia. Es la trastienda de la escritura, el lector no debe preocuparse por eso, somos los escritores los que debemos utilizar todas las herramientas a nuestro alcance para que la lectura sea un placer.

El sexo siempre vende y un buen título es fundamental para un libro, asegura Salvador; quería preguntarle por el ‘sexo’ en esta novela y por el título, ¿cómo llegó a él?

En esta novela tiene importancia el sexo como la tiene en la vida de las personas. No puede calificarse como erótica, ni mucho menos. Simplemente se trataba de abordar la vida de un chico adolescente enamorado de una mujer adulta, y a esa edad, el sexo está muy presente, es más, puede llegar a convertirse en una obsesión. También tiene cabida el sexo adulto, incluso el adúltero, pero siempre tratado con delicadeza, en ningún momento se cae en la pornografía.

Y hablando de títulos, esta novela es como una matrioska, esas muñecas rusas que están una dentro de otra, y, en realidad, tiene dos títulos. La parte que describe la adolescencia de Julián, el protagonista, escrita por Salvador, el camarero aprendiz de escritor, se titula Retazos de amor y sexo. Aquí se narra el despertar de un chico tanto emocional como físicamente a la edad adulta.

El título de La nieve en el almendro lo elegí una vez terminada la novela, ya había barajado otros distintos, pero ninguno me convencía. Hay un momento muy poético, cuando Julián ve a Macarena desnuda y compara su piel con los almendros floridos, que parecen estar nevados. Fue este párrafo el que me inspiró el título:

“Al verla desnuda acudió a mi mente la imagen de un almendro nevado de flores, el único árbol que se atreve a desafiar al invierno, a florecer en el helado mes de enero, mientras el resto de las plantas permanecen aletargadas. Así era Macarena, como la nieve en el almendro, una nieve cálida, fabricada con pétalos de flores y capaz de iluminar la grisura que recubría mi vida”.

Creo ver guiños a algunos autores como Monterroso o Jack London, no sé si son casuales.

Monterroso es un autor de referencia en el relato corto, que es mi género favorito, la mención en la novela es un pequeño homenaje, fruto de mi admiración por él.

En cuanto a London, al nombrarlo quería poner de relieve que un escritor no necesita vivir una experiencia, ni haber estado en un lugar concreto para poder escribir sobre ello. Hay escritores obsesionados en los detalles, se preocupan tanto de la ambientación que olvidan que lo importante es crear historias, al menos desde mi punto de vista. Creo más en la intuición que en la documentación, eso no significa que esta última no sea necesaria, pero no debe convertirse en lo más importante de la novela. Para mí lo interesante es lo que pasa por la cabeza de los personajes, cómo ese medio físico en el que se desenvuelven les influye o les afecta.

´Dicen que si sacas fuera  lo que te hace daño, el dolor disminuye’, comenta Julián.

Es algo de lo que estoy completamente segura. En el momento que verbalizas los problemas, los sentimientos de dolor, de culpa, de miedo…, pierden fuerza. Yo pasé por un hecho muy traumático y lo único que me ayudaba a superar el dolor era compartirlo con los demás, hablar de ello. Poco a poco, el dolor iba atenuándose, como si se fuera diluyendo. Aunque nunca olvidaré lo que pasó, ahora puedo hablar de ello sin emocionarme o ponerlo por escrito en una novela, algo que he hecho en esta: he utilizado a María, un personaje secundario, para contar el peor momento de mi vida. Aunque no he conseguido reflejar lo que sentí como hubiera querido. A veces me cuesta más describir lo vivido que lo imaginado.

Salvador dice que al ser escritor ‘mi capacidad de observación está más desarrollada’, y que es parte de su ‘capacidad descubrir lo que está oculto bajo la piel’, ¿también opina lo mismo?

Sí, creo que es fundamental que el escritor logre desarrollar su empatía al máximo. Solo así podrá ponerse en la piel de sus personajes. Para ello, además de observar, es fundamental leer muchísimo. Los escritores, sobre todo los buenos escritores, nos pueden transmitir muchas sensaciones que, de otra forma, no podríamos vivir. Respecto a esta novela, algunos hombres me han preguntado cómo sé tanto de ellos, cómo he podido reflejar cosas tan íntimas que ellos creían solo suyas, pertenecientes a su intimidad. No hubiera sido capaz de hacerlo si no hubiera leído a muchos autores masculinos que han ido dejando en mi cabeza retazos de historias. Con ese material, más mi experiencia personal con amigos, familiares, etc., he conseguido construir el personaje de Julián.

A nadie le gusta que le restrieguen la miseria delante de sus caras’, piensa Julián.

¿Y no es así? ¿Cuántas veces hemos esquivado la mirada de un mendigo? Nos parece adecuado ejercer la caridad, pero a distancia, sin que se mezclen con nosotros. Apadrinamos niños, colaboramos con las ONGs, pero que no se nos cuele ningún inmigrante en el piso de al lado, que no se paren los mendigos en nuestro portal. A nadie le gusta darse de frente con la miseria.

¿Con la edad damos la impresión a los más jóvenes de que estamos de vuelta de todo?

Yo creo que la impresión que les damos a los jóvenes es que no nos enteramos de nada. Y puede ser que lleven razón. Olvidamos muy pronto lo que significa ser adolescente, dejamos atrás los sueños juveniles con demasiada facilidad, nos obsesionamos por conseguir un trabajo que, en muchos casos, ni siquiera nos satisface. Nos centramos en acumular posesiones materiales y olvidamos lo verdaderamente importante: ser felices con las pequeñas cosas que nos ofrece la vida.

La nieve en el almendro, Felisa Moreno Ortega.

El desván de la memoria, 2013.

www.felisamoreno.com

La nieve en el almendro puede adquirirse por 12 euros (sin gastos de envío adicionales) enviando un correo a info@editorialeldesvan.com. Además, se incluye como regalo una original libreta de notas.

Ginés J. VeraEntrevistaLiteratura
Felisa Moreno Ortega: «A nadie le gusta darse de frente con la miseria.» Nacida en Noguerones-Alcaudete (Jaén), colabora como articulista en el Diario de Jaén y con diversas publicaciones culturales. Ha recibido numerosos premios y menciones en diversos certámenes literarios nacionales e internacionales. Con más de una treintena de publicaciones...