Esta semana, comparto la interesante entrevista que me concedió R.A. Raga con motivo de la publicación de su última novela Biografía de la nada y dos maletas. Quedé con él en Valencia, en el centro, para tomar un café y charlar acerca de la novela, la literatura y otros demonios, parafraseando a una obra de García Márquez. Os dejo la bio al pie de la entrevista junto con un enlace a la anterior entrevista que me concedió, tras publicar Cuando los pájaros entran en coma, segunda entrega de su no-trilogía, tríptico u opera magna compuesta por: Sunday Dandy (2015), Cuando los pájaros entran en coma (2016) y Canción de cuna para violín sin cuerdas (2020).
P.: Titulas a tu última novela Biografía de la nada y dos maletas. ¿Qué nos puedes decir de esa nada no sé si más próxima a la de Camus, a la de Nietzsche o a la de Platón?
R.: El nihilismo es una corriente que me fascina y que, de hecho, impregna las páginas de todas mis novelas. En este caso la he llevado al título también, quería que esa nada fuera parte protagonista del libro, que fuera un personaje más y definirla por oposición a su antónimo. Biografía de la nada y dos maletas es, por lo tanto, una novela en la que se habla del todo y de la nada. Del vacío y de la plenitud, del socorro y de la gloria, de la luz y las tinieblas. Soy un gran admirador de Camus y aunque piense que su existencialismo ha quedado sobrepasado, creo que en el fondo todos somos un poco Sísifo y un poco Meursault. En la novela todos los personajes tienen algo de uno o del otro, todos ellos creen que viven en la nada y que es Germán quien representa el todo, cuando él es el primero que se ausenta y que no lo hace como Rimbaud.
P.: Construyes esta historia a partir de capítulos y, en estos, advertimos varias voces, incluso en los propios inicios de aquellos, un poco como, p. ejem., en Las olas, de Wolfe. Creo que lo unitario y lo fragmentario tienen mucho que decir en tu narrativa, no solo en esta novela. ¿Es así?
R.: He deseado muchas veces escribir una novela epistolar y no lo he hecho. No hay nada más perfecto y unitario que la correspondencia entre dos personas. El fragmento es, en este sentido, la base del edificio y el resto es un mero soporte argumental. Tiendo a despojar de florituras al argumento, que no haya nada que distraiga al lector de quiénes son los personajes, cómo se comportan y por qué, que el lector no se entretenga en subtramas.
La vida está compuesta de fragmentos y la novela debe recogerlos en un todo. Los fragmentos son la causa de la elipsis y por eso creo que funciona. La elipsis no es una figura habitual en literatura porque priva al texto de subtextos y eso a veces es difícil de gestionar. Podría decir que para mí la elipsis es un reto, pero es simplemente la consecuencia de dotar al fragmento de preeminencia, que se convierta en elemento imprescindible en el relato. Creo que un día escribiré una novela epistolar, aunque pueda parecer que ya no está de moda.
P.: Otro de los elementos indisolubles de esta Biografía de la nada y dos maletas es lo literario y metaliterario. Quizá con más peso que en tu anterior no-trilogía, ¿nos lo comentas?
R.: El diálogo entre arte y meta-arte en general me apasiona. Creo que es la forma más sublime de arte, de hecho. Que tu creación hable del arte y que el arte hable de la vida. Esa es la ecuación perfecta a la que todo creativo debe aspirar. Una mezcla entre Duchamp y Joseph Beuys. En las novelas anteriores ambas aparecen de manera un tanto episódica, sin embargo, en Biografía de la nada y dos maletas son el eje que define al protagonista, y quizás es porque en esta última novela me he sentido más libre al escribir.
¿La literatura como el todo o como el gran engaño? La nada del título obedece también a esa dualidad. Hubiera sido más honesto titularla como una obra de Lucio Fontana, en vez de Concepto espacial, Concepto literario. Hubiera sido más adecuado con el todo, pero no la hubiera leído nadie.
P.: Los actores y actrices que subes al escenario tienen nombres potentes, algo que creo eliges a conciencia. Escojo a dos, como las maletas del título, para que nos des alguna pincelada. Háblanos de Germán y de Sonia.
R.: Biografía de la nada… trata también sobre la libertad. ¿Es posible? Y si es así, ¿puede ser plena en algún momento? ¿Cuáles son las convenciones que nos empujan a actuar de una u otra manera? ¿Cuáles los condicionantes? ¿El entorno? El caso de Germán y Sonia, y es curioso que hayas reparado en ellos, es el ejemplo de que la libertad -o al menos un determinado grado amplio de libertad- es posible, pero el debate en la novela no termina aquí porque en realidad esta libertad no es real, sino el concepto de libertad que proyectamos en nuestro entorno, o el que nuestro entorno asume que nosotros tenemos. Es un poco el Ceci n’est pas une pipe de Magritte. La libertad no es un hecho sino un concepto.
Germán y Sonia son -sobre el texto- los personajes más libres de toda la novela, pero lo son porque el resto creen que lo son. En el fondo, Germán está actuando empujado por unas circunstancias externas y Sonia -la que parece ser más libre- va perdiendo ese impulso hacia el final. Germán y Sonia parecen libres porque reúnen las condiciones para serlo. El resto ni siquiera saben quiénes son en ocasiones. Lo importante es ser para creer. Por eso la cita inicial de Lewis Carroll, una versión del aforismo griego, “Conócete a ti mismo”.
P.: He creído escuchar el latido de varias ciudades, aunque en especial el de Madrid. Creo que conoces bien esta urbe, capital, patria chica de gatos aunque, según Umbral, escribir en ella es llorar. ¿Qué es Madrid para R.A. Raga en esta novela?
R.: No hay cosa que deteste más que llevar la contraria a la gente que admiro, así que no le quitaré la razón a Umbral. Todas las grandes urbes, todas las que cuentan su existencia en siglos, son ciudades construidas sobre sangre, y ese drama condiciona a los que las habitan. Destrucción, violencia, enfrentamiento son comunes a Madrid, Berlín, París, a Londres y otras tantas. Asumir la finitud de la existencia es entregarse muchas veces a lo eterno, y por lo tanto, Londres, París, Berlín, Madrid son ciudades vitales, vertiginosas, exocéntricas. La jovialidad es consecuencia de la sangre. Umbral decía que es llorar, pero a ese llanto le sucede lo banal, lo ajeno, el olvido, el goce, la pasión y una suerte de hemiplejía hacia al dolor del otro lado. Y todo ello, en Madrid, Berlín, París o Londres, se sucede en una orgía que no tiene fin.
P.: El cine también se asoma a esta novela. El buen cine, los artífices de las historias visuales que han marcado a varias generaciones. Si en el cine hay memoria y pasión, también palpita aquí, tan sustancial como etéreo, a veinticuatro fotogramas por segundo. No sé si preguntar, porque leemos en esta novela: “No crean nunca a un novelista, solo escribe para ocultar”.
R.: Si cine y literatura hubieran nacido al mismo tiempo nunca hubiera existido la segunda, y eso es porque el cine está lleno de verdad. Superman, Indiana Jones, James Bond o Thelma y Louise son personajes reales. Hay verdad tras ellos. Y en sus historias hay verdad, y en sus hazañas hay verdad. Y hay verdad porque no son más que el reflejo de nuestras inquietudes, nuestros anhelos, nuestras miserias. Todos ellos son verdad porque son fragmentos de nuestra intimidad. En la novela, no. El escritor escribe para ocultar o en el mejor de los casos para desnudarse hasta donde quiera, solo muestra una parte, solo hay pinceladas de verdad escondidas entre líneas. La novela alcanzó su apogeo en el siglo XIX y duró con altibajos hasta la segunda guerra mundial que es cuando el cine se convierte en hegemónico. En la novela cada vez hay menos verdad y más verbena episódica. Los escritores que han escrito a tumba abierta son los que perduran. Nadie escribe ahora como Chejov, Miller o Dostoyevski. La verdad está en desuso, también en la novela. Por eso Houellebecq sigue siendo el referente único actual.
P.: Frente al lenguaje manido, adocenado y mil veces regurgitado en páginas proletarias, tu prosa es una suerte de reverberación estilística más allá de la iteración lírico-narrativa. Tiendo ese puente tomando además una frase que me ha seducido. Esa acerca de que la literatura esconde el verbo y nos permite atisbar el fin de la novela.
R.: Enlazando con lo anterior, si la literatura es cada vez más episódica, también es cada vez menos conceptual, y cuando prima el adjetivo sobre el verbo se destruye el objetivo de la novela. Cuando prima el sujeto, el objeto y lo accesorio no hay novela porque no hay verdad. Solo el verbo logra conectar con el lector. El resto son elementos disuasorios para el intelecto. No quiero decir con esto que la novela deba ser intelectual o no será -eso constituye otro debate- sino que sin el verbo no hay estímulo real. Annie Ernaux -por citar a un contemporáneo- es quién es por dominar con absoluta transparencia el verbo. Su literatura es fuente, estímulo y verdad. Si todo el mundo escribiera como ella nadie recurriría a la auto ficción o a la novelación de hechos reales, esa narrativa documental que tan pocos dominan y que tantos practican. La narrativa documental esconde el verbo y concede protagonismo al hecho. ¿Es o no es eso el fin de la novela?
P.: No quiero dejar pasar la oportunidad de preguntarte sobre el amor en Biografía de la nada y dos maletas, y curiosamente, que lo marides con la parte de crítica social, de nihilismo, vertido entre estos cincuenta y cuatro capítulos.
R.: El deseo mueve el mundo, mientras que el amor nos impulsa en nuestro día a día. No hablo de un solo tipo de amor. No tiene porque ser carnal o físico. El amor es el motor del individuo y el amor es resultado de una creencia. Uno no ama nada en lo que no cree. Este libro es la novela de unos personajes enamorados. Todos creen en algo con firmeza y lo persiguen, es su amor por ese algo el que les mueve y su amor no moverá jamás el mundo pero sí que hará que no se paren, no se ofusquen, no se oculten, porque si lo hacen llegará el desastre, el conflicto, el absurdo, la nada.
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R.A. Raga (Valencia 1975) es Licenciado en Derecho y ha realizado estudios de postgrado en Ciencias Políticas en distintas universidades de Reino Unido, Bélgica y Francia. Su trayectoria profesional ha estado siempre vinculada a la esfera internacional residiendo en ciudades como Londres o México DF. Ha escrito y dirigido los cortometrajes Historia de un Ciudadano, Canibalismo Otoñal y Mickey Mouse ha muerto, seleccionados todos ellos en distintos festivales de ámbito nacional e internacional, recibiendo el galardón del público por el segundo de los mencionados. Autor de las novelas ya citadas, su relato Gris quedó finalista en el IV Certamen Valencia Escribe (2017) y El landó negro fue seleccionado en la antología “101crímenes de Valencia” (2019). Sus microrrelatos Deseo y La eternidad en cada segundo han resultado también finalistas del Concurso literario ”El Arte del Microrrelato” (2016) y del «IV Concurso Internacional de Microrrelatos Club de Lectura Té con Tagore» (2018) respectivamente. Añadir que R.A. Raga realiza crítica gastronómica a través de su blog de “gastroficción” Diario de un Gourmet en Serie, ha escrito relatos de contenido gastronómico para el medio online The wine pilot, prologado numerosos catálogos y exposiciones de artistas plásticos, y colaborado con distintas revistas como ELLE. Actualmente escribe en Valencia Plaza y en Tapas magazine y ejerce de agitador cultural en su cuenta de Instagram @sundaydandy
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