Me concede una divertida entrevista el escritor, sociólogo y músico reconvertido en programador informático, Mikel Santiago (Portugalete, Vizcaya.1975). Vivió en Dublín y después a Amsterdam. El piano de su hermana despertó en él un apetito muy temprano por la música. De su estancia en Irlanda sacó las ideas para escribir ‘La última noche en Tremore Beach’, su primera novela, con gran éxito de público y crítica. Le pregunto por su cuarta novela, “La isla de las últimas voces” (Ediciones B), en su visita promocional a Valencia.

Es sociólogo y creo que algo de ello se ha impregnado en esta novela, hay algo en ella de reflexión sobre la voluntad individual, sobre la conducta social en casos de extrema necesidad, ¿es así?

   Sí, efectivamente, hay como cierto jugueteo con las ideas sobre la fantasía colectiva, sobre las histerias colectivas; no entra en profundidad como podría ser ‘El señor de las moscas’, no entro a matar ahí para nada. Lo voy tocando… Sí que está esa idea y hay algún momento en el que se ve en los personajes, en el hotel, en sus conversaciones, ¿cuándo hay que parar la violencia? La novela la he escrito en unos años en los que, tanto en España como en el extranjero, parecía que estábamos volviendo a la locura colectiva, olvidando ciertos principios de orden que ha costado mucho conseguirlos, puede tener una migaja, pero no es el tema.

Y hablando de voces, al hilo del título de la novela, me gustaría saber acerca de las voces narrativas en este caso, ese contrapunto entre Carmen y Dave; también sobre el recurso del cliffhanger en los capítulos para atrincherar al lector con la historia.

   Es que ese es un truco de libro, a diferencia de las otras tres novelas que he escrito, en esta me he podido divertir con eso. Al tramar en dos voces, he hecho capítulos más cortos, y, desde luego, cada vez que abandonaba una voz tenia como esas ganas de decir: va a volver ahora y además te lo voy a dejar en ese momento que es justo el famoso cliffhanger. Además, es que he jugado con escenas que tenían los dos puntos de vista, como por ejemplo cuando Carmen se acerca donde Dave está tumbado en la cama; ahí me divertí mucho porque vas montando escenas de: ostias, lo que está a punto de pasar, de anticipación, que es una herramienta clásica de suspense, bueno, es el suspense en sí mismo. Que el lector se vaya anticipando a cosas. Y con dos voces para mi fue un disfrute por primera vez, disfrutar a nivel técnico de ese efecto. Porque con las voces en primera persona, todo es una anticipación psicológica, el personaje se anticipa por premonición, por intuición, el lector nunca tiene más información que el propio personaje. Pero en dos, ya puedes jugar con eso. La verdad es que me desquitado, me he quedado a gusto.

En la novela descubrimos varios relatos, destacan dos historias terribles con igual reflexión acerca de la naturaleza humana. ¿A veces somos lo que nos cuentan los demás y lo que nos contamos a nosotros mismos sea real o ficción?

   Hay un punto en lo que comentas que me gusta, y que me pasa y que nos pasa a todos, que es que en realidad nosotros tenemos una realidad percibida, la que nos estamos contando a nosotros mismos, y luego tenemos una realidad objetiva, que es lo que hacemos, lo que realmente terminamos haciendo. Yo puedo ser un tío mezquino, un hijo de tal, pero después mis acciones me demuestran que no soy tan mal tipo, en al fondo, aunque dentro de mi haya una tormenta de inseguridad, de cólera, al final terminas pagando el café. Realmente en esta novela, hay algo de ese juego en lo que es -para Carmen, en este caso- descubrir que ella, sin saberlo, es una persona muy fuerte. Ella, insospechadamente, descubre que es una asesina, una cosa que a mi me encanta imaginada en mi mismo. Yo, llegado el caso, ¿sería un asesino frío, calculador? Sabes este vecino de los coj… que te hace todas las noches la vida imposible, si un día me lo cargo, ¿tendría mucha culpabilidad o sería frío y lo descuartizaría en pequeños pedazos o iría al Leroy Merlín a comprar el ácido para ver cómo se iba deshaciendo?… (Risas) Además, no tengo bañera, tengo ducha. Imagínate. Pues hay algo de eso, por hilar un poco de tu pregunta que me parece muy buena y muy amplia.

La isla de las últimas voces. Mikel Santiago. Ediciones B. ISBN 978-84-66664-08-0

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Me concede una divertida entrevista el escritor, sociólogo y músico reconvertido en programador informático, Mikel Santiago (Portugalete, Vizcaya.1975). Vivió en Dublín y después a Amsterdam. El piano de su hermana despertó en él un apetito muy temprano por la música. De su estancia en Irlanda sacó las ideas para...